El aprendizaje temprano no es un capricho de pedagogos y maestros. Es una realidad tangible y eficaz, desde el momento en que se ha descubierto el cerebro del bebé, sus enormes posibilidades y sus bases neurológicas.
Conforme la ciencia avanza en los conocimientos sobre el cerebro, se refuerza la idea de que su desarrollo y las conexiones neurológicas que lo desarrollan, van en proporción a las estimulaciones que vaya recibiendo. La edad de oro en educación es de cero a ocho años y dentro de este periodo, los tres primeros años son los más importantes.
Educar tempranamente supone, por tanto, aprovechar los momentos en los que psicobiológicamente se está en las mejores condiciones de establecer circuitos neurales. Consiste en ofertar una rica y organizada estimulación que haga posible alcanzar a cada niño, según sus condiciones personales, unos niveles de madurez neurológica, unos aprendizajes y un desarrollo óptimos. La educación temprana, al lograr niveles más altos de rendimiento, dota al niño de mayor seguridad, autoestima y aceptación social.
La herencia genética y el desarrollo cerebral del bebé
La herencia genética impone unas condiciones de desarrollo cerebral, un punto de partida y un atisbo de posibilidades. Pero sin una adecuada educación, esas posibilidades no fructificarían.
Por este motivo, fomentar en nuestro pequeño el mayor número posible de conexiones, circuitos y redes de su cerebro mediante prácticas de aprendizaje, rodearle de afecto que le proporciona seguridad y aportarle modelos adecuados que imitar es simplemente estimularle tempranamente.
Y ¿cómo podemos hacerlo? Pues como dice el experto Glen Doman: «los niños pequeños tienen cinco modos de aprender cosas del mundo. Pueden verlo, oírlo, tocarlo, olerlo y saborearlo. No más. Cinco pruebas de laboratorio para aprender sobre el mundo».
¿Cómo funciona el cerebro de nuestro bebé?
El cerebro es un órgano físico que ocupa el cráneo humano y la columna vertebral. Pesa entre 1.500 y 2.000 gramos y es el responsable de que hablemos, caminemos y en cierta medida pensemos. Contiene más de 10 millones de neuronas de las que utilizamos un porcentaje muy pequeño. A los tres años, el cerebro ha madurado y desarrollado un 50% de su capacidad y a los 8, un 80%.
El recién nacido tiene ya unos 100.000 millones de células. Es como un revoltijo de neuronas que esperan todas a quedar tejidas. Podemos comparar una conexión neuronal a una bombilla: si se produce estimulación, la célula afectada es igual a una bombilla encendida; si no, la célula es igual a una apagada. Si la neurona se estimula, se excita y se conecta con otra neurona (plasticidad neuronal). Es entonces cuando se produce el aprendizaje y la memoria. En los años de desarrollo hay el doble de neuronas que en la edad adulta.
Cuando una neurona se activa mediante la estimulación, abre sus canales de sodio y calcio y genera un impulso eléctrico que se transmite químicamente (neurotransmisores) a lo largo de la prolongación de la neurona, (el axón) y es transmitido a otra neurona con la que contacta. Este contacto se llama sinapsis. La sinapsis es la unidad funcional del sistema nervioso. El aprendizaje y la memoria implican una modificación de la fuerza o número de conexiones sinápticas.
Por este motivo, es preciso el ejercicio. Cuando un niño pequeño, un bebé, lanza al aire un objeto cientos de veces y siempre cae, los niños están ampliando rápidamente sus conocimientos si tienen la ocasión de ensayar muchas veces. Durante el aprendizaje, la práctica produce una modificación de las conexiones entre las neuronas que permanece en el tiempo (memoria).
Las funciones de los hemisferios del cerebro
También se ha descubierto las funciones de los dos hemisferios del cerebro:
HEMISFERIO IZQUIERDO: explicar palabras; memoria del lenguaje; pensamiento procesual; control emocional; trabajar con datos; analizar; razonamiento lógico; actividades estructuradas; organizar.
HEMISFERIO DERECHO: explicar visualmente; memoria de imágenes; pensamiento globalizado; expresión de emociones; trabajar con imágenes; sintetizar; entender intuitivamente; actividades abiertas; improvisar.
Los dos hemisferios están en comunicación permanente. Hay estructuras especializadas en diversas regiones cerebrales, de forma no simétrica y lateralizada. Pero la transmisión de información entre ambos hemisferios permite una actuación global que hace difícil percibir esta lateralización funcional en la vida cotidiana.
El hemisferio izquierdo, que es consciente, realiza todas las funciones que requieren un pensamiento analítico, elementalista y atomista. Recibe la información dato a dato, la procesa en forma lógica, discursiva, causal y sistemática y razona verbal y matemáticamente, al estilo de una computadora donde toda «decisión» depende de la anterior; su modo de pensar le permite conocer una parte a la vez, no todas ni el todo; es predominantemente simbólico y abstracto, poseyendo una especialización y control casi completo de la expresión del habla, la escritura, la aritmética y el cálculo.
El hemisferio derecho, en cambio, que es siempre inconsciente, desarrolla todas las funciones que requieren un pensamiento o una visión intelectual sintética y simultánea de muchas cosas a la vez. Por ello, este hemisferio está dotado de un pensamiento intuitivo que es capaz de percepciones estructurales, sincréticas y geométricas, y puede comparar esquemas en forma no verbal y metafórica. Su estilo de proceder es compleja, no lineal. Esto le permite orientarse en el espacio y lo habilita para el pensamiento y apreciación de formas espaciales, el reconocimiento de rostros, formas visuales e imágenes táctiles, la comprensión pictórica, la de estructuras musicales y, en general, de todo lo que requiere un pensamiento visual, imaginación o está ligado a la apreciación artística.
Niños y niñas, un desarrollo distinto
Atendiendo a estas investigaciones, los hemisferios de los niños se desarrollan de diferente manera que los de las niñas. Así, los varones presentan más dislexia, más afasia (silencio, mudez), más autismo, las funciones están más localizadas y tienen más eficiencia espacial.
Por el contrario, las niñas tienen menos retrasos de lenguaje, las funciones del cerebro están más distribuidas y tienen más eficiencia verbal y hay un porcentaje menos de zurdas.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: José Antonio Alcázar. Consultor en Educación.
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