El desarrollo de un niño es uno de los asuntos que más preocupa a los padres, en especial durante los primeros años de los mismos. En esta etapa los hijos son totalmente dependientes y no pueden comunicarse para transmitir sus necesidades, por lo que los progenitores tienen que fijarse en distintos detalles para tratar de responder a estos reclamos por los más pequeños.
Sin embargo, aun así no son pocas las dudas que tienen los padres. Un ejemplo es la lactancia, ¿debe darse siempre la misma cantidad al bebé? ¿Ha de aumentarse a medida que este se hace mayor, o reducirse introduciendo poco a poco nuevos alimentos hasta la desconexión total entre el pecho y el pequeño? A estas preguntas responden desde la Asociación Española de Pediatría, AEP.
A partir de los 6 meses
La leche materna se convierte en el único alimento de los más pequeños hasta los 6 meses. A partir de entonces los padres pueden comenzar a introducir otros artículos según las características de los niños. ¿Quiere decir esto que hay que desconectar al bebé del pecho de la madre? Desde la AEP indican que esto no es algo necesario ya que no hay que pensar sólo en el aspecto nutritivo.
La leche materna es mucho más que un alimento. Además de aportar una tercera parte de las calorías diarias a un niño de entre 1 y 3 años, también lo protege de infecciones, mejora el desarrollo intelectual y emocional y previene enfermedades a largo plazo. Tampoco hay que olvidarse de los beneficios de los que se puede aprovechar la madre gracias a la lactancia.
¿Y en qué cantidades debe ofrecerse el pecho? A partir de los 6 meses es recomendable seguir ofreciendo la lactancia a demanda. Lo ideal es que amamantar el bebé tome entre unas 4 o 5 veces al día, mejor antes de las comidas. Hacia el primer año de vida se puede seguir concediendo a los niños tras las comidas o entre comidas. En estos casos no es necesario añadir otros lácteos en su dieta.
Respetar las necesidades del bebe
Las madres deben tener muy presente que las necesidades van cambiando y el apetito no es una excepción. Se recomienda tener en cuenta las señales de hambre y saciedad no sólo en los primeros meses, sino durante toda la infancia. Esto implica dejar que el niño regule la cantidad que toma de cada alimento, sin obligarle a ingerir más de la cuenta. A medida que los niños crecen, se les puede ofrecer alimentos sanos y variados, preferentemente ricos en hierro.
Poco a poco será el propio niño el que se acostumbrara a ingerir estos productos dejando de lado la lactancia materna hasta su desconexión total. También puede comenzar a incluirse en su dieta otros productos lácteos como la leche de vaca entera o también leche de crecimiento. A partir de los dos años leche de vaca entera o semidesnatada.
Se recomiendan de 2 a 3 raciones de lácteos al día en niños de 1 a 9 años. Cada una de estas ingestas debe consistir en una taza de leche de unos 200-250 ml, un yogur o 30-40 g de queso curado. Se recomienda no tomar más de 500 ml de leche al día como costumbre, si además se consumen yogures o queso, ya que esto puede interferir en la variedad de la dieta, dar lugar a sobrepeso, estreñimiento y anemia por falta de hierro.
Damián Montero
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