Las crisis pueden ser la ocasión para hacer un examen de conciencia y crecer como individuo para mejorar así nuestra relación con el otro.
Constantemente se oye hablar de que se acabó el amor. Y ese sentimiento realmente existe. Pasamos diferentes etapas en la vida amorosa, crisis, sentimientos cambiantes, dudas, épocas de mucho sufrimiento y épocas de serenidad.
Nos genera muchos problemas darnos cuenta de que la emoción que producía estar con el otro, se desvanece. Incluso se convierte en un esfuerzo por aguantar conversaciones que nos resultan cansinas, comentarios que no nos agradan. Produce una sensación extraña sentir que no es estar con ella es lo que más nos apetece. Hemos descubierto todos los defectos y se nos ponen de pie cómo interpelándonos: ehh tú, ¿me quieres a pesar de mis defectos?
Reinventarnos como pareja
Cuando ésta experiencia vital se percibe en el noviazgo, ha llegado el momento de pararse y pensar. Estamos a tiempo de elegir con quien vamos a permanecer el resto de nuestra vida. Necesitamos sentirnos valorados y queridos tal cómo somos. Si no, no seremos felices.
Normalmente los defectos con años se agudizan, el cansancio, el paso del tiempo, las enfermedades y los problemas agrían el carácter. Es privilegio de unos pocos, la mejora personal, el crecimiento y la capacidad de reconocer lo que no funciona y cambiarlo.
Para cambiar el carácter hay que aprender a conocerse y ser muy valiente.
En ese sentido los católicos juegan con ventaja porque hacen examen de conciencia a diario. Tienen la costumbre de pedir perdón a Dios y a quienes hayan ofendido, confiesan en voz alta sus pecados y hacen un acto de humildad reconociendo que una y otra vez fallan en lo mismo, pero siguen peleando sin desanimarse, sabiendo que, con la ayuda de Dios, ganarán la guerra a pesar de haber perdido muchas batallas.
Tan complicado como bonito
La relación hombre mujer es tan complicada cómo bonita. Nos cuesta entender las reacciones del otro porque nunca serán parecidas a las propias. En mi modesta opinión, la clave está en sacarle provecho al dolor que generan las crisis para que se conviertan en crisis de crecimiento.
No hay nada cómo la capacidad de reconocer que, aunque no queramos, nos hacemos daño. Mirar hacia dentro con serenidad soluciona muchos problemas. Buscar el modo de tener paz suele ser el modo de progresar. Hay lugares, entornos que producen paz. Personas, alimentos, conversaciones, compañías, pero hay que identificarlas e ir a por ellas.
Es más fácil y más natural rechazar el dolor que producen las crisis y buscar consuelo en otras cosas. Todas las crisis pueden ser la ocasión para crecer por dentro, para abrir los ojos, llenarse de esperanza y de fuerza y aprender que aunque la vida no sea un camino de rosas, cuando aprendemos a querer de verdad, podemos llegar a ser muy felices.
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