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Cómo evitar que tu bebé sea alérgico

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Las alergias no se heredan, lo que se transmite genéticamente es la tendencia a ser alérgico. Es alarmante pensar que en los últimos quince años se han duplicado los casos de alergias e intolerancias alimentarias a nivel mundial. Y el problema es de tal magnitud que en España se estima que el 25 por ciento de la población padece algún trastorno alérgico.

Entonces, cómo evitar que tu bebé sea alérgico. Los motivos de este incremento de las alergias infantiles tienen su origen en varios factores, pero afortunadamente algunos se pueden prevenir potenciando el sistema inmunológico en la niñez.

Cómo potenciar el  sistema inmunológico de tu bebé

Existen cuatro tácticas principales bien documentadas para potenciar el sistema inmune en los bebés. Diversos estudios demuestran que los bebés que las siguen tienen significativamente menor riesgo de padecer alergias, aunque ese riesgo nunca pueda llegar a eliminarse completamente. Estas tácticas son:



1.   Trata de dar exclusivamente pecho a tu hijo durante los primeros meses de vida. La leche materna es la mejor fuente de nutrientes para tu bebé y puede ayudar a prevenir alergias alimenticias a futuro; varios estudios demuestran que los bebés que beben sólo leche materna durante los primeros meses de vida tienen menos riesgo de desarrollarlas. Este efecto positivo es especialmente importante en los primeros 4 meses, aunque se extiende en menor grado hasta los 6 meses de edad. Después de esta fecha, los estudios parecen indicar que no hay diferencias entre los bebés que siguen bebiendo leche materna y aquellos que pasan a tomar leche de polvo.

La lactancia materna durante estos primeros meses disminuye también el riesgo en los primeros años de vida de sufrir dermatitis atópica, enfermedades respiratorias y gastrointestinales, infecciones virales, otitis e intolerancia a la lactosa.

2.   Introduce los alimentos en la etapa adecuada. Empezar a dar alimentos semi-sólidos y solidos a los bebés es un evento emocionante para los padres. Sin embargo, es importante introducir los alimentos siempre poco a poco para poder identificar que ha podido causar una alergia a los alimentos en el caso de que haya una, y así evitarla lo antes posible. Los expertos aconsejan introducir un ingrediente nuevo en la dieta cada semana.

– Comidas específicas. Forman los alérgenos más comunes, como la leche de vaca, los huevos, los cacahuetes, las nueces, el pescado, los mariscos, la soja y el trigo. Existe información contradictoria sobre cuándo es el mejor momento para introducir estos elementos en la dieta del bebé. A pesar de ello, la mayoría de pediatras recomiendan no hacerlo hasta al menos los 10 meses de edad.

– Leche entera de vaca. No se debe introducir en la dieta antes de los 12 meses, ya que, a esas edades el sistema digestivo de tu bebé no tiene la capacidad de digerir todas las proteínas que se encuentran en ella. Adicionalmente, los altos niveles de proteínas y minerales en la leche de vaca podrían sobrecargar los riñones aún inmaduros del bebé.

A partir de los 12 meses, y especialmente hasta los 24 meses, los niños deben empezar a tomar leche entera de vaca, siempre y cuando no desarrollen intolerancia a la lactosa. Estudios científicos han demostrado que a estas edades necesitan la grasa de la leche entera, procedente de un producto sano y natural, para mantener el desarrollo de su cerebro.

3.   Deja que los niños jueguen afuera y se ensucien. El incremento acentuado de alergias en el mundo desarrollado es un tema que ha intrigado a los médicos en los últimos años. Por una parte, se podría argumentar que los instrumentos de diagnóstico han mejorado y que ahora prestamos más atención a las posibles alergias que tienen nuestros hijos. Pero esta explicación por sí sola no es suficientemente para justificar el incremento de personas alérgicas; estudios recientes apuntan a que se debe al exceso de higiene en nuestra sociedad. El sistema inmunológico humano se ha ido desarrollando durante miles de años adaptándose a las necesidades de su entorno; durante éstos el humano estaba expuesto a un ambiente exterior con un alto nivel de suciedad, parásitos y bacterias.

– Exceso de limpieza y vida en casa. Las condiciones en las que vivimos hoy en día son muy diferentes: no solemos pasar tanto tiempo en el exterior, estamos expuestos a un número inferior de bacterias y solemos utilizar productos de limpieza e higiene que eliminan microorganismos en el hogar. Por estos motivos, nuestro sistema inmunológico se ve infrautilizado por falta de estímulos. Los científicos creen que esta falta de estímulos lleva al sistema inmunológico a buscar alérgenos donde no los hay, puesto que éste se ha preparado para combatir grandes batallas y, si no llega el contrincante, hace de cualquier producto (especialmente aquellos elementos que cuestan digerir o metabolizar) un alérgeno.

Diferentes estudios han demostrado que el riesgo de sufrir alergia y asma esta inversamente relacionado con el número de bacterias presentes en las camas, una medida frecuentemente usada como indicador del nivel de higiene de un hogar. De hecho, el número de alergias en países del tercer mundo es significativamente inferior comparado con países más desarrollados.

– Beneficios de jugar con la tierra. Varios estudios han demostrado que la tierra y el lodo son beneficiosos para potenciar el sistema inmunológico de los niños y evitar el desarrollo de alergias, ya que la exposición temprana a los microbios -que se encuentran naturalmente en la tierra- ayudan a desarrollar un sistema inmunológico más fuerte y resistente a enfermedades; otros estudios parecen indicar que otras de estas bacterias activan la producción de serotonina en el cerebro, un neurotransmisor encargado de la regulación del humor, el metabolismo, el apetito y la felicidad.

La producción de serotonina es fundamental en una persona con salud mental sana y de hecho la carencia de una producción de ésta a niveles normales se relaciona con la depresión. Es sano estimular la producción de serotonina pasando tiempo en el exterior, jugando con la tierra o en el césped del parque, ya que refuerza el sistema inmune y estimula los sentidos. Por ello, hay que educar a los niños en una filosofía alterna al «no toques la tierra, te vas a poner enfermo».

Estudios han demostrado también que los niños que no juegan fuera de pequeños suelen frecuentar actividades de reposo en la etapa adulta. Evitar que los niños jueguen rodeados de la naturaleza aumenta el riesgo de obesidad, deficiencia de vitamina D y de padecer desordenes de hiperactividad. Estas actividades deben realizarse con niños mayores de 4 meses, por lo que no se recomienda que bebés menores estén rodeados de tierra y polvo, debido a su sistema respiratorio aún inmaduro.

Maite Balda

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