Cuando un bebé llega a este mundo, su cerebro consta aproximadamente de 100.000 millones de neuronas. La misma cantidad que de estrellas posee la Vía Láctea. Hoy sabemos que la inteligencia no se mide por el número de neuronas, sino por la cantidad de conexiones neuronales y solo la estimulación es capaz de conseguilas.
Desde el mismo instante de la concepción, las células cerebrales de los bebés proliferan a una velocidad realmente vertiginosa estableciendo conexiones. Este proceso, tan sencillo y complicado a la vez, puede llegar a determinar la vida de cualquier niño.
Si una futura mamá pudiera escuchar el cerebro de su bebé 10 ó 12 semanas después de la concepción, se quedaría realmente sorprendida. En su interior, las células nerviosas de su hijo chirrían mientras trabajan sin parar. Es en estos momentos, cuando las células de una determinada zona del cerebro llaman a sus compañeras de viaje de otra zona: así se forma el cerebro humano.
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Explosión de aprendizaje: el cerebro del bebé
Y es que, la naturaleza no crea el cerebro para después ponerlo en marcha tras el nacimiento, ni mucho menos. Un cerebro no es un secador, ni un microondas al que se dota de piezas antes de hacerlo funcionar. El cerebro comienza a funcionar mucho antes de haber acabado de desarrollarse completamente.
Es más, algunos estudios científicos afirman que ese mismo proceso que permite que se produzcan las conexiones neuronales, es el que más tarde dará lugar a la explosión de aprendizaje que aparece tras el nacimiento del niño. Pero aunque el cerebro del niño posea ya, casi todas las células nerviosas de las que constará en el futuro, aún no se ha estabilizado.
El cerebro del bebé y sus cambios asombrosos
Hasta ahora, lo que el cerebro había hecho, era construir sin parar los circuitos que permitirán la visión, el lenguaje… A partir del nacimiento, en cambio, esta «maqueta» inicial deberá perfeccionarse impulsada por una multitud de experiencias sensoriales: increíblemente cuando hablamos al niño, le acunamos, le acariciamos… el bebé está aprendiendo y sus neuronas están estableciendo conexiones.
En los primeros días después de llegar al mundo, el cerebro del bebé sufre cambios realmente asombrosos. Esta variación depende de múltiples factores, entre ellos la estimulación.
Algunas investigaciones, incluso, como las que realizaron los investigadores del Baylor College of Medicine, han demostrado que los bebés que no juegan mucho o no «se trabaja con ellos» desde pequeñines desarrollaron cerebros entre un 20% y un 30% más pequeños de lo normal para estas edades.
Precisamente por ello, se hace tan importante aprovechar el tiempo que se pasa con los hijos. Todos los especialistas apuntan hacia la trascendencia de hablarles, de realizar ejercicios de observación y memoria y proporcionarles cuantas más experiencias estimulantes sea posible.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Escuela de Medicina de Baylor (Baylor College of Medicine)
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