En los patrones alimentarios del niño en edad escolar tiene una gran importancia la comida que realiza en la escuela. Para muchos niños es una introducción a la comida en grupo y esto puede presentar algunas dificultades. El ruido, la prisa y el bullicio que suele existir en algunos comedores escolares, no es precisamente el ambiente más propicio para que el niño ingiera y, sobre todo, disfrute de su comida.
Soy consciente de los esfuerzos que hacen los profesores encargados para, en primer lugar, separar a los niños por edades y, en segundo lugar, lograr una atmósfera más tranquila para el tiempo de la comida. Es obvio que con un grupo de escolares menos numeroso y en lugar más tranquilo, se consigue un ambiente más adecuado para despertar el interés del niño por la comida.
El aporte nutritivo de los almuerzos escolares es particularmente importante para aquellos niños que no reciben la adecuada alimentación en su casa. En una ocasión, vi a un chaval relamerse de gusto ante unas lentejas preparadas en el comedor de su colegio.
Ante lo insólito del hecho, me interesé por sus hábitos dietéticos y comprobé, que la comida colegial era prácticamente la única de las que realizaba que podríamos calificar como dietéticamente saludable. En su casa, como en tantas otras, las prisas de los padres, les abocaban al uso y abuso de los platos precocinados y los bocadillos.
En otros casos, el comedor escolar es un buen lugar para que los niños, excelentes imitadores, prueben un alimento desconocido simplemente porque ven que otros niños hacen lo mismo.
En cuanto a la introducción de las verduras en la alimentación infantil, hay que tener en cuenta que los niños son algo «maniáticos» con ciertos alimentos, entre los que se encuentran precisamente las verduras. A la hora de planificar la dieta familiar, por supuesto que hay que respetar sus gustos, pero sin olvidar que se debe comer de todo.
Cuanto más variada sea nuestra dieta, tenemos más posibilidades de que sea más completa. Muchos padres transigen con la negativa de sus hijos a tomar verduras, sin darse cuenta del flaco favor que les hacen. Debemos recordar, tal y como ya afirmaba Hipócrates en el siglo V a. de C, que nuestra salud depende en gran medida de lo que comemos. La investigación médica avanza en este sentido y cada vez son más las enfermedades atribuidas a carencias o desordenes nutricionales.
Como padre de cinco niños, doy fe de lo difícil que resulta llevar todo esto a la práctica. Este problema no es nuevo, ya nuestras abuelas hacían alta gastronomía, intentando disfrazar o esconder algunas verduras en sus guisos. La diferencia es que ahora, la presión publicitaria a favor de los productos de bollería y la comida rápida, es demasiado fuerte y además la oferta de alimentos ha crecido exponencialmente.
Además la actitud de los padres hacia los hijos que no quieren comer un determinado plato, también es distinta ahora. Muchos recordarán que hace unos años, no te levantabas de la mesa hasta que no te acababas el plato que te ponían, te gustase o no. No quiero decir que el esfuerzo con los niños deba de ir solamente en esta dirección.
Pero es cierto que en la actualidad, los padres estamos más escasos de tiempo y que también tenemos menos paciencia para acompañar a nuestros hijos hasta que se acaben su plato. Ya sabemos que es más fácil, dejar que tome cualquier cosa pero no siempre lo más fácil es lo más recomendable.
En cualquier caso, el esfuerzo por no transigir con los caprichos gastronómicos del niño, debe de estar complementado con una buena presentación de la comida, una adecuada información del producto y, sobre todo, de nuestra compañía y ejemplo en el tiempo destinado a la comida.
Es importante que el niño entienda que las horas de la comida son puntos de encuentro, que no se trata de ingerir alimentos sin más, que los alimentos saben «más ricos» cuando se aliñan con una buena conversación.
Algunos padres suelen cometer el error de «enchufar» a sus niños a la televisión, para tenerlos distraídos y lograr de esta forma que coman. Pienso que es más recomendable, aunque sea más fatigoso, acompañar al niño durante la comida y aprovechar para interesarnos por sus cosas.
Otro error frecuente es «hacer comer a los niños», lo que los padres no son capaces de comer. Es evidente que esta práctica está abocada al fracaso, los niños son excelentes imitadores y asumirán que tal o cual comida son una imposición y en cuanto puedan acabarán rechazándola.
Entre los trucos culinarios que podemos aplicar para aumentar el consumo de verduras estarían: acompañar los platos de carne o pescado con purés de verduras o ensaladas, aderezar los sándwiches con verduras frescas, espesar las sopas y legumbres con verduras, introducir algunas verduras en los platos de pasta, utilizar los zumos naturales como bebida en el verano, o rellenar las tortillas con acelgas, espinacas u otra verdura.
No olvidemos que, como en tantos aspectos de la vida familiar, las costumbres dietéticas que el niño adquiere en su casa, marcarán sus hábitos en el futuro.
Te puede interesar:
– Los beneficios del comedor escolar en niños
– Cómo hacer que los niños coman verduras
– Comer en familia aumenta el consumo de fruta y verdura en los niños
– Las comidas y la televisión: una mala compañía