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Recuperar la Navidad

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Por Mercedes Honrubia. Directora del Instituto Coincidir.

Se acerca la Navidad, las calles se llenan de luces, los villancicos inundan los centros comerciales, las plazas, las casas, la gente sale y solo piensa en comprar y comprar, nos empachamos con las comidas, las cenas de empresa y de amigos, y nosotros… Empezamos a notar un pellizco en el estómago que nos hace sentir de una manera completamente distinta a cómo nos sentíamos cuando éramos niños.

«¿Qué me pasa?» Nos podemos preguntar. «¿Por qué todo el mundo parece estar contento con la que está cayendo?, ¿tenemos que demostrar alegría cuando lo que de verdad siento es otra cosa?» Pensemos qué nos ha sucedido este último año.

Es verdad que hace años la Navidad nos podía gustar pero, de un tiempo a esta parte, con la cantidad de cosas que pasan, que nos ocurren, no podemos descubrir ese rayito de luz (esa estrella) que nos invitaba a disfrutar de la Navidad.

Parece que la Navidad ha perdido su significado, pero somos nosotros los que nos hemos cerrado a ver lo verdaderamente importante, nuestra verdad. Esta sociedad nos hace pensar que lo importante son los regalos, la fiesta, las comidas y cenas con familia y amigos, la decoración, etc., cuando a nosotros por dentro nos apetezca precisamente lo contario.

Cuánta gente mayor, con familia, con nietos, cuando se acercan estas fechas te dice: «Pero si yo este año me quedaba tan a gusto en casa comiendo unos huevos fritos, tranquilito en mi sofá…» Seguro que lo habéis escuchado.

Tenemos miedo a enfrentarnos a los nuestros, a recibir una mala contestación de nuestra suegra, de un cuñado, de un hermano, tenemos miedo de no estar a la altura de las circunstancias, de no poder comprar el juguete de moda del momento, cuando mi cuñado no solo compra uno, sino dos o tres regalos de moda a sus hijos. Cada uno que piense cuál es su miedo.

Es cierto que vivimos en una sociedad de mentiras: mentiras compasivas, mentiras que se dicen por piedad, mentiras que durante años han ocultado y ocultan la verdad, mentiras que hacen o que nos han hecho mucho daño* Pero si pensamos qué es lo verdaderamente importante en este tiempo de Navidad, podremos darnos cuenta de que Aquel que nace (en un pesebre, desnudo, acompañado por sus padres y por una mula y un buey que le daban calor) nace por ti y por mí.

Si estás pasando por un momento de dificultad en tu vida, mira a ese Niño y hazte como él, pequeño, ábrele tu corazón, en confianza y háblale de tú a tú. Quizás es un buen momento para contarle lo que te pasa, para sentir su compañía.

Es verdad que ahora nada es igual, que por unas cosas o por otras la Navidad te puede llegar a producir tristeza, melancolía, puede hacer aflorar la soledad de cada uno y los recuerdos de la gente querida, pero de vez en cuando es bueno hacerse niño y disfrutar de las pequeñas cosas.
Quizás, podemos pensar que es el único momento del año en el que la gente hace cosas buenas por los demás (que si los mercadillos benéficos, los conciertos, los partidos de famosos, las felicitaciones navideñas deseando paz y amor, cuando nuestra vida es puro conflicto*) pero es mejor eso que nada, al menos es un parón en el año.

¿Qué podemos hacer para tener espíritu navideño? ¿De verdad hemos entendido su significado? ¿A quién no le enternece la sonrisa de un bebé? La Navidad, si nos dejamos, puede llegar a provocar eso: dar ternura y cariño, dejarnos de telas de araña mentales para darle lo mejor de nosotros a nuestro bebé (a Jesús), porque un bebé saca lo mejor de cada uno; y si no, pensemos cada uno de nosotros en un bebé, en nuestro bebé, ese que nos ha hecho salir de nosotros para darle lo mejor que llevábamos dentro.

Mercedes Honrubia. Directora Instituto Coincidir

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