«Desde que empecé a trabajar fuera de casa, todos los años en el Día de la madre me planteo si lo estoy haciendo bien o con el paso del tiempo, mis hijos dirán que tenían una madre que trabajaba mucho pero no estaba nunca en casa».
Todas las personas a las que les va bien en la vida, suelen tener la capacidad de analizar su conducta asiduamente y escuchan con atención las observaciones de los demás acerca del modo de hacer y de reaccionar.
El conocimiento propio es difícil y la afectividad levanta resistencias que no permiten reconocer los errores a las madres. Hay que empeñarse en saber qué echan de menos los nuestros, nuestros hijos, nuestra pareja, y si realmente hay armonía entre trabajo y familia.
No es una tarea fácil. Todos los asuntos importantes requieren tiempo para pensar en los porqués y en los «cómos», midiendo las fuerzas y reorganizando continuamente.
Día de la madre: preguntas para un chequeo
Hay preguntas que las madres nos podríamos hacer para chequear el buen funcionamiento de nuestra vida.
1º, Si estoy dispuesta a reducir el horario de trabajo y las posibilidades de ascenso, la ambición profesional para dedicar más tiempo y atención a nuestro marido e hijos.
Vienen muchos hombres a consulta añorando el cariño y la atención de su mujer. Se sienten poco valorados. Puede que ellas les valoren, pero no tienen tiempo ni fuerzas para demostrárselo. No hay tiempo para quererse y todos necesitamos sentirnos queridos y que se note.
El nivel de vida va aumentando porque, al dedicar tiempo y energía al trabajo, las cosas van bien. Pero, ¿para qué sirve tener más cosas y mejores, disponer de dinero para viajar, salir a cenar, comprar ropa buena, una segunda vivienda, si cuando llega el momento de disfrutar de todo eso los lazos entre hombre y mujer y con los hijos, están deshilachados? Entonces, lo que sucede es que la ilusión por estar juntos ha desaparecido por no haber construido cada día, con tiempo y con mimo, la necesidad de que el otro sea el centro de nuestra vida.
2º. Si el tiempo que estamos en casa, realmente está dedicado a mirarles a la cara y descubrir lo que necesitan.
El móvil suena sin parar, no se respeta la vida privada, no es posible pasear diez minutos tranquilos, ni hablar con un hijo, ni ver una película, ni hacer la comida preferida porque todas esas tareas requieren atención.
En un buen profesional no se concibe que esté interrumpiendo continuamente el trabajo porque habla con la familia o los amigos, sin embargo ¿cuántas llamadas de trabajo interrumpen la intimidad conyugal?
3º. Si ponemos empeño en mantenernos unidos cada día.
Las horas del día son limitadas, los hijos crecen y se van, nosotros envejecemos y seguramente nos gustaría que el día que faltemos puedan decir: «¡Qué buena madre ha sido!».
No es tan complicado que cada familia cree su propio estilo y modo de estar juntos, respetando costumbres que ellos mismos eligen establecer: cenar juntos si cada uno come a una hora diferente, pasar quince días de vacaciones solos, llamarse a diario a lo largo del día para ver como están si no les vamos a ver hasta la noche, estar pendientes de sus momentos de tensión, no sólo de los nuestros.
4º. Si los fines de semana los planeamos de modo que ellos tengan prioridad sobre nuestros amigos.
Seguramente el ánimo, la autoestima y las ganas de emprender la semana de nuestros hijos será mejor, si el viernes o el sábado han cenado con sus padres, han hecho juntos un rato de deporte o han llevado a cabo cualquier otra actividad en familia. Percibir que la familia que hemos creado se mantiene unida produce un nivel de satisfacción y de paz que difícilmente la encontraremos fuera de casa.
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