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Aprender a relacionarse: 6 ejercicios para niños de 2 a 3 años

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La capacidad del niño de socializarse, de relacionarse con los demás, se va adquiriendo desde los primeros años de vida. Si tenemos en cuenta que cada vez hay más niños que asisten al centro de preescolar o a la guardería, en donde mantienen contacto con otros niños, podemos afirmar que ésta es una capacidad importante que se debe educar en el niño, tanto en la familia como en la escuela de preescolar.

Los niños desde muy pequeños buscan establecer una relación con sus iguales. Sin embargo, el modo en que se configura esta relación va cambiando: durante los primeros meses, el niño busca el contacto social de modo inconsciente con los adultos a través de la sonrisa, de las miradas, de los ruidos, o, sin más, tendiendo la mano. Poco a poco, estas conductas se van haciendo conscientes por parte del niño.

Estos cambios se van observando en actividades lúdicas: en un principio, los niños van siendo capaces de jugar juntos, aunque en ningún momento estos juegos se entrecrucen. Es lo que se ha venido llamando juego en paralelo.

Sin embargo, entorno a los 18 meses, la interacción del niño en el juego cambia: empieza lo se conoce como juego simbólico, es decir, el jugar con algo «como si fuera» distinto (una caja a modo de coche de carreras, un lapicero a modo de cepillo para el pelo, etc..) en un juego que pueden intervenir el resto de sus iguales. Por tanto, va a ser interesante fomentar esta capacidad de socialización de modo natural, dando oportunidades al niño para que juegue con otros niños al «como si fuera».

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Imitando al adulto para aprender a relacionarse

Es a través de la imitación del adulto cómo el niño aprende a funcionar en la sociedad, aprendizaje que va a trasladar a su relación con sus compañeros. Por tanto, si queremos que nuestros hijos aprendan una serie de valores sociales importantes para nosotros, debemos empezar porque el niño vea en nosotros el modelo de conducta social que queremos transmitir.

Es cierto que, además de la imitación, en el niño se manifiesta su propio temperamento y su propio carácter. Por tanto, durante la primera infancia, el control de las emociones del niño deberá ser tarea de los adultos (principalmente de los padres y de los educadores), de modo que al niño poco a poco se le enseñe a autorregular su conducta social.

Conductas sociales de los niños

Concretamente, el programa de Mollá y Zulueta contempla aspectos concretos de la vida social del niño. Como ellas mismas señalan: «A los tres años, el niño debe identificar y manifestar las necesidades más frecuentes con su bienestar corporal (hambre, sed, aseo, etc.) y emprender las acciones necesarias para satisfacerlas». Por ello, todas las actividades del programa van orientadas a fomentar en el niño este tipo de relaciones.

Debemos recordar que son estos primeros años en los que el niño va a pasar de una dependencia total del adulto en su cuidado, higiene y salud, a ser parcialmente ayudado por éste y terminar siendo relativamente autónomo en el desempeño de estas actividades. Por este motivo, los aspectos relacionados con la educación de la socialización cobran especial relieve. Las conductas interactivas están orientadas a la consecución y desarrollo de vínculos afectivos, a la adquisición de conocimientos y la conformación de hábitos deseados por los padres y educadores y al control de las emociones.

A esta edad, el niño ya es capaz de expresar sus propias emociones (tristeza, enfado, alegría o sorpresa) y de reconocerlas en los demás, además de estar preparado para demandar y recibir afecto, para aumentar sus conocimientos y para participar en el grupo social al que pertenece.

6 ejercicios para niños de 2 a 3 años

Ideas para adquirir hábitos y conductas interactivas con ejercicios cotidianos:

Ejercicio 1. Aprender a relacionarse

Ejercicio 2. Aprender a relacionarse

Ejercicio 3. Aprender a relacionarse

Ejercicio 4. Aprender a relacionarse

Ejercicio 5. Aprender a relacionarse

Ejercicio 6. Aprender a relacionarse

Sonia Rivas

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