«La pedagogía del asombro» era el título de aquel artículo que tanto me impactó hace unas semanas. ¡Qué importancia entraña el saber asombrarse oportuna y adecuadamente! En efecto, asombrarnos del propio cuerpo y sus movimientos, del respirar y mirar, ¡del vivir!. Y quien no sabe hacerlo ¡cuánto se pierde!
Asombrarse es dar importancia, valorar, tomar conciencia de algo extraordinario. Y no importa que se trate de lo extraordinario en el curso de lo ordinario.
Quienes saben asombrarse aprenden a tomarle el pulso a la propia vida, se descubren ricos en el vivir, con un fino paladar para los acontecimientos y vivencias. Y la consecuencia viene a ser el gozo, la alegría y el buen humor que como casi todos los bienes nunca vienen solos. Cuando sabemos asombrarnos se establece un mecanismo psicológico de retroalimentación por el que la alegría del vivir abre las puertas a nuevos cauces de felicidad y de sorpresa.
Un estupendo principio antropológico enseña que al igual que la alegría y el gozo aumentan cuando se comparten, el dolor y la pena se reducen al ser comunicados. Tal como afirmaba Pitágoras «Si quieres multiplicar tu alegría, deberás partirla y repartirla». ¡Qué sabiduría entraña obrar así en el día a día!.
Hay que apostar por el optimismo. Que bien lo expresaba Gregorio Marañón en el lema de su «ex libris»: «Si la pena no muere , se la mata».
El que sabe admirar y contemplar en sus itinerarios de cada día encontrará mil motivos para el asombro gustoso: la posesión del don de su propia vida y de la ajena, los talentos que administra, el cariño que recibe y otorga, la conciencia de la propia trascendencia y quizá de su personal filiación divina, etc.
Gracias a nuestra peculiar integridad psicosomática entre los factores integrantes -lo bio-psico-socio-espiritual- siempre habrá puntos de apoyo para recrear o reconstruir nuestra felicidad. ¿Qué hay que aprender? lógicamente. Somos algo muy grande y a la par harto menesterosos. De ahí que sea tan propio del hombre el comenzar y recomenzar, rectificar y aprender a vivir. Es el modo de llegar.
Una piedra en el caminome enseñó que mi destinoera rodar y rodar,pero me dijo el arrierono hay que llegar el primeroque lo que importa es llegar.
¡Llegar! ¡Y llegar felices! Saber ver, querer mirar. Y ¡siempre amando! Pruébalo. De seguro que puedes. Y ¡cuánto te alegrarás!.
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