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Retos de la familia ante la llegada de un nuevo bebé

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Superamos el embarazo, superamos el parto y, solo unos días después de que haya nacido el último miembro de la familia, nos dicen en la clínica que ha llegado el momento de volver a casa. Ahora nos esperan meses de noches sin dormir, de llantos que parecen no acabar y de esquemas de vida que se ven trastocados. ¿Qué podemos hacer para mantener la calma en el seno familiar?

Pesa solo alrededor de tres kilos, no es capaz de articular palabra ni de hacer nada por su cuenta, salvo llorar y manchar pañales. Y sin embargo, el último en llegar a la familia, el más pequeño de todos, el de menor antigüedad, es capaz de trastocar completamente la vida, hasta entonces razonablemente ordenada, de todos aquellos con los que comparte techo.

A los padres nos compete el difícil equilibrio de cuidar al recién llegado sin descuidar a los que ya estaban aquí: el matrimonio y el resto de los hermanos. No es tarea fácil pero tampoco imposible.

No perder la calma ante la llegada de un nuevo bebé

«De padres nerviosos, hijos nerviosos». Este categórico dicho popular tiene bastante de cierto porque los nervios se contagian con mucha facilidad y, producto del estrés, la vida parece más complicada, los pequeños retos a los que nos tenemos que enfrentar se nos hacen insalvables.

Cuando acaba de llegar un hijo a la familia, la cantidad de situaciones en las que las cosas no salen como esperábamos se multiplican de manera exponencial.

Mantener la calma no solo nos hará gestionar mejor esos imprevistos sino que generará un clima más amable en el resto de la casa.

Sobre el papel es sencillo pero, ¿qué hacemos cuando un bebé nos reclama al mismo tiempo que otro está en la bañera y además llaman al teléfono? La clave para mantener la calma es establecer rápidamente prioridades y, una vez hemos decidido, dejar de agobiarnos por aquello que no podemos alcanzar. La llamada de teléfono puede quedar para otro momento e incluso al bebé no le pasará nada por llorar un momento mientras sacamos a su hermano de la bañera. No se trata de educar con desapego a los bebes y no atenderlos cuando lloran, sino de saber que no les va a pasar nada por llorar, que no corren peligro alguno metidos en la cuna y que en un momento dado hay otras urgencias ‘más peligrosas’ a las que merece la pena prestar atención prioritaria.

Adecuar los horarios del bebé: un reto para la familia

Hay muchos estilos de crianza y las matronas y pediatras que se ocupen de nuestro bebé nos recomendarán lo que crean más adecuado. Pero ya nos indiquen una alimentación a demanda, ya nos animen a mantener unos horarios más fijos, podemos ir organizando las tomas de modo que los tiempos del recién llegado se puedan adaptar de la mejor manera posible a los tiempos de los que ya estaban.

De la mejor manera posible significa que necesitaremos una enorme flexibilidad para las muchas ocasiones en las que los horarios se descuadren. Sin embargo, podemos planificar un poco las jornadas para que los momentos importantes del resto de la familia no colisionen con las tomas del bebé. De igual manera, podemos ajustarnos para duplicar tareas: la siesta del recién llegado puede ser el paseo que damos hasta el colegio de los mayores.

Reservar un tiempo para cada uno

Esta es el mayor de los retos, pero merece la pena intentarlo para limitar el impacto de la llegada de un nuevo miembro a la familia. Un cuidado especial es el que tenemos que dedicar al padre. Está claro que la madre necesitará de mucha ayuda después del parto, pero es importante implicar al varón en las nuevas tareas, mostrarle que sigue manteniendo su papel en la casa y evitar que se sienta arrinconado, inútil. Del buen funcionamiento del matrimonio depende el de toda la familia.

Con los demás hijos, cuando los hay, la ecuación es más complicada porque el recién llegado demanda mucha atención.

Y no son pocas las ocasiones en las que nos tocará hacer un sobresfuerzo para sacar tiempo de donde no lo hay. Una buena idea es utilizar los muchos ratos de lactancia, si el bebé come bien y tranquilo, para hablar tranquilamente con el resto de los hijos. Después podemos hacerles partícipes del cambio de pañales, que lo cojan un rato o que lo acunen.

Turnos para recuperar sueño

El responsable de muchos de los momentos tensos que se viven en los primeros compases de la vida de los bebés no es otro que la falta de sueño. Aunque estamos preparados para romper los ciclos de sueño para atender a las demandas de un bebé, el cansancio acaba pasando factura.

Cuando el recién nacido es el primer hijo en llegar a la familia, es más fácil encontrar huecos para recuperarse del cansancio. Se pueden aprovechar las siestas del bebé para descansar. Pero cuando hay más niños en la familia y las tareas se multiplican, es más difícil acomodarse a esos ritmos. Una buena opción es que, si la madre da el pecho al bebé, pueda irse a descansar en algunas de las tomas tan pronto como acabe y deje al padre el resto de tareas: cambio de pañales, gases… Incluso si el médico lo considera se puede introducir un biberón de leche materna en la última toma del día que dará el padre para que la madre pueda dormir varias horas seguidas. Cuando hay solo biberón, algunas parejas se organizan de modo que uno de los dos pueda dormir una noche seguida.

Pedir ayuda a la familia

Puede ser un rato libre para descansar, quizá todo nuestro agobio radica en que tenemos que ir a comprar algo y no encontramos el momento, o nos sentimos mal porque no podemos llevar a otro de nuestros hijos a un cumpleaños que le hacía especial ilusión. Muchas de las tareas que nos generan estrés en los primeros compases de la paternidad se pueden delegar en otras personas. Y en nuestra cultura es fundamental el apoyo del resto de la familia.

En ocasiones, esta petición de ayuda requiere de un paso previo: saber que no somos imprescindibles y que otras personas pueden hacer igual, o casi igual, lo que nosotros hacemos. Las tareas del bebé son las que menos se pueden delegar, aunque sí podemos dejar algunas. Otras tareas como las de la casa, compras o la atención a los hijos más mayores pueden hacerlas los tíos o los abuelos en momentos puntuales.

Ser realistas en los objetivos

El refrán español que afirma que quien mucho abarca, poco aprieta, cuadra bien en estos meses. Rebajar los grados de exigencia ayuda a no perder la calma o a no caer en la tristeza por lo que no se ha alcanzado. Cuando se planifican las actividades que se van a hacer en el día, conviene dejar margen de tiempo suficiente para los imprevistos que, previsiblemente, van a tener lugar en la jornada.

Y esos objetivos tienen que estar adaptados a las circunstancias para que sean realizables. Conviene rebajar los niveles de exigencia en cuestiones como la limpieza de la casa o el cumplimiento estricto de los horarios. Sabemos que todo volverá a su lugar en solo unos meses pero nos relajará el no imponernos más de lo que podemos hacer.

Todos somos partícipes de las tareas del hogar

Es un momento perfecto para implicar al resto de los miembros de la familia en las tareas del hogar. Los niños están deseando poder ayudar, hacer algo útil. Es verdad que no harán todo bien, pero lo intentarán con ilusión y, además, avanzarán mucho en la mejora de su autoestima.

Ocurre igual con el padre. Tareas que habitualmente realiza la madre pueden cambiar de manos con gran éxito. Mostraremos con el ejemplo cómo la unidad familiar es capaz de sacar adelante aquello que interesa al conjunto, una lección muy buena para que todos aprendan a ser generosos con lo que interesa a los demás.

María Solano

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