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¿Qué haces para llegar a todo?

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El tema del trabajo de la mujer tiene mucho que ver con la capacidad de elegir, personal y responsablemente, el bien y de aceptar con coherencia las consecuencias de esa elección. Y siempre pensando en que no se llega a todo, que siempre hay que dar algo a cambio.

Es la anécdota de aquella madre de familia que tenía un puesto de responsabilidad en una empresa, cuando me atreví a preguntarla: «¿Qué haces para llegar a todo?». A lo que contestó con la mayor naturalidad y mejor sonrisa: «¿Y a ti quien te ha dicho que llego a todo?».

Para qué

Estamos inmediatamente en el tema de la finalidad. Todos los actos humanos deben tener una finalidad. Sólo los seres irracionales actúan sin saber por qué, ni para qué. Por lo tanto la decisión de trabajar también vendrá avalada por esa idea de fin.

Si nos centramos en el trabajo de la mujer fuera del hogar, la pregunta, en toda su radicalidad, puede formularse así: ¿Para qué trabajo? Las respuestas pueden ser muy variadas, pero se podrían agrupar en distintos niveles.
– Las que buscan huir de las tareas del hogar.
– Las que se ven obligadas a trabajar para aportar a la familia un dinero que necesitan.
– Quienes tienen una vocación profesional tan claramente definida que necesitan ese trabajo como contrapeso de su equilibrio psicológico.
– Y cien motivaciones más que en cada caso vendrán matizadas por las características de su personalidad.

A qué precio

Una vez identificada la razón última del porqué de su trabajo, la mujer, antes de tomar la decisión, tendrá que analizar y ponderar las opciones que ha desechado o, si se prefiere con más crudeza, el precio en monedas de libertad que está pagando.

Mirarse a los ojos

No pretendo hacerlo difícil, me conformo con hacerlo racional. Sólo busco que la mujer pueda mirarse de frente en el espejo y darse razón de su modo de actuar. Todo menos hacerse trampas en el solitario. Malas mañas que a la larga acaban en desgana personal, angustia e insatisfacción, pues por mucho que nos empeñemos estamos casados indisolublemente con nuestra conciencia, que se convierte en continuo despertador dispuesto a agostar los sueños más placenteros.

Todo este proceso no es exclusivo del momento central de la decisión de trabajar o no. Será conveniente revisarlo cada vez que se produzca un cambio en los datos básicos que nos han servido para tomar nuestra resolución. La vida es, entre otras cosas, eminentemente dinámica, biográfica, cambiante… y, si queremos actuar sobre la realidad, no podemos seguir operando hoy con parámetros de ayer.

Pienso que no he encendido ninguna polémica. No me he mojado lo suficiente. El tema queda abierto, no por estrategia, sino por respetar muy en serio la libertad de cada persona. Lo único que he pretendido buscar es una llamada al sentido de la responsabilidad. 

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