Acabo de ver uno de esos anuncios con mensaje que nos hacen reflexionar.Es de la marca de ropa Mayoral, esa que, desde nuestra más tierna infancia, «hace amigos». El vídeo, un emotivo viral, demuestra de manera clara cómo, en efecto, los niños tienen un maravilloso don para hacer amigos.
No lo destripo aquí, por si alguno quiere verlo, pero sí aprovecho para hablar de cómo viven los niños la amistad. Porque no tiene mucho que ver con el concepto de amistad en la adolescencia y menos aún en la etapa adulta.
Ahora que hace solo unas semanas que arrancó el curso, los padres tenemos la tendencia a «acosar» a nuestros hijos con preguntas sobre sus amiguitos del colegio. Cuando son muy pequeños los volvemos locos porque no suelen tener un amigo en concreto.
La amistad es un concepto ocasional que deriva, no tanto de un niño en concreto sino de un juego, incluso de un juguete.
No hay en esta etapa una amistad verdadera sino una comunidad circunstancial de intereses. Y nosotros nos ponemos nerviosos con si nuestros hijos se relacionan bien, lo suficiente, demasiado o muy poco.
A medida que van pasando los años, nos da la impresión de que han afianzado sus amistades. Lo cierto es que más que amigos para siempre (habrá quien los conserve), lo que comparten son aficiones, similitudes en el carácter. Los niños tranquilos se suelen juntar con niños tranquilos porque a todos les gustan los juegos tranquilos. Y viceversa.
En el último curso de Infantil y en el arranque de Primaria, la selección de amigos por parte de los niños sí suele estar más meditada. En esa etapa van aprendiendo a discernir las diferentes emociones y, sobre la base de las que generan en ellos, van eligiendo: con los que más se divierten, los que les hacen sentir más seguros, los que les resultan complementarios… Es curioso cómo los niños nunca tienen en cuenta otros factores que a los adultos nos pueden parecer importantes.
Nuestros hijos no siempre acertarán. Habrá ocasiones en las que detectemos que ese niño del que tanto habla no es lo que se conoce como «una buena influencia». En otras, incluso percibamos un problema mayor, el inicio de lo que se puede transformar en acoso, o una relación de excesiva dependencia. La cautela se impone en estos casos porque, si consideramos necesario actuar, hay que evitar a toda costa herir sus sentimientos.
Un buen consejo con los amigos es recurrir al centro escolar cuando tenemos dudas. Los profesores que están cerca de nuestros hijos, que les ven interactuar en la libertad del patio, sabrán orientarnos y nos ayudarán a vigilar situaciones que puedan resultar comprometidas. Por suerte, en la mayoría de los casos serán solo «cosas de niños». Pero si en alguna circunstancia hay un problema, habremos hecho bien en adelantarnos.
En cualquier caso, merece la pena disfrutar de esa infancia libre de prejuicios donde la amistad es un concepto abierto, donde no hay trabas impuestas para disfrutar con los demás. Verlos felices es la mejor recompensa.
María Solano Altaba. Directora de la revista Hacer Familia
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