Durante los primeros meses de vida del bebé se producen una gran variedad de procesos de crecimiento neuronal a enorme velocidad, que se traduce en una profunda maduración cerebral en poco tiempo.
Para entenderlo mejor, sirve el ejemplo del peso del cerebro del recién nacido. Aunque cuando nacemos nuestro peso cerebral equivale al 20% del peso del cerebro de un adulto, en tan solo dos años se desarrolla tan rápido que alcanza el 80% del peso del cerebro adulto. Esta es la razón por la que debemos cuidar tanto el neurodesarrollo del cerebro del bebé mimando su nutrición, hidratación y estimulación psicosocial ya que todo ello será determinante en el correcto desarrollo del cerebro del bebé.
La estimulación mediante ejercicios durante los dos primeros años del bebé, e incluso también durante el tercero, es de vital importancia para el llamado proceso de neurodesarrollo cíclico. En lo que se conoce como períodos críticos se produce un desarrollo masivo y rápido de las neuronas y de sus conexiones que permiten una gran capacidad de interacción con el medio ambiente. Esto se traduce en una gran capacidad del bebé para adquirir, asimilar, aprender y recuperar información de forma acelerada, sin gran esfuerzo.
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Los periodos críticos del neurodesarrollo
Los padres pueden detectar cómo su hijo manifiesta cambios profundos en los procesos de interacción emocional con la familia a partir de los dos meses de vida del bebé. También, en los procesos cognitivos a partir de los dos años: nos referimos a los denominados períodos críticos del neurodesarrollo.
Los periodos de desarrollo neuronal continuo se alternan con momentos de «parón». En los periodos críticos de desarrollo cerebral aumenta abruptamente el número de neuronas y conexiones neuronales. Eso permite un gran desarrollo de comportamientos, procesos cognitivos y emocionales que los padres identifican de forma inesperada en la vida diaria de sus hijos.
Y esta discontinuidad de desarrollo neuronal, que se produce de forma rápida, puede dar lugar a comportamientos un tanto regresivos. Los niños pueden llorar, irritarse, estar inquietos con una mayor facilidad, perder las rutinas adquiridas, sentirse emocionalmente más inestables o demandar más cariño de sus padres.
Estimulación para el neurodesarrollo del bebé
Ejercicios de observación
1.- Tapar la luz. Con un pañuelo tapamos la luz, un cuadro o cualquier otro objeto conocido para el niño, ya sea de su habitación, del cuarto de baño, del comedor… Y esperamos a que él lo descubra y se quede extrañado, entonces lo destapamos para que aparezca el objeto conocido. Lo tapamos otra vez y esperamos a que lo haga él.
2.- Con un anillo. Le enseñamos la mano y escondemos mientras nos ponemos un anillo, la volvemos a sacar y esperamos; tiene que darse cuenta de que está el anillo. La volvemos a esconder, nos lo quitamos y esperamos a ver si lo busca en nuestros dedos o nos mira extrañado.
3.- Mirar por la ventana. Le cogemos en brazos y miramos por la ventana sin hablar; al cabo de un rato podemos explicarle lo que vemos, volvemos a estar en silencio y dejamos que él observe.
Juegos de investigación
1.- Con una caja de zapatos. Le ofrecemos una caja de zapatos con juguetes que le gustan, la abrimos delante de él y la tapamos, se lo damos y esperamos. El niño tiene que intentar abrirla dándole vueltas, golpeándola… si es fácil de abrir dejamos que lo consiga, si es difícil le ofrecemos ayuda.
2.- La pelota y la botella. Le damos una botella, introducimos una bola y se la damos, el niño tiene que intentar sacarla dando la vuelta a la botella.
3.- Buscando su juguete. Ponemos varias bolsas opacas en el suelo; en una de ellas escondemos un juguete musical y lo hacemos sonar. Esperamos que lo busque y lo saque. Suele ser fácil y lo encuentran al primer intento. De lo contrario realizamos el ejercicio hasta que le sea fácil encontrarlo. Cuando esto suceda, cogemos y en el momento que vaya a localizar el juguete lo cambiamos de bolsa, esperamos a ver si se ha dado cuenta o termina buscándolo donde no está para seguir buscando.
Ejercicios de memoria
1.- Tocando el timbre. Enseñémosle el timbre de casa y ayudémosle a que lo toque. Después cada vez que volvamos a casa observemos si al regresar de la calle el niño busca en el mismo lugar.
2.- Un lugar para cada cosa. Guardamos algunos juguetes siempre en el mismo lugar mientras el niño nos observa. Al pasar unos días irá directamente allí a buscarlos. A la semana siguiente, cambiamos los juguetes de sitio sin advertírselo y esperamos a ver si no pide ayuda, o se asombra, se los damos y los ponemos en el lugar de siempre.
3.- Sacar la lengua. Le enseñamos un movimiento, sacar la lengua, por ejemplo. Estamos unos días sin hacerlo, una vez ya lo haya aprendido bien, y luego lo volvemos a realizar. El niño tiene que mostrar facilidad para hacerlo, puesto que ya lo había aprendido.
Marina Berrio
Asesoramiento: Escuela de Medicina de Baylor (Baylor College of Medicine)
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