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Niños que no quieren comer

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La falta de apetito de un bebé o niño puede tener diversas causas que hay que tratar de averiguar cuanto antes. El primer paso, como siempre, es acudir al pediatra para que descarte cualquier factor orgánico que pueda afectar al niño que no quiere comer. Tanto si nuestro hijo es poco comedor, como si lleva varios días mostrándose bastante inapetente, debemos procurar no obsesionarnos si no quiere comer.

En el primer caso, lo más probable es que hayamos acudido ya al pediatra para descartar cualquier problema digestivo y nos habrá hecho algunas recomendaciones para aliviar la situación. En el segundo caso, si la inapetencia es repentina, además de acudir al médico, tendremos que fijarnos más en si el niño crece y engorda sin problemas, que en la cantidad de comida que ingiere al día.

No hay que obsesionarse cuando el niño no quiere comer

En cualquier caso, en ambas situaciones la actitud paterna es algo fundamental, ya que existen 7 grandes errores que los padres solemos cometer cuando enseñamos a los niños a comer. Y es que si somos los que siempre estamos a vueltas con la comida, obligando al niño a terminarse completamente su ración, lo único que estaremos consiguiendo es que nuestro pequeño termine por odiar sentarse a la mesa.

Los motivos más usuales por los que los niños de estas edades suelen dejar de comer pueden llegar a ser tan simples como que no les gusta la textura o color de nuestra comida; que se dediquen a picotear entre horas; que sean unos auténticos «rabos de lagartija»; que les esté saliendo algún diente o que les cueste mucho estar quietecitos media hora para comer… De ahí que nuestra actitud, tranquilidad y maña sean fundamentales a la hora de que el niño aprenda a comer correctamente.

6 ideas útiles para que el niño coma

1. Cuando vamos a comer, dejamos de jugar. Procura calmarle y relajarle antes de sentarle a la mesa. Así, conseguiremos evitar que el niño asocie el comer con dejar de jugar.

2. Un buen truco: simula que también damos comida a su muñeco preferido. El clásico «una cucharada para Pepito… y otra para ti» suele ser realmente efectivo.

3. Regula su horario de comidas. No dejes que se pase la hora de la comida del niño. Si lo hacemos, lo más probable es que se le termine por quitar el hambre, por lo que será realmente difícil darle de comer después.

4. Evita dar al niño líquidos antes de la comida. De este modo, sólo estaríamos contribuyendo a que se le llene el estómago y perdiese gran parte del apetito.

5. Intercambia el orden habitual de los platos en función de las necesidades específicas de nuestro hijo. Si lo que el niño necesita son más proteínas, démosle antes el filete que el puré. Así, si deja este último, no importará tanto como si se niega a comer la carne.

6. Alterna los alimentos que le gustan y los que no. Cuando le presentamos un plato que le desagrada, no es raro que se niegue en redondo a comérselo. Por ello, procuraremos alternarle en el día sus comidas favoritas con esas otras que tanto le disgustan. Así podremos asegurarnos de que, por lo menos, un par de raciones al día han sido buenas.

Aprendiendo a comer

Y hablamos de aprender a comer porque, aunque no lo parezca, a los niños, buenos y malos comedores, hay que enseñarles desde pequeños a adquirir buenos hábitos alimenticios. Para conseguirlo, no debemos dudar en recurrir a multitud de pequeños trucos que harán más llevadera para todos la temida hora de la comida.

Así, por ejemplo, si hemos notado que a nuestro hijo le desagrada un alimento determinado, podemos ayudarle procurando disfrazar ese sabor que tanto le repugna. Para conseguirlo, sólo tendremos que camuflarlo con otros sabores que habitualmente le atraigan más (bechamel, salsa de tomate, etc.). Lo importante, en cualquier caso, es que a pesar de que le gusten más unos alimentos que otros, nuestro hijo coma de todo, en grandes o pequeñas cantidades incluso, pero que no sea sólo lo que el niño quiera.

Otro de los problemas más comunes a estas edades es lo tremendamente inquietos que son los niños: ¿comer pudiendo estar trasteando por toda la casa y divertirse a sus anchas? ¡De eso nada! Precisamente por ello, no debemos acostumbrarle a comer rodeado de juguetes o entretenimientos. Desde pequeño, el niño debe aprender que el tiempo de la comida es sencillamente para comer relajadamente. Para ayudarle, siempre que notemos que nuestro hijo está especialmente nervioso o disperso, podemos intentar calmarle contándole un cuento o hablándole tranquilamente con voz suave.

Horarios fijos de comidas

Así mismo, debemos procurar ser especialmente estrictos en lo que a los horarios se refiere. Si desde el primer día establecemos en casa un horario fijo, no sólo nos resultará más sencillo planificarnos el día, sino que además nos servirá para evitar peleas con la comida en familia y estaremos creando un importantísimo reflejo en nuestro hijo: la sensación de apetito.

Y para los niños menos comedores, no renunciemos a probar el «truco» del ejercicio. Que el deporte abre el hambre es un hecho por todos conocido. Precisamente por ello, podemos inducir a nuestro pequeño a que haga cuantas más actividades mejor. A estas alturas, ya puede moverse por la casa… pues dejemos que lo haga libremente bajo nuestra mirada atenta.

Por último, recordemos que la seducción es un arma sumamente útil. Echemos por tanto mano de ella, con el fin de convencer a nuestro pequeño de que la comida está realmente deliciosa. Y es que, son muy poco los niños que suelen resistirse a un «qué rica comida está preparando mamá».

Marisol Nuevo Espín

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