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El vínculo de apego con tu bebé

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El víncolo afectivo con tu bebé
Foto: ISTOCK Ampliar foto

Saberse amado y saber amar, quizá sea el gran éxito de la vida y, posiblemente, su aprendizaje comienza desde el nacimiento, desde la separación de un confortable vientre materno a un mundo desconocido, que de momento se le presenta a vuestro bebé como frío y hostil. Aquí comienza vuestro papel de padre y de madre a través del vínculo de apego. Aquí se empieza a poner la base de esa personita que será más o menos feliz, y más o menos segura de sí misma, dependiendo de que hagamos «un buen apego».

El vínculo afectivo y, sobre todo, un buen apego es la relación afectiva estable, de seguridad y confianza, que se establece entre el niño recién nacido y las personas más íntimamente ligadas a él. Normalmente esta persona es en primer lugar la madre, aunque el padre también tiene un papel importante. El buen apego es el resultado de la interacción entre ambos; es la base de confianza y seguridad que, a medida que el niño va creciendo, propiciará su saludable desarrollo emocional, psíquico, intelectual, físico, incluso espiritual.

Desarrollar un buen apego entre los papás y el bebé

La función propia del vínculo de apego es la protección. Es el momento de dar seguridad. Al nacer, vuestro bebé pasa de haber estado el vientre de mamá con «todo tipo de comodidades», a encontrarse en un mundo que le puede parecer hostil. Comienza a sentir frío, hambre, sueño, ciertas molestias… Quien le hace comprender en primer lugar que el mundo es grato y que es muy querido eres tú, su madre, y un poquito más tarde, aunque también en lugar prioritario, su padre. Si justo después del nacimiento el niño vuelve a escuchar el corazón de su mamá y todos los sonidos que le han acompañado durante la gestación, si nota el contacto caliente con la piel de su madre, está recibiendo mensajes de acogida, calidez y seguridad.

Hay ocasiones en las que esto no es posible (por enfermedad), por lo que el apego se hará de otra manera y no por ello habrá un daño para el niño; pero si se puede, es el mejor recibimiento.

Las conductas que desarrollan el vínculo de apego con el bebé

Al nacer, vuestro hijo necesita sentir que el mundo es grato. Por ello en los primeros meses, al llorar reclama ser atendido, cogido en brazos. A medida que va haciéndose mayor (4-6 meses) va aprendiendo lo grato del mundo y habrá que ir estableciendo pautas, límites para que vaya adquiriendo patrones de funcionamiento, que también le darán seguridad; pero siempre después de que «haya comprobado que el mundo no es hostil» y que sus padres, especialmente su madre, son permanentes y le dan seguridad. A partir de este momento, será cuando en ciertos momentos cogerle sea no ayudarle. De todas formas, las madres deben desarrollar ese sentido de distinguir cuándo está necesitando una atención, de cuándo está «queriendo saltarse el límite».

Realizar un buen apego es vital en el desarrollo de nuestro hijo, ya que nos jugamos que en el futuro se sienta y se sepa competente personal, emocional y profesionalmente. La vida de las personas nunca está absolutamente determinada por cómo haya sido su infancia, pero el apego que se haya vivido en la infancia sí condiciona el tipo de relaciones que en el futuro se establecen, el tipo de respuestas sociales, emocionales, etc., que uno da.

No podemos delegar la paternidad o la maternidad. Excepcionalmente puede ser una ayuda que las personas que cuidan a los niños favorezcan el descanso de la madre cuando es necesario. La persona cuidadora está para cubrir esos espacios que los padres por imposibilidad no pueden cubrir, pero cuando el padre o la madre están en casa son ellos los responsables de los hijos.

Distintos tipos de apego

–   Apego seguro. Es el apego sano, en él la madre se constituye como base segura desde la que poder explorar el mundo. Niños felices y con capacidad de desplegar sus talentos.

–   Apego inseguro-resistente o ansioso-ambivalente. Madres muy pegadas a sus hijos. Niños inseguros en el futuro.

–   Apego ansioso-desorientado. Desorganizado. Los niños de este grupo parecen aturdidos y tendentes a la depresión, confusión o aprensión. Apenas existe contacto ocular. Es frecuente que los padres de estos niños tengan problemas psíquicos.

El vínculo afectivo con tu bebé

–  Tu hijo tiene necesidad de protección afectiva, efectiva y sentida.

–  Aunque lo veas tan chiquitín, tu bebé realiza conductas que piden una vinculación afectiva con vosotros: expresiones faciales, contacto ocular, sonrisas, llanto, conductas de aproximación, asirse, imitación.

–  Si la madre trasmite a su hijo este sentimiento de seguridad, el niño (por muy pequeños que os parezca) se siente con capacidad de autonomía y de seguridad para ir separándose de ella (a su debido tiempo).

–  Si no das el pecho a tu hijo, recuerda que un biberón bien dado, una dedicación exclusiva, los mensajes de sosiego, de seguridad, etc., establecen también un estupendo apego. No es tanto el «medio» que se utilice, sino el modo como es haga.

En ocasiones, parece que no disponemos de tiempo para atender al más pequeño de la casa, por esta razón es bueno recordar que todos los momentos cotidianos en los que se está atendiendo al bebé son idóneos para desarrollar el buen apego: al darle de comer, al cambiarle el pañal o la ropita, durante su baño diario, dándole masajes después o antes de éste, etc.

En cada uno de estos momentos debemos trasmitirle un mensaje táctil: «tú eres muy importante, te quiero, te estoy cuidando, siéntete seguro», favorecido si es posible por un contacto visual y un mensaje verbal de tranquilidad, seguridad.

Ana Aznar
Asesora: Marta Casas Sierra. Pedagoga, Orientadora Familiar, Experta en Terapia Familiar.

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