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Detrás de una gran mujer

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Cada persona edifica su personalidad a lo largo de toda su existencia, al convertir las circunstancias que se suceden en oportunidades para diseñar el argumento de su vida de forma positiva.

Aunque el hombre y la mujer, con sus características propias, son complementarios en el matrimonio, con la finalidad de construir una familia, existen otras tareas con un significado trascendente y de servicio que pueden llenar por completo sus aspiraciones y suponer, sin merma, el andamiaje de su felicidad.

En busca de la reciprocidad

Sin embargo la pregunta, tal y como se planteó en aquella ocasión, buscaba el contraste. Podría haberse enunciado de otra forma. «¿Por qué hemos de ser las mujeres el apoyo del hombre y no se busca la reciprocidad? ¿Cuántas grandes mujeres permanecen inéditas?».

Parece que va a tener algo de razón Kierkegaar, cuando hablando de la madre y mujer silenciosa afirma que parece no tener historia. Hay en todo ello una pequeña o gran injusticia. Esa historia ha de escribirla su marido cuando aprovecha cualquier ocasión para montar la joya que tiene entre las manos y le brinda la oportunidad para lucir sus quilates.

Cuestión de amor

Entremos en el fondo: siempre es cuestión de amor. En el amor hay siempre admiración y reconocimiento de toda la potencialidad que es capaz de desarrollar el ser querido. Quien ama, no debe estar ciego para ver las limitaciones que nos «adornan» a cada uno, pero ha de estar mucho más atento a descubrir las capacidades que ni el otro mismo conoce. Sería injusto por parte del marido, bajo una capa de comodidad, conformarse con administrar dos halagos, que anestesien en la mujer su capacidad de llegar más lejos, en cualquier orden de la vida.

No me «duelen prendas» para afirmar que hay mucho marido quejoso de que su mujer se ha quedado plana y sin relieve, cuando nunca se molestó lo más mínimo en animarla a que enriqueciera su personalidad.

Cultivar la sensibilidad

Espero que no se traduzcan mis palabras solamente en sintonía de promoción profesional o social. Me estoy refiriendo a brindar oportunidades a la mujer para que cultive cada día su sensibilidad, su inteligencia, su acervo cultural.

La comunicación en el matrimonio, de la que tanto se habla, o tiene como finalidad el intercambio de saberes, sentimientos, ideas y experiencias que se trasvasan del uno al otro, o en vez de comunicación es una corriente de aire.

Mayor nivel de excelencia

En el matrimonio el vampirismo está prohibido. Nadie puede vivir a costa del otro. Cuando los dos aporten lo mejor de ellos mismos la resultante alcanzará mayor nivel de excelencia.No cabe duda de que para la mujer se ha dado un gran avance en este terreno aunque haya tenido que dejarse, en ocasiones, jirones de humanidad en el empeño, porque se han planteado las cosas en términos de confrontación más que en los de colaboración. Es preciso adelantarse para aupar al otro, ayudarle antes de que lo pida, ser impulso creador y positivo mas que freno perezoso y cómodo.

Estímulo positivo

Tenemos mucho que aprender el uno del otro y no se ha descubierto mejor motivación que el estímulo positivo.Esto supone esfuerzo para relevar a la mujer muchas veces en las tareas más rutinarias. Significa también despertar inquietudes y curiosidades, cualquier que sea la época de la vida. Nunca es tarde para aprender, para reflexionar, para encontrar nuevas aficiones, para ampliar horizontes.

La pregunta de esta mujer, significaba un amable reto a los hombres que asistían a la reunión. Dadnos cancha para crecer, -parece decirles-. Apoyo para desplegar lo que llevamos dentro. Para lograrlo es fundamental que valoréis lo que supone nuestra aportación.

Andar contracorriente

No hay cosa más desalentadora que pedalear en vacío. No buscamos espectáculo, pero la indiferencia nos deprime. Somos capaces de atender a la vez el requerimiento de la familia, el profesional, el social, porque nuestra tenacidad, nos lleva a dar un paso detrás del otro, sin detenernos. Tenemos una capacidad especial para crecer hacia dentro y andar contracorriente, pero sin abusos.

Puestas a clavar los pies en el suelo somos implacables. Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer y detrás de una gran mujer hay un gran hombre. Hay que estar alerta para que esa grandeza sea mutua, pero hoy por hoy, mi amable interlocutora, deslizaba un toque de alerta.  Pienso que los hombres tenemos que escucharla.  Aunque sea sólo por «egoísmo», pues nos va mucho en el empeño.

Antonio Vázquez. Orientador familiar. Especialista en el área de relaciones conyugales

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