Ser madre es uno de los trabajos mas difíciles y menos reconocidos que hay. No hay nadie que lleve la cuenta de aquellas horas que estuviste sin poder dormir porque tu bebé tenia gripe y le costaba dormirse, la paciencia extra que le pones cuando tu bebé decide que hoy no tiene hambre, las veces que te agachas para recoger juguetes o limpiar manchas de comida o vómitos…
No hay nadie que contabilice o vaya a darte un bono extra por sonreír cuando estás tan cansada que quieres llorar, por llegar al trabajo puntual cuando ha sido una odisea conseguir dejar todo en su lugar en casa y parecía que todo se derrumbaría sin ti o por jugar con tu hijo cuando lo único que te apetece es irte a dormir.
A pesar de todo esto, existe la gran contradicción de que no hay nada más satisfactorio que ser madre, tener un hijo que te ama, que te abrace y corra hacia ti, que llame a su mamá cuando esta malito o tenga una pesadilla, que se aferre a ti cuando le coges en brazos o se quede dormidito escuchando tu voz.
Hay pocas cosas que proporcionen tanta felicidad como esa sonrisa de tu bebé al verte o su risa al jugar contigo.
Si bien una vez que eres madre todas las esferas de la vida se ven tintadas por este nuevo rol que cambia tu manera de ver el mundo, es importante siempre recordar que si bien siempre seremos madres, también seremos siempre mujeres, con sus necesidades y sentimientos.
Es importante encontrar un equilibrio en el que sepamos cuidar a nuestra familia, triunfar en el campo laboral y profesional pero sin descuidarnos a nosotras mismas y nuestra salud.
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