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Bebés a la conquista del espacio: su relación con la gravedad

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A partir de los 6 meses, tu bebé empieza a tener curiosidad de explorar el espacio que le rodea. Te sorprenderán sus movimientos y la habilidad que despliega para llegar donde desea. El elemento que genera el conocimiento espacial es el movimiento corporal. Por eso, es necesario que el bebé se mueva, sin que nadie le frene su desarrollo motriz y se le permita arrastrarse, gatear y realizar otros movimientos.

Al correr, hay que controlar la postura, mantener el equilibrio y avanzar, teniendo en cuenta los demás elementos que nos rodean. Y todo ello, y un sinfín de cosas más, solo es posible gracias a un buen control del cuerpo en el espacio. El niño consigue esta habilidad espacial casi de forma natural.

La única condición es que nadie frene su desarrollo psicomotriz, y se le permita especialmente arrastrarse, gatear, caminar por sí solo, correr, saltar, dar volteretas, hacer croquetas y giros, además de usar zancos, patines, triciclos, bicicletas, nadar y un largo etcétera cuando sea más mayor. Para tu bebé es necesario moverse, moverse y seguir moviéndose.

Así establece tu bebé la relación con la gravedad

Una elevada habilidad espacial, depende -como siempre- del número de oportunidades que haya tenido el cerebro de experimentar su relación con la gravedad en todas las posiciones posibles, y de la cantidad y variedad de estímulos visuales, auditivos y táctiles a los que haya sido expuesto.

Así se consolidan las redes neuronales, que permiten «situarse» en cualquier posición en la que se encuentren. Es una habilidad tan temprana que hacia el sexto mes de embarazo ya empiezan a funcionar determinadas partes del oído interno (el laberinto) que permiten hacer consciente al niño de su posición y del movimiento en el espacio y que son las bases para el futuro desarrollo del equilibrio.

Habilidad espacial desde el embarazo

Podemos trabajar para favorecer el desarrollo de la habilidad espacial desde el embarazo, hablando y cantando al bebé, escuchando música gregoriana, dando palmaditas o presionando suavemente sobre el vientre, caminando, bailando, nadando o simplemente, meciéndonos.

Una vez ha nacido debemos favorecer el movimiento de sus ojos y su cabecita para que aprenda a fijar su vista en un objeto y después sea capaz de seguirlo. Una postura que facilita realizar la estimulación visual es: sentarse en el suelo, apoyando la espalda en la pared, juntando las piernas y encogiéndolas un poco. Situar al bebe entre los muslos y las rodillas y colocar su cabecita en la línea media, de tal forma que se le pueda mirar cómodamente a los ojos. Antes de los tres meses, debemos tener en cuenta que su campo visual no va más allá de los 30 centímetros.

Inicialmente, el mejor ejercicio visual es mirarle a sus ojos y hablarle, también se pueden hacer muecas y gestos. A medida que va creciendo, podemos mostrarle láminas de objetos en blanco y negro, mover nuestros dedos u otros objetos delante de sus ojos, alejándolos y acercándolos, de derecha a izquierda, y en diagonal, -así descubrirá la tercera dimensión- haciéndolos desaparecer fuera de su campo visual o debajo de una manta; también podemos mover una linterna por la pared, el suelo y el techo en la oscuridad.

Ratos en el suelo: tu bebé en la alfombra 

Durante el primer año, es de especial importancia que el niño pase largos ratos en el suelo (boca arriba, pero también es de especial importancia boca abajo) ya que es el medio en donde descubrirá las estrategias para desarrollar la habilidad espacial a través del movimiento. Le será de gran ayuda tener juguetes o estímulos cerca de él que le impulsen y motiven a iniciar la larga carrera motriz.

Es vital hablar y hablar mucho al recién nacido. Al hablarle mientras le miramos a los ojos, favorecemos enormemente la localización del sonido y el control de los movimientos de su cabeza. La exposición a diferentes fuentes de sonido permitirá descubrir el sitio de donde provienen y calcular la distancia a la que se encuentran.

Podemos enriquecer esta información, ofreciendo diversidad de fuentes sonoras, variando el timbre el volumen y el lugar de procedencia. Son buenos estímulos la voz de mamá, papá y la de los seres cercanos, además de la música, (son de especial fuerza la clásica y la gregoriana) las canciones, los sonidos cotidianos y objetos sonoros.

Finalmente, la información táctil, ayuda al cerebro del bebé a situar cada una de las partes del cuerpo en el espacio, condición indispensable para situar a los objetos en éste. Tenerlo entre tus brazos, balancearlo, acariciarlo, darle masajes, baños y cosquillas y el propio contacto del cuerpo con el suelo realizando el arrastre, el gateo y las croquetas, -entre otras actividades- le ofrecerán la información táctil necesaria para situar cada una de las partes de su cuerpo.

Teisa Dalmau Xiqués. Asesora Pedagógica. Colegio La Vall

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