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Bebé gordo o bebé sano

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Un bebé gordo o rollizo, aunque parezca hermoso, no siempre es sinónimo de saludable. Bebé gordo o bebé sano, esa es la cuestión. Luchar contra la obesidad es un reto que debe realizarse desde el inicio de la vida siguiendo unas pautas de alimentación adecuadas. Una cosa es que el bebé esté un poco rellenito y otra muy distinta es que tenga michelines.

Prevenir la obesidad es fundamental para prevenir que el bebé termine convirtiéndose en un adulto con problemas de sobrepeso el día de mañana.

¿Cuándo se considera obeso a un bebé?

Según diversos estudios realizados sobre nutrición infantil, se considera obeso a todo niño cuyo peso sobrepase en un 15 por ciento el peso medio que le correspondería por su talla y edad. Cuanto más precozmente se instaure la obesidad en la vida del niño más complicado es a la larga cualquier posible tratamiento.

Aunque parezca mentira, aún existen muchos niños que son «cebados» con la anacrónica idea de que la gordura es sinónimo de buena salud. Y es que, lamentablemente, es precisamente a estas edades, en los dos primeros años de vida, cuando se producen los principales errores de sobrealimentación (obesidad primaria).

Pequeños trucos para evitar la obesidad

Evitar que nuestro hijo termine siendo un niño sobrealimentado no es tan difícil. De hecho, el principal truco y más efectivo de todos, consiste en evitar ciertos hábitos alimenticios poco saludables (consumo de comida entre horas, por ejemplo, y controlar atentamente las grasas y dulces que suele ingerir a diario nuestro pequeño.
Así, por ejemplo, si tenemos que dar de comer y de beber al niño, tendremos que hacerlo siempre sin añadir azúcar a los alimentos ni a las bebidas. El azúcar, ya sea blanco o moreno, refinado o no, en forma de miel o jarabes… suele gustar a todos los niños, pero es conveniente limitar su consumo en casa desde el primer día.
Del mismo modo, elige los alimentos elaborados en casa frente a los comercializados, siempre demasiado ricos en azúcar y en grasas.

Plan de ataque a la obesidad infantil

Si nuestro hijo se encuentra realmente rollizo, no dudemos en poner en marcha un plan de ataque. La galletas que acompañan al desayuno o a la merienda o tomadas entre horas, los postres dulces… contienen muchas calorías suplementarias e inútiles que el organismo del niño almacena en forma grasas.

Sustituir estos hábitos por otros será tan sencillo como ofrecer al niño un yogur (sin azúcar) o una manzana troceada cuando no pueda contener su hambre. Para la elaboración de sus comidas elige alimentos cocidos frente a fritos o empanados. En ocasiones somos los padres los que introducimos en los niños ciertas costumbres alimenticias poco recomendables.

– Ofrece a tu hijo alimentos sin azúcar desde el primer día. El niño no extrañará este tipo de sabor.

– Chocolatinas, caramelos o galletitas fuera de hora. Pueden ser hábitos alimenticios poco recomendables.

– Si quiere mordisquear algo sólido, dale antes un poco de corteza de pan que una galleta o cualquier otro alimento elaborado con azúcar o miel.

– Vigila el menú semanal de la escuela infantil con el fin de complementar adecuadamente su alimentación por la noche.

– Si tiene sed, lo más saludable es el agua para beber. Evita los zumos (salvo los recién exprimidos en casa) y los refrescos, ya que tienen un alto contenido en azúcares.

Que un niño esté gordito depende en gran medida de su alimentación, pero también de la cantidad de ejercicio que realice al cabo del día. Animemos a nuestro bebé, por tanto, a moverse y estar activo. De esta forma, le resultará mucho más sencillo quemar esas calorías que tanto nos preocupan.

Conchita Requero

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