¿Por qué acuden los matrimonios a pedir ayuda a una consulta? Las causas de sufrimiento son muchas y tan distintas como distintas somos las personas que construimos la relación. Sin embargo, se produce un fenómeno común a todos los fracasos matrimoniales: Las personas acuden pidiendo socorro porque los defectos del otro les molestan.
Al enamorarnos descubrimos en el otro, cualidades, actitudes vitales, modos de reaccionar y de ser que nos atraen de modo que nos llevan a tomar la decisión de comprometernos para toda la vida. Prometemos permanecer a su lado en la salud y en la enfermedad.
El problema es que no solemos estar preparados para saber lo que es querer y mucho menos, cuando aparecen los defectos.
Nadie nos advierte que no será posible ser felices si no nos ponemos uno al lado del otro.
Para que el camino de la vida sea más agradable, más animoso el paso, más optimista la visión, más posible superar las dificultades personales debemos ser conscientes de que es mucho mejor con el otro que si estuviéramos solos, sin nadie que se hubiera fijado en mi y nos hubiese elegido para acompañarle en la vida.
¿Qué es lo que suele pasar cuando aparecen esos molestos habitantes de la personalidad llamados defectos? ¿Nos asombramos? Sí, eso es, como si nosotros no los tuviésemos, como si fuesen malas hierbas que sólo crecen en el alma del otro.En ocasiones, con gran esfuerzo, reconocemos que también nosotros tenemos los nuestros pero siempre menos molestos, menos llamativos, no tienen tanta importancia. ¡Qué fenómeno tan curioso y tan repetitivo!
Es muy difícil el conocimiento propio. Vamos por la vida acompañados de continuas sorpresas ante las reacciones de los demás y lo que es peor: no cambiamos porque vivimos sin reconocer lo que no hacemos bien. Suele aparecer con frecuencia, algún chivo expiatorio que tenga la culpa de lo que nos ocurre y así se pasan los años.
Hay demasiadas parejas infelices ocupadas de los cambios del otro sin mirarse a uno mismo. Se sitúan en frente en lugar de a su lado.
Todos necesitamos alguien que nos quiera lo suficiente como para pasar por alto: – los momentos de mal humor, porque también los hay de bueno; – las omisiones, porque también hay cosas que hacemos libremente; – las introversiones, porque también hay momentos en los que compartimos mucha intimidad; – los despistes, porque también los hay en los que prestamos toda la atención.
Si la dinámica de trato se centra en los defectos y las limitaciones del otro, ha llegado el momento de mirar hacia adentro. ¿Qué pasaría si todos nos centrásemos en pensar, incluso en escribir, todo lo que a diario nos regala la persona con la que vivimos? Es una buena terapia para tornar el malestar en agradecimiento.
Hay UN MOMENTO IMPRESCINDIBLE en la vida de todos que debería ser diario, dedicado a pensar en todo lo bueno y lo bello que hay en la persona del otro. En todo lo que hace, lo que dice, lo que es. Que no merecemos y que nos entrega por el mero hecho de existir.
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