Con eso de que se acerca la Navidad, me he acordado de aquella maravillosa película española, «La gran familia», y de la tensa escena en la que el más pequeño de los niños, el Chencho, se perdía en una Plaza Mayor atiborrada de gente. Reconozco que, desde que soy madre, tengo una especial fobia por los espacios atiborrados de gente porque siempre me imagino a cualquiera de mis hijos en el papel estelar del Chencho, triste, solo, perdido…
Y es que tenía razón aquel monólogo que comparaba llevar a un niño a una zona comercial con soltar a una cabra por una frutería. Mantener el control es tarea casi imposible. Porque no solo depende de la destreza de los padres, que multiplican su capacidad visual hasta límites propios de superhéroes y alargan sus brazos que ya quisiera Elasticgirl.
¿Quién no recuerda de su más tierna infancia ese momento en el que, al agarrarse a un pantalón, descubría que el adulto que contenía era un extraño y no nuestro padre? Por mucha atención que prestemos, es fácil que los niños se despisten en un momento dado. Hace poco, alcancé a ver a un hijo mío que se marchaba tan feliz detrás de otra madre. Doy fe del enorme parecido de aquella madre del colegio conmigo: mismo pelo, mismo abrigo, misma estatura. Puede pasar.
Ojalá no nos pase y nunca se nos pierda el Chencho o cualquier otro niño pero, ¿qué hacemos si nos pasa?
Tenemos dos miedos básicos: el miedo a que ellos lo pasen mal y el miedo a que les pase algo. Para evitar los dos, podemos poner en marcha un plan de acción que ellos tienen que conocer bien..
Necesitamos que los pasos sean sencillos y que de verdad los puedan cumplir:
– Que esperen donde están. Los niños tienen poco sentido de la orientación. Pedirles que vayan a un punto de encuentro o confiar en que vuelvan puede ser una mala opción. Eso sí, imprescindible acotar: «espera donde estás si estás en un sitio seguro», no se vayan a plantar en medio de una carretera.
– Que pidan ayuda una mamá con niños pequeños. Como no vamos a entrar en detalles sobre por qué no todo el mundo es de fiar, podemos simplificar así el mensaje. Una mamá con niños sabrá lo que hacer. A veces pensamos en decirles que acudan a un policía. Pero si son pequeños, pueden no distinguirlos o no tenerlos a mano.
– Que no se vayan con quien los ayuda. Es un buen consejo para evitar secuestros y además garantizará que esperan todo el rato donde están. Tienen que pedir que llamen por teléfono a los padres, pero deben negarse a moverse del sitio.
– Que se sepan el teléfono de los padres. Los niños tienen bastante memoria. Conviene que lo recuerden desde muy pequeños. Y si aún tienen dificultad para repetirlo, podemos apuntárselo en la mano o el brazo cuando vamos a salir a lugares con mucha gente.
Es importante hablar de vez en cuando con los niños sobre la posibilidad de que se pierdan, y recordarlo especialmente en los momentos en los que hay más factores de riesgo. Pero más importante aún es transmitirles la seguridad de que si se pierden los encontraremos, que estaremos todo el tiempo buscándolos y que no va a pasar nada.
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