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Educar en los sentimientos

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Por Javier Urra. Psicólogo y primer Defensor del Menor

Formamos en el aprendizaje de conocimientos, pero ¿en qué más se precisa educar? «El conocimiento empieza con la sensibilidad» (Eliot). Hay que educar en los sentimientos, en la apreciación de la riqueza de los mismos, en saber expresar los propios, en captar y entender los de los otros. En aprender a conducir la propia vida, y manejar las relaciones que se mantienen con los demás.

Los niños deben saber dirigirse a los otros para consultar o para negarse a sus solicitudes. Expresar las emociones y necesidades, facilitan el equilibrio psíquico. Inteligencia es un concepto global, cognitiva y afectivamente. ¿Cuántas personas vemos que son sobresalientes profesionalmente, pero desequilibradas emocionalmente? Su vida fracasa.

La socialización es el proceso por el que nace y se desarrolla la personalidad individual. La socialización supone inmersión en la cultura, control de impulsos, experiencia de sí mismo, desarrollo de la afectividad y motivación de logro. Debe facilitar una «competencia comunicativa» y un «vivir con».

La actitud y filosofía ha de ser: conócete a ti mismo y ponte en el lugar del otro, es decir, ahondar en la introspección y la socialización. Al fin, somos lo que la educación recibida y la posterior autoeducación ha hecho de nosotros, reflejamos cual espejo, el amor o la villanía que se nos ha puesto delante.

El buen carácter del niño, sus actitudes positivas, su autocontrol dependerán del clima favorable que se viva en el hogar, del correcto modelado, del equilibrado uso del control y la autonomía de las conductas de quien está aprendiendo el sentido de aceptar las consecuencias de sus actos, de ir formando conciencia de lo que está bien y lo que es inaceptable.

Se irá preparando al niño para interaccionar con su entorno. Habrá que dotarle de un buen juicio moral. Es fundamental la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar de otra persona, de cómo siente, de cómo percibe. La empatía exige reflexión, sensibilidad y reduce (o elimina) la posibilidad de respuestas violentas.

Hay que enseñar a tener amigos sanos y duraderos; educar en la amabilidad, en el altruismo, en el tú; promover la solidaridad.

¿Cómo nos comportamos? Pues según nos vemos, según nuestra autoestima. Tenemos que confiar en nosotros mismos, hemos de amarnos, el positivo autoconcepto correlaciona favorablemente con la conducta de ayuda, por ende, debemos promocionar en los niños una imagen positiva de sí mismos basada en la realidad de sus vidas. La autoestima es como un antídoto, que nos protege de problemas psicológicos.

Cada uno ha de aprender el autodominio, a ser sereno, a razonar de forma objetiva, a dialogar, a ser equilibrado. Admitir que los problemas, las frustraciones, son parte de nuestra vida. Ser sincero con uno mismo y con los demás. Conocer lo positivo y negativo de uno mismo, las limitaciones. Desarrollar el sentido del humor, la autocrítica. Darse un objetivo, una meta.

Responsabilizarse de sus consecuencias

A los niños se les indica con reiteración lo que deben o no hacer (incluso decir o callar), pero es fundamental que sepan manejar sus pensamientos, pues condicionan las emociones y sentimientos.

En el caso de los niños hay que educarlos en la tolerancia de las frustraciones y en la capacidad para diferir gratificaciones. A veces se educa al niño para que sea capaz intelectual y formativamente, pero se olvida enseñar a dar respuesta a los problemas emocionales.
Al niño hay que educarle para que sea mejor, no el mejor.

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