Aunque internet lo ha puesto de moda con el vistoso nombre de Baby Led Weaning -alimentación regulada por el bebé-, no difiere mucho del método que la humanidad ha utilizado durante siglos. En cuanto los recién nacidos necesitan algo más que leche, se incorporan a la dieta del resto de la familia en lugar de prepararles purés específicos.
Hay tantos partidarios como detractores y, aún, pocas investigaciones científicas relevantes que digan si hacemos bien en alimentar a los niños con comidas concretas o sería más conveniente que coman ‘como los mayores’. En la crianza de los recién nacidos hay pocas aseveraciones categóricas, normalmente por la falta de evidencias científicas.
En este mismo ámbito se mueve un método cada vez más extendido, sobre todo a través de Internet, apoyado por algunos pediatras, criticado por otros y muy apreciado por los padres que lo practican. Se denomina Baby Led Weaning -alimentación regulada por el bebé- y consiste en sustituir las comidas específicas para niños de entre 0 y 2 años, como purés, papillas de cereales y otros alimentos preparados, para ofrecerles la comida que estén tomando los adultos, al mismo tiempo que la toman los adultos, y para que la coman ellos con sus propias manos. Se acabó la cuchara, se acabaron los horarios diferenciados en la comida y se acabaron los menús distintos para los más pequeños.
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Diferencias de opinión entre padres y pediatras
Los expertos que han realizado las primeras aproximaciones científicas a este fenómeno, a través de la observación de grupos de padres y algunas encuestas en profundidad, han detectado la gran adhesión de los familiares a esta nueva técnica frente a una tendencia menos favorable por parte de los facultativos. De hecho, un reciente estudio elaborado en Canadá (D’Andrea, 2016) ponía de manifiesto que, mientras la totalidad de las madres que practican este sistema de alimentación lo recomendaría a otras madres, solo el 48% de los facultativos fomentaría este método entre sus pacientes.
El Baby Led Weaning, aunque ahora surja como una moda, este sistema de alimentación complementaria para lactantes a partir de los seis meses, no tiene nada de moderno.
¿A qué se debe esta disparidad entre la percepción de padres y médicos? Sobre todo a que no hay evidencias sobre sus beneficios. Y también, en buena medida, al potencial riesgo de ahogamiento que existe si niños muy pequeños no toman los alimentos suficientemente triturados. Los padres responden que, aunque comparten este temor cuando inician el método, la experiencia les demuestra que no es algo habitual.
La alimentación con cucharita y puré a la que hoy estamos acostumbrados es muy reciente en la historia de la humanidad que ha criado a sus hijos pequeños con el mismo menú que tuviera el resto de la familia, algo más troceado y rebajado si el alimento era demasiado fuerte.
El Baby Led Weaning en la balanza
Pros
– Adquisición de hábitos alimenticios
– Socialización alrededor de la mesa
– Desarrollo de destrezas motrices
– Simplificación doméstica
– Aprovechamiento períodos ventana
Contras
– Dificultad para calcular nutrientes ingeridos
– Necesidad de mayor vigilancia
– Riesgo de asfixia con alimentos sin triturar
– Nutrientes dependen de la alimentación familiar
– Nutrientes no adaptados a necesidad del lactante
Sobre la base de esta tradición se asientan los ‘pros’ que defienden los partidarios del Baby Led Wearing. Los niños tienen una aproximación más libre a la comida puesto que son ellos los que cogen los alimentos con las manos y los toman a partir de la oferta que hacen sus padres. Además, se sienten partícipes del almuerzo del resto de los comensales, con los que empiezan a adquirir hábitos alimentarios y a socializar. Y, al mismo tiempo que comen, desarrollan otras destrezas y habilidades como la psicomotricidad fina o la relación mano-ojo.
Como la gama de alimentos que ingieren es más amplia, se aprovecha mejor el período ventana propicio para la introducción de nuevos sabores y texturas. Este sistema no sirve para bebés muy pequeños, pero como la recomendación de la Organización Mundial de la Salud es mantener la lactancia hasta los seis meses, en ese momento la mayoría de los niños ya están preparados para sentarse y comer.
Para los detractores de este sistema, la primera voz de alarma salta por el riesgo de atragantamiento. Pero también temen que la ingesta de nutrientes no sea la adecuada. Los menús preparados de manera específica para esta etapa suelen contener altos niveles de vitaminas y de hierro, necesarios en su desarrollo, y bajos niveles de sodio.
Si los bebés comparten comida con el resto de la familia, puede ocurrir que tomen más sal de la que deben y no tengan un aporte adecuado de proteínas. Los estudios más recientes coinciden en mostrar que este método, como tantos otros, depende, en buena medida, de la implicación de los padres y de su preparación para suministrar a sus hijos los alimentos más adecuados.
Alicia Gadea
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