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Si no te vale ahora, déjalo

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Encontrar a la persona con quien compartir nuestros días resulta un asunto prioritario en la vida de cada uno, o por lo menos debería serlo.

Actualmente la importancia de esto es mayor, ya que empieza a ser preocupante la superficialidad con que se está tratando el tema. La carencia de compromiso en nuestra sociedad comienza a resultar alarmante.

Muchos matrimonios rompen por menudencias; se va al matrimonio pensando «cuando esto no funcione, lo rompemos», olvidando que comprometerse es quemar las naves. Ante este panorama actual debemos considerar la importancia vital que tiene el hecho de que la gente se conozca antes de casarse.

Pero, en muchos casos, estamos enfocando ese conocimiento hacia algo que poco tiene que ver con conocerse antes de casarse. Se focaliza en el terreno de lo sexual, queremos probar para ver si nos compenetramos en ese aspecto, a ver si nos gustamos antes de comprometernos. No conozco ninguna pareja en que el desconocimiento sexual haya sido un contratiempo serio.

Esta actitud, desde mi punto de vista, es absolutamente nefasta e insegura para la futura relación de pareja. Adelantarse a los acontecimientos no ayuda a tomar serias decisiones que nos confirmen la certeza de nuestra elección.

En el fondo, lo complica más. Estamos dando paso a una nueva problemática y vemos el futuro más incierto, nos invaden las dudas, el egoísmo disfrazado de amor nos come el terreno, y todos sabemos, que por ahí comienza a deteriorarse una relación.

En realidad, tenemos que conocer al otro, considerando su cultura, su forma de enfocar la vida, de entender la educación, de compartir las creencias, entrever cómo afrontará las situaciones difíciles que le salgan al paso, qué visión dará a las mismas, etc.

En ocasiones encontramos parejas que se gustan en el aspecto físico y no les une nada más. Un día presencié una conversación informal entre un grupo de ejecutivos. En ella, una mujer decía que se había ennoviado con una persona de otra cultura.

Alguien le preguntó:

¿Y qué os une?

Nos gustamos -fue la respuesta.

¿Nada más? -preguntó alguien.

¡Te parece poco!

Ésta fue la exclamación con la que terminó la conversación.

¡Habrá que profundizar algo más!

Tendremos que cuestionar y mirar el corto, el medio y el largo plazo. ¿Qué nos une? ¿Cuáles serán los pilares en los que nos apoyaremos cuando las cosas vengan mal dadas? Es bueno enseñar esta práctica a los hijos.

Para compartir la vida debemos buscar personas con las que podamos compartir valores, porque al final se vive con los valores. Si un valor no es aceptado por el otro, tenemos un problema latente. Y cuanto más vital es ese valor para nosotros, más problema encontraremos.

No hay que presuponer que la gente vaya a adquirir esos valores a posteriori. Es un error pensar: «Aunque no piensa como yo quiero, ni vive como a mí me gustaría, ya cambiará cuando nos casemos». Hay que comprobar que uno puede compartir su vida, toda su vida, la emocional, afectiva, cultural, etc, con esa persona.

Si no es así, aunque nos guste mucho estamos cometiendo una imprudencia. ¡Eso es ser un iluso! Y los ilusos al final se llevan muchos chascos.

José María Contreras. Conferenciante y escritor

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