La madurez y el equilibrio personal vienen a depender de cómo vivimos nuestra vida y tienen mucho que ver con el sentido del humor que es la capacidad que poseemos los seres humanos para relativizar lo que debe ser relativizado.
La persona madura, distingue lo risible de lo irrisible y sabe, sobre todo, no tomarse a sí misma demasiado en serio, reírse de sí misma. Reírse significa dejar de girar alrededor de uno mismo para girar en otra órbita, la de la realidad. Se ha dicho que el ser humano es el único animal capaz de reír.
La risa tiene claros efectos positivos no sólo en la propia personalidad, sino en nuestras relaciones con los demás pues la risa engrasa la convivencia. Poseer la capacidad de hacer reír al otro es una de las mejores cualidades que puede poseer una persona. Cada día se valora más a la gente capaz de hacer reír, de hacer un guiño a situaciones que se presentan con tintes dramáticos y nos hacen salir de una atmósfera enrarecida proporcionándonos una brizna de aire fresco.
Hacer reír es como abrir una ventana que permite respirar al alma y descargarla de tensiones»
La risa es buena terapia para preservar nuestra salud mental y nuestro equilibrio personal.
Curiosamente, existe un indicador fisiológico muy simple de la armonía cerebral del hombre, con fundamentos biológicos bien estudiados desde hace ya más de un siglo: la sonrisa. Y podemos distinguir la «falsa» sonrisa de la «verdadera», sin capacidad de disimulo. Una sonrisa «falsa» -la que uno se impone por razones de orden social o conveniencia- sólo moviliza los músculos zigomáticos del rostro, los que al desplazar los extremos de la comisura labial descubren los dientes.
Por el contrario, una sonrisa «verdadera» moviliza además los músculos que rodean los ojos»
Y como éstos no pueden contraerse voluntariamente, es decir, mediante las órdenes del cerebro cognitivo, dicha orden debe provenir de las regiones límbicas, primitivas, emocionales y profundas. Por esta razón, los ojos no mienten nunca, su pliegue señala la autenticidad de una sonrisa.
Una sonrisa cálida y verdadera nos da a entender intuitivamente que nuestro interlocutor se encuentra, en ese preciso instante, en un estado de armonía entre lo que piensa y lo que siente, entre cognición y emoción. El cerebro, si le dejamos, tiene una capacidad innata para alcanzar el estado de bienestar emocional y su símbolo más universal es la sonrisa.
La madurez que la sonrisa expresa y alimenta comprende el aprender a disfrutar con lo pequeño y cotidiano, descubrir la cara amable que se nos ofrece aceptando las circunstancias que tengo tal y como son y no vivir pensando permanentemente en cómo deberían ser.
Sonriamos serenamente ¡es fuente de salud!
Manuel Álvarez Romero. Presidente de la Sociedad Andaluza de Medicina Psicosomática
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