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Bebés en el agua: cómo perder el miedo

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Con la llegada del calor, es un buen momento para recordar todos los beneficios que trae consigo la estimulación en el agua. Con ésta buscaremos activar y reforzar los sistemas  (respiratorio, musculoesquelético…, etc.) de nuestro bebé, por medio del aprendizaje con distintos juegos que le favorezcan el mejor desarrollo de los mismos, aumentando su equilibrio y coordinación.

La estimulación en el agua es diferente al hecho de enseñar a nadar a nuestro hijo. Los ejercicios propios de esta actividad aportan beneficios en todos los sentidos: motor, afectivo y cognoscitivo, al tiempo que fomenta las relaciones madre-padre-hijo, reforzando el vínculo de apego entre ellos.

La finalidad de la estimulación acuática para bebés

Lo que se pretende con los cursos de estimulación es facilitar una serie de experiencias acuáticas, un contacto con este medio que le exija al niño unas modificaciones en su conducta, orientadas a la adaptación al agua. No se enseñan respuestas de ningún tipo y mucho menos habilidades específicas de natación, sino que se plantean situaciones variadas, ejercicios, juegos… a los que cada niño responde de una forma tal que solucione el problema. Es decir, no se enseña a nadar, aunque ese objetivo utilitario se consiga secundariamente como consecuencia del trabajo principal.

Se demuestra así, el valor educativo del medio acuático y se impulsa el disfrute del mismo desde el nacimiento, haciendo de esta manera niños felices en el agua.

Beneficios de la estimulación acuática para bebés

Numerosas investigaciones han demostrado que la educación del movimiento durante los primeros 22 meses de vida ejerce un influjo duradero en el ulterior desarrollo motor, es decir, favorece las habilidades cinéticas del niño. El comportamiento educativo de los padres tiene una importancia que no se limita a la simple estimulación motriz; se ha podido comprobar que la natación del lactante brinda a los padres una situación concreta en la que experimentar su relación o su conducta con respecto a sus hijos.

Cuanto antes conozca el bebé la sensación de nadar, su cuerpo y su mente se verán favorecidos. Al igual que cada niño tiene su propio ritmo para empezar a comer, gatear o caminar, para aprender a nadar tampoco hay plazos. El proceso de aprender es tan o más importante que el fin en sí mismo. No es la meta que el niño salga nadando como un delfín, sino que aprenda a relajarse y divertirse, y que se sienta seguro dentro del agua.

Primeras sensaciones del bebé en el agua

Al principio, el bebé simplemente disfrutará de las nuevas sensaciones que le provoca el agua. Sentirá la ingravidez y aprenderá a flotar. Será más adelante cuando empiece a sumergirse y aprenda las técnicas básicas de la natación. Pero es alrededor de los tres años de edad cuando tiene la coordinación muscular para desplazarse solo de un lado a otro.

Son muchos los beneficios de la natación para los niños. Además de fortalecer el sistema cardiovascular y colaborar en el desarrollo de los músculos y los huesos, ayuda a mejorar la coordinación y el equilibrio. En lo psicológico, descubren la maravillosa sensación de independencia y seguridad.

Bebés: perdiendo el miedo al agua

No hay un consenso general sobre cuál es la edad adecuada para empezar a nadar. En algunos centros se aceptan bebés a partir de dos meses, mientras que en otros no lo hacen hasta los ocho. Cuánto más pequeños son todavía mantienen el reflejo innato de cerrar la glotis, por lo que, al sumergirlos, cierran automáticamente el paso de las vías respiratorias. Al crecer, lo van perdiendo, al igual que el instinto de «caminar» en el agua.

Lo que sí es seguro es que los bebés menores de un año se adaptan al medio acuático más fácilmente que los mayores, y esto evita que le tengan miedo al agua en el futuro.

La temperatura del agua de la piscina debe estar alrededor de los 32 grados. El entorno tiene que ser atractivo, con juguetes, colchonetas, pelotas, música y un ambiente que lo motive. Es muy importante que el bebé se sienta cómodo y confiado en el agua. La madre, el padre o quien vaya con el bebé a las clases, juega un papel fundamental, siendo el «apoyo» al que el niño recurrirá cuando se sienta inseguro. Por eso, tendrás que tener mucha paciencia y predisposición para pasar ambos un momento agradable.

Consejos para estar con el bebé en el agua

–  En casa podéis realizar algunos ejercicios para estimular a tu bebé aprovechando el momento de baño, como empezar por echarles agua por su cabecita, poquito a poco, avisándoles de ello y coordinarlo con «¡uno, dooos y tres!

–  Anima a tu bebé a chapotear en el agua salpicándose y disfrutando con el oleaje que produce.

–   Recuerda que desde los cuatro meses se puede comenzar con los cursos de estimulación acuática, siempre con su calendario de vacunaciones al día.

–    Ante la preocupación de si el cloro dañará o no su piel, es bueno saber que los centros especializados en estos cursos tratan de modo específico el agua donde se sumergen los bebés para no perjudicarles.

Todavía estáis a tiempo de apuntaros a algún curso o de plantear el baño diario con objetivos educativos que estimulen a tu bebé. Recuerda que las clases no pueden superar la media hora, ya que más tiempo es excesivo pues se llegan a cansar mucho después de la actividad. Más tarde en casa no te olvides de reforzar lo aprendido en la piscina o en el baño con diversos ejercicios.

Arancha Martínez

Asesora: Laura Cruz Neila. Fisioterapeuta especializada en estimulación infantil del Centro Valle36

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