El desarrollo de los más pequeños es un asunto que preocupa a todo padre. ¿Quién no desea ver a sus hijos de todas sus habilidades y destrezas? Sin embargo, en ocasiones aparecen problemas en el crecimiento de los menores y saber reconocer las primeras señales ayudará a poner solución a estas situaciones y asegurar que estas experiencias sean lo menos traumáticas para los niños.
Por ello, desde la Asociación Española de Pediatría y Atención Primaria, AEPap, se dan los siguientes consejos para poder reconocer problemas en el desarrollo de los más pequeños y poner solución tan pronto como sea posible a estas situaciones. Desde alteraciones en la evolución del aparato motor como a nivel intelectual.
¿Distinta evolución o problemas?
Desde AEPap señalan, en primer lugar, que no todo desarrollo es idéntico. Si bien hay unas pautas más a o menos comunes a todo niño, cualquier desviación de la misma no quiere decir que exista un problema a atender. Esto no quiere decir que no haya que preocuparse ante determinadas señales que hagan saltar las alarmas, de hecho, los padres se convierten en la mejor fuente de información para los pediatras.
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Toda esta información debe ser transmitida a los pediatras en las visitas correspondientes durante el desarrollo de los más pequeños. En los dos primeros años de vida las revisiones son bastante frecuentes y se inician ya en el recién nacido, después a los 15 días, al mes, a los 2, 4, 6, 12, 15 y 18 meses.
Estas visitas son muy importantes a la hora de prevenir problemas al detectar las primeras señales y de esta forma poder salvar estos obstáculos, o trabajar desde el minuto uno en caso de trastornos como la hiperactividad. Estas son algunas de las situaciones en las que los padres deben encender las alarmas:
– Si el niño pesó al nacer menos de 1500 grs o nació antes de las 34 semanas de gestación.
– Si hubo algún problema durante el embarazo o parto, como: infecciones, situaciones de asfixia, elevación importante de la bilirrubina, reanimación o ventilación artificial.
– Cuando el niño padece algún trastorno genético o metabólico.
– Cuando se produce cualquier situación, en la que el niño pueda estar privado de estimulación o de afecto. (Por enfermedades que requieran hospitalización, situaciones familiares etc*)
– Cuando hay algún antecedente en la familia que pueda repetirse.
Señales de alerta
Como se ha dicho antes, la presencia de estas señales no quiere decir que exista un problema. Lo que sí indican desde AEPap que en estos casos lo mejor es aprovechar las visitas al pediatra para dar a conocer estos síntomas e iniciar un seguimiento:
– 1 mes. El bebé no fija la mirada, no levanta la cabeza cuando se le coloca bocabajo y se muestra irritable sin causa clara.
– 3 meses. El bebé presenta ausencia de sonrisa social, no fija la mirada ni interactúa con otros pequeños. Tampoco responde a estímulos auditivos ni posee control cefálico. Sus movimientos presentan asimetría.
– 6 meses. El bebé no muestra interés por su entorno ni balbucea. Muestra escasa expresividad y se adapta a los cambios con gran dificultad. Tampoco manipula objetos.
– 9 meses. El bebé no balbucea ni da señales de reconocer a los padres. Presenta dificultad para mantenerse sentado y es incapaz de voltearse. Tampoco puede retener los objetos.
– 12 meses. No reclama la atención de un adulto ni extraña a sus padres en su ausencia. No imita los gestos de aquellas personas que lo rodean ni explora sus juguetes. Es incapaz de pronunciar sílabas o de sentarse de forma estable.
– 18 meses. Es incapaz de andar de forma autónoma, presenta problemas a la hora de dar órdenes sencillas. No retiene los nombres de los objetos que le son conocidos y no expresa emociones. Episodios de cólera y dificultad para calmarse.
– 2 años. No imita a los adultos que lo rodea, es incapaz de señalar una parte de su propio cuerpo y presenta una ausencia total de lenguaje. No comprende ni realiza órdenes.
Damián Montero
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