La primera etapa del desarrollo de los niños, que va desde el nacimiento a los 18 meses aproximadamente, fue llamada sensorio-motriz por el famoso investigador de la psicología infantil, Jan Piaget. La llamó así porque el niño pequeño se apoya en las percepciones (lo que capta por los sentidos) y los movimientos corporales para desarrollarse.
En los dos primeros años de vida el niño va adquiriendo sus primeros conocimientos relacionándose con el mundo que le rodea. A través de su actividad, de su movimiento, de sus acciones, va organizando el universo. Es decir, va diferenciando las cosas y aprendiendo a utilizarlas de forma cada vez más eficaz.
La adaptación del bebé al mundo que le rodea
Piaget consideró muy importante la idea de adaptación del bebé al mundo que le rodea. En toda adaptación hay dos actividades que se complementan:
– La asimilación
Consiste en incorporar objetos o situaciones externas a la vida de cada uno. Del mismo modo que ocurre con el alimento, que al ser ingerido y asimilado por el organismo, es transformado, en toda asimilación hay un transformación de lo que nos rodea en función de cada uno.Mediante la asimilación, se forman modos o esquemas que se repetirán en diferentes situaciones. Por ejemplo, el reflejo que tiene todo bebé de succionar, al principio es una mera repetición que acabará generalizándose hacia todo objeto que caiga en sus manos.
– La acomodación
Consiste en los cambios que realizan las personas para adecuarse a los objetos y a las distintas situaciones. Es decir, la persona necesita modificar sus esquemas para poder relacionarse.
En busca del equilibrio
Cuando hay pura asimilación, todo pasa a ser subjetivo, sin tomar en cuenta la realidad. Se transforma el mundo a la propia medida, sin procurar adaptarse a él. Es lo que ocurre, de cierta manera, en los juegos simbólicos, en los sueños, las fantasías… Cuando predomina la acomodación, por el contrario, no se realiza una síntesis verdaderamente personal.
Esto se observa cuando se da una mera imitación o copia.La actividad de conocer necesita un progresivo equilibrio entre la asimilación y la acomodación, en un lento proceso evolutivo que se ajusta permanentemente. Así, el bebé irá desarrollándose adecuadamente.
La hora de mamar
Un ejemplo de estos procesos de asimilación y acomodación es la mamada del bebé. El reflejo de succión se va acomodando a la forma del pezón o de la tetina y asimila leche y los afectos que se le brindan en el acto de mamar.
Esta actividad de succión se convierte en un esquema de conocimiento que se extenderá a todos los objetos que entren en contacto con el bebé: así succionará sus dedos y cuanto objeto esté a su alcance. El primer medio de conocimiento será por lo tanto, la boca y el acto de chupar.
8 ejercicios para bebés de 1 a 18 meses
1. Caricias con tacto
De 1 a 18 meses. Con este ejercicio intentaremos transmitir afecto y apoyo a través del cuerpo. Para ello, es importante concentrar nuestra atención en el bebé mientras masajeamos lenta y tiernamente su cuerpo. Observemos sus reacciones ante los distintos contactos. ¿Qué le gusta más? Podemos realizar estos ejercicios tras haberle bañado o cuando se encuentre recién cambiado.
2. Ante el pequeño
De 1 a 18 meses. Se trata de aumentar la relación con nuestro bebé, transmitiéndole mensajes no verbales. Mientras duerme, nos sentaremos ante él y emitiremos en silencio mensajes de amor y deseos de bienestar para el bebé. Por ejemplo, cada uno dice mentalmente o en voz suave: «Anita, te quiero mucho. Durante el día, jugué contigo, te alimenté, te mimé…». Y le cantamos una canción de cuna (canción de cuna de Brahms).
3. Cuentitos
De 6 a 18 meses. Ya podemos comunicarnos con los pequeños. Papá o mamá, mirando al bebé a los ojos, puede contarle un cuento breve, utilizando en lo posible palabras con sonidos onomatopéyicos, que son los que imitan los ruidos de la naturaleza, de animales o aparatos. El cuento será breve y repetirá algunas de estas palabras en forma rítmica. Estos cuentos favorecen la repetición de palabras simples por parte del niño. Así, se inicia en el mundo del lenguaje hablado, favoreciendo la imitación.
4. Gestos con las manos
De 6 a 18 meses. Este es un ejercicio de imitación gestual. Papá, mamá o algún hermano se colocará ante el bebé y harán gestos, sobre todo con las manos: las juntan como aplaudiendo, saludan, las abren y cierran, las mueven desde las muñecas, hacia delante y hacia atrás, se tapan la cara con ellas, se tapan los oídos, se tapan la boca… Se trata de estimular al bebé para que imite cada gesto. Aplaudiremos y festejaremos cada logro del pequeño.
5. Mirarse al espejo
De 6 a 18 meses. Con este ejercicio, el bebé comenzará a reconocer su propia imagen en el espejo. Tomaremos al bebé en brazos frente al espejo, nos miraremos y señalaremos al niño en el espejo a la vez que le nombramos. Quien le sostenga, se señalará a sí mismo y se nombrará. El niño manifiesta en este acto el inicio de la vivencia de sí mismo como un cuerpo unificado y un «yo» propio, distinto a los demás.
6. Concierto de llantos
A partir del mes. Cuando el bebé comience a llorar, podemos imitar también nosotros su llanto, siguiendo su ritmo y sonidos. De pronto, nos detenemos bruscamente y observaremos qué hace el bebé. Muchas veces los bebés «lloran por contagio», es decir cuando escuchan llorar. Y se callan del mismo modo. Con este ejercicio estamos estimulando que el bebé comience a imitar.
7. Concierto de vocales
De 45 días a 12 meses. Los padres o hermanos escucharán las vocalizaciones del bebé y las repetirán simultáneamente. Luego, lo harán cuando el bebé está en silencio. Observamos sus actitudes de reconocimiento o de imitación. Las vocalizaciones se dan como una manera de ejercitar y de usar su incipiente capacidad sonora: sus cuerdas vocales, los sonidos, la duración…
8. Gimnasia para el bebé
A partir del mes. Para que el bebé tenga sus primeras vivencias de su cuerpo, podemos aprovechar los momentos posteriores al baño. El bebé se encontrará de espaldas, con el rostro hacia nosotros: le tomaremos las manos y estiraremos lentamente sus brazos hacia arriba, hacia delante, hacia ambos lados… haremos flexiones en cada movimiento. Luego con los pies: hacia arriba, hacia adelante y flexionando las rodillas hacia el vientre. Los movimientos se realizan lenta y suavemente. Mientras tanto, podemos hablarle o cantarle, dirigiéndonos hacia el bebé de forma rítmica. Se puede poner una música suave de fondo.
Beatriz Bengoechea. Psicóloga y Orientadora familiar
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