Nos dice Gregorio Luri, experto en educación, que tengamos una aproximación cautelosa a la idea de innovación allí donde seguir haciendo las cosas según la tradición no tenía nada de malo y se lograban abundantes beneficios.
Es curioso cómo no nos cuesta mucho pensar en esto para disfrutar de una buena fabada «al estilo de siempre» o cómo entendemos el valor de los clásicos en el arte.
Sin embargo, en materia educativa parece que la sociedad premiase la innovación por el mero hecho de sonar novedosa. Y quedamos asombrados por expresiones en inglés como Flipped Classroom o Thinking Based Learning.
En efecto, nada tienen de malo estos métodos si se aplican correctamente. El riesgo estriba en confundir el método (si el profesor enseña desde la tarima o los alumnos hacen trabajo autónomo, si se organizan las materias de manera secuencial y estructurada o transversal) con los valores que queremos inculcar a los niños.
Algo parecido sucede con los modelos parentales. La ciencia ha demostrado que el excesivo autoritarismo de la anterior generación provocaba una serie de problemas de autoestima al tiempo que dificultaba los vínculos de apego.
Hoy educamos a los hijos con una mayor cercanía, sin ser autoritarios, pero con límites y normas claros que les permitan desenvolverse.
Pero eso solo sirve si no hemos perdido los valores de siempre sustituidos por una falsa ‘hiperprotección’ que los deje sin herramientas para enfrentarse al mundo.
Si nos paramos a pensar, lo verdaderamente importante para determinar cómo serán nuestros hijos cuando lleguen a la vida adulta no tiene tanto que ver con si estudiaron sobre una pizarra o sobre un iPad, sino con su capacidad para ser responsables y aceptar la frustración, su voluntad de compromiso y de sacrificio, su forma de mostrar el respeto a los demás, su empatía y su generosidad. Los valores de siempre
Te puede interesar:
– Mejora la comunicación en familia: ¿qué hacer cuando hablar las cosas solo las empeora?
– Aprendizaje online, ¿qué nos aportará este cambio de estilo?