La consecuencia del amor es la familia. Y surge del amor entre dos personas diferentes pero con la misma dignidad, cuando se enamoran y deciden quererse por siempre, pase lo que pase.
Pero, ¿cuál es la finalidad de la familia? ¿Es un invento de los hombres? La familia no es un invención social. Es una institución natural que protege a la persona, a cada vida que viene a este mundo. Significa que es algo ya impreso en la naturaleza y en el corazón de cada uno. Por eso ha existido siempre y es la tradición más antigua de la humanidad.
El hombre es un ser familiar, puesto que nace necesitado, es un ser relacional, y también necesita cariño al final de su vida. Es en la familia donde cada persona se hace persona, gracias al amor de los padres, a su cariño, a su dedicación, a su ejemplo, a su integridad y coherencia, porque es el lugar del amor incondicional. Y es incondicional porque se nos quiere por lo que somos y no por cómo somos o lo que valemos.
Se podría decir que la familia es una comunidad de personas vivificada por el amor. O como expresa Pedro Juan Viladrich, «el lugar natural privilegiado en el que es posible nacer, vivir, y morir como persona», con la dignidad que implica.
Y es en la familia donde se realiza cada persona, donde puede darse y ser acogida, donde se la quiere sin condiciones y donde tiene un ambiente de libertad para configurar su existencia. Y como cada persona es un «ser de aportaciones», se realiza cuando se trasciende a sí misma, cuando se preocupa de los demás, cuando es capaz de amar.
La familia nace del amor. Y como de él pueden surgir nuevas vidas, es preciso que las proteja de forma permanente.
Solo la familia es capaz de proporcionar ese ambiente estable, lleno de amor, donde crecen las personas y donde es posible su realización.
Como escribió Chesterton, «el sexo es un instinto que produce una institución, que es la familia.» Pero esa institución tiene muchos aspectos que no son sexuales y confieren su estilo familiar. «Si el sexo es la puerta de la casa, la casa en mucho más grande que la puerta.»
Amar es un dar y recibir recíproco. Cada uno tiene algo específico suyo que puede regalar. Y cada posible donación se corresponde con una necesidad del otro. Por eso es preciso ser comprensivo, generoso y empático para percibir las necesidades del otro y cubrirlas con elegancia. Y el poder dar la vida a otros seres humanos, el convertirse, gracias al amor, en madres y padres, dignifica a la persona porque se trasciende ella misma por amor.
De ahí nace la autoridad de los padres y el agradecimiento por parte de los hijos, por su existencia. Entonces, la misión de la familia es construir a la persona en un ambiente de cariño y libertad porque transmite eficazmente los valores que dan sentido a la vida. Es decir, formar personas civilizadas que sepan amar y, de ese modo, puedan ser felices.
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