«Llevamos mucho tiempo distanciados. La relación se ha deteriorado tanto, que no veo posible que nadie pueda ayudarnos. He perdido la esperanza de poder ser feliz a su lado.»
Esta situación interior de desesperanza se produce siempre que hemos vivido una larga y dura crisis personal y de pareja. ¡Cómo no va a ser así! No hay que desconcertarse ante la desesperanza.
Recibimos muchas parejas en las que uno de los dos no cree en las terapias y acuden porque el otro se empeña o lo suplica. La ignorancia acerca del desarrollo de las mismas lleva a prejuzgar lo que va a desencadenarse si abrimos nuestra intimidad.
Cuando un matrimonio piensa seriamente que la única solución ante su dolor es la separación, existe un común denominador:
1. Asocia a la otra persona y la interacción con ella como una fuente de sufrimiento, de la quiere liberarse. «Muerto el perro, se acabó la rabia».
2. Se produce un enorme desgaste personal como consecuencia de:
– Un trato áspero, que seca el alma y roba la alegría.
– De la falta de intimidad, que lleva al encogimiento y a la búsqueda de una persona en quien confiar.
– De las prisas, que no permiten mirarse a la cara, contemplarse, ocuparse del otro.
– Del exceso de trabajo y el escaso descanso, que lleva a la irritabilidad.
– Estado de ansiedad y angustia, como consecuencia de la tensión que genera la relación deteriorada.
– La incapacidad para solucionar los continuos conflictos de pareja.
3. Sueña con una vida feliz, tranquila, sin reproches, sin tensiones. Suele valorar la soledad por un tiempo.
4. Se produce un inmenso dolor que bloquea el pensamiento cognitivo e inhabilita para posibles soluciones que mejoren la situación de desajuste emocional.
5. Si tienen hijos creen que estarán mejor sin ver discutir a sus padres y ellos se ocuparán por separado de su bienestar. Los hijos no suelen opinar lo mismo.
En la vida hospitalaria vemos como los pacientes ponen todos los medios para mejorar. Confían en el profesional, acuden a las citas con puntualidad y hacen caso a lo que se les aconseja durante su recuperación. En ocasiones, la enfermedad es grave y hay pocas esperanzas, pero si el tumor está en la cabeza ¡no se la cortan! Se informan y se arman de paciencia y de voluntad de sanar.
¿Qué nos ocurre en la vida conyugal que cuando el modo de ser del otro aparece con toda su crudeza fruto de las limitaciones y los defectos, cuando la vida empieza a ser triste y dura, que incluso nos lleva a enfermar.
No somos capaces de informarnos en serio de cómo curar una dolencia que afecta a lo más profundo de nuestra vida? Los profesionales saben cómo manejar el secreto de oficio, recibiendo individualmente a las personas de modo que las sesiones conjuntas sólo discurran en momentos oportunos y estando ya los dos dispuestos a corregir actitudes y reconocer errores.
¿Cuál es la razón por la que en los problemas personales cortamos por lo sano, en lugar de buscar una terapia que los alivie? Es posible que haga falta una gran dosis de buena voluntad para intentarlo «todo» antes de tirar la toalla. En el caso de las separaciones, ¿muerto el perro, acabó la rabia? Por si no es así, intentémoslo ¡todo!
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