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Comenzar y recomenzar con optimismo

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Por María José Calvo. Médico de familia

Estamos de nuevo ante un próximo curso. Cuando hay niños es más fácil meternos en la rutina diaria de colegios y trabajo. De todas las formas, siempre hay que poner ilusión en esta nueva etapa para descubrir esos brillos que se esconden en las circunstancias cotidianas. Hay que saber mirar con asombro, con ‘ojos nuevos’, como cuando éramos niños.

Necesitamos una actitud optimista de lucha, de comenzar y recomenzar, porque siempre hay algo que se puede hacer en cualquier situación. Además, nos facilita las relaciones interpersonales, especialmente en la familia y en pareja. Por eso es bueno fomentar el optimismo en la propia familia, porque el ambiente de aceptación, de confianza y cariño hacia cada uno, es lo que nos da seguridad ante la vida -a cualquier edad- y nos ayuda a crecer como personas.

Además, confiar es creer que hay en el interior de cada uno algo bueno y bello que lucha por salir. Y de ese modo, lo permitimos, le damos la oportunidad de que lo desarrolle, también en la propia pareja.

El optimismo es una forma de afrontar la realidad y de enfocar las cosas. Es la actitud que tenemos ante la vida y también se puede aprender»

Ser optimista es como ponerse un ‘filtro’ en la mirada que nos permite ver la belleza de lo bueno y descubrir lo mejorable para optimizarlo. Sin embargo, no se trata de esperar pacientemente que todo ocurra de forma positiva, sino que intentamos que eso ocurra. Y si unimos el optimismo con esa actitud positiva de lucha, podremos llegar más lejos.

Como señala Elisabeth Lukas, «con una actitud positiva se puede sacar provecho hasta de la situación más amenazadora, mientras que, con una actitud negativa, hasta una estancia en el Paraíso puede resultar insoportable».Es preciso que nos pongamos unas «gafas tintadas» para ver lo bueno de los demás, esas cualidades singulares de cada uno, sus fortalezas, sus buenas actitudes y virtudes, y no tanto lo que hacen mal. Y así hacerlo notar, agradecerlo y poder apoyarnos en ello a la hora de esforzarnos por cultivar unos hábitos que queremos desarrollar. Es más eficaz ser «buscadores de tesoros», que cazadores de defectos.

Decía Chesterton: «El optimista mira a los ojos, el pesimista a los pies», porque el optimista ve oportunidades en cada calamidad, y no calamidades en cada oportunidad. En el amor en pareja es necesaria esa actitud positiva de lucha por dar lo mejor de cada uno, cuidar el amor cada día y estar pendiente de tener detalles con el otro para que se sienta muy querido, porque es la única forma de que desarrolle lo mejor de él.

Además, el optimismo nos permite crecer, en ese clima de confianza y cariño. De esta forma, seremos buenos líderes de nuestros hijos porque les motivaremos con nuestro cariño y nuestro ejemplo. Y, como consecuencia, tendremos una vida más plena, al tiempo que haremos felices a todos los que nos rodean, porque el optimismo es ‘muy contagioso’. Y todo ello nos torna alegres, puesto que la alegría y la paz son la resultante de esa lucha esforzada.

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