Atrás han quedado los uniformes y la ropa habitual de colegio. Llega el verano y nuestros hijos adolescentes se visten «de calle». Pero hay estilos y estilos. ¿Cómo podemos los padres guiar a nuestros hijos para que, respetando su personalidad, aprendan a elegir ropa adecuada para cada ocasión? ¿Se puede enseñar a vestir bien?
La profesora Isabel García Hiljding, responsable de Custom Programs del ISEM (Universidad de Navarra) ofrece algunas claves para que ayudemos a nuestros hijos adolescentes a descubrir su estilo dentro de los criterios del buen gusto.
Este año triunfan los minishorts tan cortos que desaparecen debajo de la camiseta. Ellos siguen con la costumbre de dejar caer el pantalón para mostrar la ropa interior, mejor si es de marca. La presión de las modas establecidas por las principales corrientes consumistas se convierte en especialmente fuerte en la adolescencia.
En particular, cuando llega el verano y se guardan en el cajón los uniformes o las prendas más discretas que se llevan en invierno. De pronto, nuestros hijos se muestran muy preocupados por la ropa y nosotros nos debatimos entre dejarles libertad absoluta para definir su estilo o seguir tutelando su armario como cuando eran unos niños.
El crisol del estilo dentro del armario
En el punto medio está la virtud. Nuestra labor consiste en ir educando la forma de vestir desde la infancia y dar las pistas adecuadas en la adolescencia para que ellos mismos vayan acrisolando sus propias preferencias y, al mismo tiempo, hayan interiorizado el secreto del buen gusto.
Para interiorizar el buen gusto es clave el ejemplo que reciben en casa, en particular de los padres. De la misma manera que ocurre en el desarrollo de la mayoría de los hábitos y los valores, en el caso del vestir, influirá de manera definitiva lo que hagamos como padres. Esto no quiere decir en absoluto que los hijos vayan a vestir como los adultos, que les imiten o que tengan preferencia por la misma ropa.
Lo que se logra con el ejemplo no es que cambien el modo de vestir o que elijan uno concreto, sino que adquieran el sentido del buen gusto. Un pequeño ejemplo: no hay nada de malo en que, en determinadas ocasiones, se utilice una camiseta vieja de publicidad, por ejemplo para salir a hacer deporte o llevar a cabo alguna tarea en casa. Pero la enseñanza por la vía del ejemplo será muy negativo si el padre lleva esa misma camiseta a una comida de familia el domingo.
Se trata más de un aire de elegancia que de un modo de vestir en sí. Lo importante es que los hijos vean, en pequeños detalles, que hay una forma de vestir para cada ocasión. Y para conseguir ese objetivo, la educación debe empezar desde el primer día. Si a un niño se le explica desde la infancia que, incluso en verano, cuando nos sentamos a comer es mejor ponerse una camiseta, adquirirá el hábito sin ningún esfuerzo.
Sucumbir a las tendencias: típico de la adolescencia
Una de las características de la adolescencia es que buscan la aceptación por el grupo de iguales mediante un proceso de asimilación de costumbres y actitudes. Copiar los estilos de vestir o seguir la moda es una de las vías para incorporarse al grupo. Eso provoca que, al repetirse permanentemente esta tendencia, dé la impresión de que todos los jóvenes visten igual, de que no hay ninguna alternativa posible.
En ocasiones, los jóvenes eligen determinado estilo simplemente porque no conocen otros. A los padres corresponde llevar a cabo un proceso de análisis de la oferta que puede ser adecuada para la edad de los hijos para presentársela como alternativa a la tendencia dominante. Pero para poder argumentar que este material que ofrecemos es adecuado, tenemos que cimentarlo sobre elementos que justifiquen que es suficientemente moderno. Así, si les presentamos un determinado estilo, podemos hacerlo a través de fotografías de revistas o con visitas a tiendas que a ellos les resulten atractivas y que concuerden mejor con los criterios del buen gusto.
Esto significa que los padres se tienen que involucrar en el proceso, estar al tanto de lo que gusta más, buscar alternativas a lo que gusta menos, en fin, tener capacidad para proponer opciones diversas.
¿Quién manda en tendencias de moda?
Las empresas del sector textil especializadas en niños solían abarcar tallas hasta la primera adolescencia. Pero muchas reconocen que tienen problemas para encontrar la manera de dirigirse a su público, que ya no son estrictamente los padres al tomar la decisión de compra, sino los propios hijos que juzgan y valoran sus atuendos e influyen en los padres a la hora de decidir su compra.
Si bien ya no estamos en la época en la que los padres decidían todo lo que se ponían sus hijos, un buen consejo es guiar en algunos aspectos la selección de compras de ropa. Salir «de tiendas» se puede convertir en un plan divertido que potencie la complicidad con los hijos y permite cierto grado de asesoramiento al mismo tiempo que se deja un margen de capacidad de elección dentro de determinadas marcas seleccionadas previamente por los padres.
En cualquier caso, es importante no olvidar que la adolescencia es solo una etapa y la rebeldía con la ropa es una característica habitual que casi siempre acaba por pasarse. Cuando se ve un exceso en el vestir, una buena idea es que no solo intervenga la madre, que suele ser la que lidia con estas cuestiones, sino que sea el padre el que opine sin entrar en conflictos. A veces, la percepción de un hombre les cambia la forma de ver el problema.
Aceptar los complejos, potenciar los puntos fuertes
En la etapa de la adolescencia se corre el riesgo de que un pequeño problema de complejo por algún aspecto físico se convierta en el centro de atención de todo. Por eso es muy importante que, desde pequeños, los niños aprendan a quererse y, desde una autoestima bien estructurada, acepten su cuerpo tal como es.
Los padres tendrán aquí un doble papel puesto que les corresponde tanto esta parte de la autoestima como enseñarles a sacarse partido, ocultando con pequeños trucos aquello que acompleja al joven y resaltando en paralelo algunas virtudes de su físico que les permitan recuperar la confianza en ellos mismos.
Los primeros maquillajes
Suele ser en un verano cuando esa adolescente que hasta hace poco era nuestra niña quiere empezar a maquillarse. Como los jóvenes tienden a ser excesivos por su naturaleza, es posible que se decante por modelos de maquillaje impropios de su edad, típicos de fiestas, demasiado trabajados.
Igual que ocurre con la ropa, corresponde a las madres mostrarles otras posibilidades estilísticas para que, aunque empiecen a maquillarse, lo hagan con un estilo propio de su edad. Algunas revistas de calidad nos pueden ayudar en esta tarea, así como acompañarlas a elegir maquillajes y que puedan recibir consejos de asesoras que sean de nuestra confianza.
María Solano
Asesoramiento: Isabel García Hiljding, profesora del ISEM
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