El sentido del tacto es un canal insustituible por el que el cerebro comienza a recibir estímulos e información. Por eso, el roce afectivo, los besos y caricias que proporcionemos a nuestros hijos, no solo serán un divertido juego para distraer al niño, sino que constituirá una fuente importante de información: a través de las sensaciones se crearán nuevas conexiones entre las neuronas que abrirán nuevas vías para desarrollar su inteligencia.
Quizá el tacto sea considerado el menos importante de entre los famosos cinco sentidos, pero no es tan trivial. Cuando los niños son pequeños, las caricias son para ellos como un ejercicio de estimulación. Necesitan saberse queridos y, al tocarles, perciben ese cariño. Es bueno que acariciemos al niño por todo el cuerpo. De este modo le llegarán distintas y nuevas sensaciones que enriquecerán su cerebro.
Ahora bien, aunque el verdadero trabajo de estimulación comienza cuando se tiene al niño entre los brazos, antes de nacer ya podemos estimular al bebé a través de la piel durante el embarazo. Los receptores informan constantemente al niño del medio en el que se halla (el líquido amniótico) que, presionándole, le está masajeando constantemente. Si observamos atentamente, es interesante comprobar cómo el bebé suele responder con pataditas a las palmadas que papá y mamá le dan.
Masajes y caricias para tu bebé
En el momento en el que niño nace, los masajes, los baños, y las caricias se convierten en una pieza clave del día a día del bebé. Todos ellos se constituyen en la mejor vía para que el niño conozca el mundo que le rodea y especialmente su propio cuerpo, ya que estamos activando una de las principales vías de entrada: el tacto.
Al mismo tiempo, mediante la caricia y el roce se potencia el desarrollo afectivo, cognitivo y motriz del bebé.
Cualquier momento es bueno para dar masajes al bebé. Pero si queremos ir estableciendo un orden en su vida, quizá debamos encontrar un momento fijo en el día para que se vaya adaptando a esta rutina. El momento más indicado para dar masajes a tu bebé suele ser después del baño, ya que él estará más relajado y a gusto.
Tiempo de masaje: respetando sus deseos
La sesión debe durar cuanto él quiera, alrededor de 5 a 15 minutos. Los que sí es muy importante es que respetemos los deseos de nuestro bebé, pues cada uno es único y diferente. Resultaría absurdo empeñarnos en ofrecerle masajes cuando él no quiere y no se muestra receptivo.Para realizar los ejercicios es fundamental cuidar con esmero la colocación del niño.
Así, unos exigirán que el eje del niño sea una continuación de la madre, mientras que en otros será necesario que ambos se crucen en ángulo recto y coloquemos al bebé atravesado.
Ejercicios para explorar a través de su cuerpo
1. Con las yemas de los dedos acariciamos suavemente el cuerpo del bebé, esperamos unos segundos y presionamos con suavidad toda la piel, esperamos unos segundos y volvemos acariciarle.
2. Con un cepillo suave o una brocha de cerdas finas peinamos al bebé por todo el cuerpo.
3. Alternando la mano izquierda y la derecha, recorreremos el cuerpo del niño desde el pecho hasta la zona del abdomen, siempre en sentido descendente. Procuraremos que la mano entera tome contacto con su piel, y la arrastraremos como si fuera una ola del mar.
4. Con la mano fría, pero no excesivamente, acariciamos al niño; con la mano templada por el agua le volvemos a acariciar.
6. La planta del pie es una zona especialmente sensible, sobre todo para los bebés. Para estimularlas podemos emplear las yemas de nuestros pulgares, que irán trazando suaves círculos desde el talón hasta los dedos del niño, por toda la planta, en cada uno de los pies.
7. No podemos dejar las extremidades sin sus propios masajes. Recorreremos cada brazo y cada pierna a lo largo, desde la axila hasta las puntas de los dedos, mientras realizamos un movimiento circular con nuestras manos, como si se tratara de un limón que estamos exprimiendo.
Beatriz Bengoechea. Psicóloga y orientadora familiar
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