Al nacer, el bebé se encuentra frente a un mundo desconocido, donde todo parece distinto a como lo percibía en el vientre de su madre. Los padres podéis dar a vuestro hijo lo que tanto necesita para que no se sienta inseguro, intranquilo y con miedo a lo desconocido. Sólo el 10% de la comunicación emocional se expresa mediante las palabras. El 90% restante proviene de los comportamientos que las acompañan.
En los primeros momentos de la vida del niño, las personas llaman especialmente su atención. El bebé tiene entonces dos tipos de conductas: conductas iniciales (estereotipadas, simples, reflejas, repetitivas) y conductas específicas (dirigidas a incrementar y prolongar la interacción entre el niño y el adulto: el llanto, la sonrisa, balbuceo, gestos, etc.).
Los bebés no paran de comunicarse
Los bebés no dejan de comunicarse continuamente, pero con un lenguaje sin palabras: a través del tacto, del llanto, de la expresión facial, de la postura y de la tensión corporal. Es decir, con el lenguaje de las emociones. A través de él, los padres podréis comprender mejor a vuestro hijo y ayudarle en su desarrollo psicológico y social, además de fortalecer los vínculos familiares y la autoestima del niño.
Estudios recientes en este campo aseguran que sólo el 10% de la comunicación emocional se expresa mediante las palabras; el 90% restante proviene de los comportamientos que las acompañan, es decir, gestos, contacto visual, postura, tono e inflexión de la voz. Esto es aún más real con los bebés, al tener sus habilidades lingüísticas limitadas.
Observa atentamente a tu bebé
Para comprender el lenguaje de vuestro hijo, en primer lugar es necesario aprender a observar atenta y objetivamente. Realmente no es tan fácil tratándose de los propios hijos, pues a veces proyectamos sobre ellos nuestros propios sentimientos o ansiedades, buscando lo que no hay; y esto corre tanto para defectos, como para las virtudes.
La observación objetiva comprende las grandes señales, es decir, los aspectos evidentes en el bebé: su expresión facial, gestos, posturas y el movimiento; y las pequeñas señales: color de la piel cuando llora, modo en que cierra los puños cuando le duele algo o, la forma en que abre los ojos al sentirse confundido. Las madres en general lo definen como la intuición, la sensación que tenemos cuando «sabemos» que al niño le ocurre algo, pero no podemos explicar el porqué. Son señales muy sutiles y requiere práctica percatarse de éstas. Llevar un registro de ellas es un excelente método.
El llanto dice mucho de lo que no expresa el bebé con palabras
Es la herramienta de comunicación por excelencia de los bebés. Cuando lloran expresan sus necesidades, con un llanto específico para cada una de ellas. Los científicos han identificado al menos 12 tipos, de los que destacamos ocho:
Hambre: el más común. Comienza con un gemido rítmico para estallar a los pocos minutos en un llanto fuerte y corto, seguido de una pausa para tomar aliento. No cesa hasta que se le da de comer.
Saciedad: hasta los seis meses un bebé no es capaz de regular su ingesta de alimentos, por lo que seguirá succionando, incluso si no lo necesita. Si devuelve mucho y está inquieto después de comer, está indicando que necesita menos tomas y más frecuentes.
Cansancio: lo más probable es que se muestre inquieto. Tal vez suelte unos lloros sin ritmo e irregulares, en cuanto a tono y volumen. También puede golpearse las orejas, chuparse los dedos o frotarse los ojos. Se resistirá a cualquier esfuerzo por distraerle o jugar con él, girará la cabecita y cada vez se mostrará más agitado, pues lo que realmente desea es descansar.
Dolor: es un llanto que arranca sin preámbulos, alto, largo y estridente. Tras soltar un alarido de dolor, el bebé hace una pausa prolongada, como si estuviera aguantando la respiración. Cuando vuelve a llorar, su cuerpo está tenso, con manos y pies levantados, la boca muy abierta y una expresión de profundo malestar.
Enfermedad: puede ser un llanto agudo y nasal, parecido al del dolor, pero más débil. Estará enrojecido y tal vez caliente al tacto.
Necesita cambio de pañal: cuando está molesto tras hacer sus necesidades, llorará muy fuerte, como si le doliese algo, lo que en ocasiones puede ser el caso si el pis irrita algún rasguño.
Temor: suele ser repentino, agudo y penetrante, seguido de un bloqueo para tratar de respirar. Por lo general, termina tan repentinamente como comienza.
Rabia y frustración: se refleja en su rostro y en sus movimientos: mueca de disgusto en la boca, arquea la espalda, echa la cabeza hacia atrás o a un lado, etc. Suele ser un llanto corto.
Lo aconsejable es acudir a consolarlo en breve y calmarlo en unos diez minutos; de lo contrario, el tiempo necesario para tranquilizarse se duplicará entre dos y cuatro veces más.
El lenguaje de los gestos del bebé
A partir de los nueve meses, vuestro bebé usará numerosos signos y señales para comunicarse. Algunos de ellos son «de cosecha propia», mientras que otros son comunes a la mayoría de los pequeños y resultan fácilmente reconocibles.
Las investigaciones demuestran que cuando los padres se toman en serio la utilización de signos para dialogar con sus pequeños, éstos aprenden antes a comunicarse con palabras. Para potenciar esta interacción, es bueno aprender a expresarse a través del lenguaje gestual y enseñar a los hijos signos relevantes o significativos para relacionarse con ellos.
Tanto si son extraídos del lenguaje formal de señas, como si son de invención espontánea del bebé -en cuyo caso habrá que detectarlos y aprender a interpretarlos- la comunicación entre padres e hijos se hará más fluida con toda seguridad. La postura, los gestos corporales y la expresión facial son importantes para el desarrollo de las relaciones, pues incrementan la capacidad del niño para enviar y recibir información acerca de sus sentimientos.
Consejos para entender el lenguaje de tu bebé
– Háblale en un tono tranquilo y cálido para transmitir interés, con voz relajada, pero animada.
– Presta atención a lo que te dice mediante el contacto visual.
– Elimina barreras físicas (el periódico, un libro) o interrupciones (teléfono o televisión) y crea un espacio íntimo que estimule el acercamiento. Busca una distancia que resulte cómoda al niño.
– Presta atención a su necesidad de contacto o apoyo físico; no todos necesitan el mismo grado ni la misma frecuencia. Incluso cuando son mayores, sigue siendo una manera importante de comunicar sus emociones.
Para establecer una sintonía con tu hijo es bueno imitar sus movimientos. Estudios recientes demuestran que cuando imitamos el tono y el volumen de voz de otra persona, (posturas, gestos o su respiración), ésta se siente más a gusto con nosotros y se vuelve más accesible.
Leyre Echevarría
Asesora: Natalia Hurtado Lorenzo. Educadora Infantil
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