El verano es una época ideal para los bebés y los niños pequeños. A los días con más horas de luz se une unas agradables temperaturas que invitan al paseo, al ejercicio y al disfrute del aire libre. Pero aunque estos meses sean realmente positivos para nuestros hijos, conviene que sigamos una serie de pautas para protegerles convenientemente de los peores efectos del calor.
Cuando acudamos al pediatra de nuestro hijo, lo más probable es que sea tajante en sus recomendaciones: ahora que se acerca el verano debemos prestar especial cuidado con las exposiciones solares. Los niños menores de seis meses no deben ser sometidos directamente al sol, principalmente porque tanto su piel como su organismo no se encuentran lo suficientemente preparados como para soportar este tipo de agresiones.
En verano, ¡ojo con el sol y los bebés!
Algunos especialistas, incluso, van aún más allá ampliando dicha recomendación hasta los tres años de edad. Evidentemente, esto no quiere decir que durante estos meses mantengamos recluido al niño en casa. Simplemente tendremos que procurar pasear con nuestro pequeño durante las horas en que el calor sea menos intenso. Es decir, siempre antes de las once de la mañana o, por el contrario, a partir de las seis de la tarde.
Y siempre, claro está, convenientemente protegido por la sombrilla de su cochecito, camiseta, gorrito y la crema solar infantil «pantalla total» (protege contra todo tipo de radiaciones) correspondiente con un factor de protección 30 como mínimo.Tengamos en cuenta, además, que tanto en la piscina como en la playa las radiaciones solares aumentan. De hecho, la arena puede llegar a reflejar hasta un 30%, el cesped y el agua un 10%.
Evita abrigar demasiado a tu bebé en verano
Para acertar con su ropita pensemos siempre en nuestras propias sensaciones. Evidentemente, si nosotros sentimos un calor agobiante no cabe duda de que deberemos evitar abrigar en exceso a nuestro hijo. Por ello, precisamente, procuraremos decantarnos por tejidos ligeros como el algodón, el lino o el perlé. En casa, podemos dejarle sólo con el pañal y una camisetita fina de algodón. De vez en cuando, quitémosle la ropa y dejémosle desnudito unos minutos y a salvo de corrientes de aire. De este modo, además, de estar más cómodo, si tiene el culete escocido se le curará antes.
Para dormir, decantémonos por un body y una sabana.
Mientras el pequeño se encuentre dormido, cambiémosle de vez en cuando de posición, ya que su cuerpo se recalienta. Y si su sillita o su gandula se encuentran elaborados con materiales plásticos, cubrámoslos con una toalla para que no entren en contacto con su piel.
Aire: acondicionado y corrientes
Durante estos meses tendremos que mostrar especial cuidado con el aire acondicionado. Intentemos no ponerlo en marcha en la misma habitación en la que esté el niño y aprovechemos las horas en que estemos fuera de casa con él para dejarlo en funcionamiento. Así, cuando regresemos encontraremos nuestra casa fresquita y nuestro pequeño no tendrá que sufrir los rigores de este tipo de aparatos.
Con los ventiladores no existe problema alguno siempre que los orientemos en el sentido contrario en el que se encuentre nuestro hijo. Otras opciones para refrescarle es lavarle con una esponja humedecida en agua. Esto nos permitirá no sólo enfriarle sino evitar que el sudor se le quede en los poros y le salgan granitos.
Mojarle la nuca, las muñecas y los tobillos también es útil para bajar su temperatura corporal. Después, eso sí, tendremos que secar bien a nuestro pequeño, sobre todo si no queremos que el niño se termine constipando.Otra opción igualmente eficaz es bañarle, poniendo el agua uno o dos grados por debajo de su temperatura corporal.
Los peligros de la deshidratación
Es normal que los niños suden pero si su piel se encuentra excesivamente húmeda, si ha mojado las sábanas, su ropa o, incluso, tiene la nuca empapada, no cabe duda de que nuestro hijo está perdiendo líquido. Los niños suelen regular mal su temperatura corporal y en poco tiempo pueden llegar a deshidratarse. Para evitarlo es imprescindible que le demos agua en pocas cantidades y en cortos espacios de tiempo (cada cinco o diez minutos, por ejemplo).
Si nos encontramos al aire libre, tendremos que ponerle rápidamente a la sombra.
Intenta refrescarle mediante toallitas húmedas o mojándole la nuca y la muñecas con agua fresca. Si, por el contrario, nos encontramos en casa, quitémosle la ropa y humedezcámosle el cuerpo con una esponja. No le metamos en la bañera pues podría llegar a ser, incluso, bastante desaconsejable para el pequeño.
Síntomas de la deshidratación en bebés
Algunos síntomas que nos indicarán que el niño se encuentra deshidratado son: sequedad de la piel, ojos hundidos, escasa orina…Puede darse el caso de que, aunque el niño no se encuentre deshidratado respire con dificultad y se muestre especialmente acalorado. En un caso como en el otro, lo mejor es que pidamos consejo médico cuanto antes.
De todos modos, si nos preocupamos de que nuestro pequeño beba agua con la frecuencia suficiente, será raro que llegue a deshidratarse por mucho que haga bastante calor. A algunos pequeños el agua no les hace ninguna gracia. En estos casos no dudemos en tratar de enmascararla mezclando en ella anisitos u ofreciéndoles zumos de frutas.
El riesgo del golpe de calor
Los golpes de calor y las insolaciones son otro de los peligros más habituales del verano. Los primeros suelen aparecer tras haber estado sometidos a elevadas temperaturas.
Las insolaciones, en cambio, son consecuencia directa de las exposiciones directas al sol.
Los síntomas, eso sí, suelen ser bastante similares: nauseas, vómitos, pérdida del conocimiento, rigidez de nuca…
Evidentemente, todos los padres son conscientes de los peligros de exponer a su bebé directamente al sol. Pero son muchos, en cambio, que no se percatan de las posibles consecuencias que puede conllevar introducir al niño en el coche tras haber estado aparcado un buen rato a sol.También detener el carrito del niño a pleno sol durante un tiempo puede ser peligroso sobre todo por las elevadas temperaturas que pueden llegar a acumularse en su interior.
Consejos para proteger a tu bebé de los rigores del verano
1. Cuando salgamos a pasear con nuestro pequeño tendremos que procurar buscar zonas verdes, con sombras de árboles, sin ruidos y contaminación. También podemos aprovechar las horas en las que sepamos que riegan el parque.
2. Si ponemos en funcionamiento el aire acondicionado en casa, procuremos vigilar atentamente la temperatura media de nuestro hogar. Un clima confortable y sano para los niños pequeños oscila entre los 20 y 24 grados.
3. Los mosquiteros pueden llegar a ser un buen recurso para tamizar la luz y evitar la presencia de molestos insectos. Se pueden hacer hasta con la tela de un visillo para luego colocarlo alrededor de la cuna o de el cochecito del niño.
4. Aunque los días sean más largos ahora, el niño no puede trasnochar. Una cosa es aprovechar el buen tiempo para hacer una excursión o una salida y otra muy distinta trastocar su rutina diaria.
5. Si nos marchamos de vacaciones, nada más llegar a nuestro destino averigüemos dónde se encuentra situada la farmacia y el pediatra más cercano por si tuviéramos que recurrir a cualquiera de los dos. …
6. Ofrece a tu hijo agua no muy fría a menudo. Beber es el mejor remedio para mitigar su sensación de calor porque hidrata su organismo por dentro y por fuera. Si el niño no quiere beber, no nos preocupemos. Lo más seguro es que en ese preciso instante no tenga necesidad de agua.
Y, ¿a dónde vamos este verano?
La media montaña o el campo en zonas de interior suelen ser los destinos más aconsejables para veranear con un niño de corta edad. Las zonas costeras, en cambio, son más peligrosas en lo que a los problemas de deshidratación se refiere.
Si terminamos decantándonos por la playa, procuremos no bañarle en el mar si aún no ha cumplido su sexto mes de vida.
Aunque a nosotros no nos lo parezca el agua está muy fría para él y su piel podría quemarse al entrar en contacto con el salitre y el sol.
A partir de esta edad, podremos bañar al niño en una bañerita con agua calentada al sol y pasear con él protegido con su sombrero y camiseta correspondiente. Hasta los tres años, tendremos que procurar que nuestro hijo no permanezca parado al sol.
En cualquier caso, para evitar quemaduras solares tendremos que renovarle el protector solar cada 20 minutos, tanto si nos encontramos en la playa como en la montaña.
Irene Gutiérrez
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