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Vanidad adolescente: vivir de cara a la galería

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Hay adolescentes que presumen de libertad y de autenticidad, que quizá repiten que a ellos nadie les influye y luego resulta que obedecen sumisamente a costumbres y eslóganes que la moda establece como intocables. Son embaucados por la fascinación de frases o ideas en boga, pero apenas profundizan en ellas. A este fenómeno se refería Thibon cuando decía que, «para esos, la verdad es lo que se dice; la belleza, lo que se lleva; y el bien, lo que se hace».

A estos adolescentes llenos de vanidad que viven de cara a la galería no les angustia tener o no razón. Les aterroriza, sin embargo, pensar cosas que estuvieron ayer de moda pero que hoy no lo están. Les falta estilo. Lo único que saben es elegir, de entre las diversas opiniones que circulan, la que les parece que mejor quedan y consumen su vida sin haber engendrado un pensamiento que puedan decir que es suyo. Al final, se ven haciendo auténticos malabarismos para tomar siempre una postura intermedia y, sobre todo, para que nadie les tache de anticuados.

Complejo de inferioridad camuflado

En el fondo, lo que les ocurre a buena parte de estos adolescente es que padecen un extraño complejo de inferioridad que les lleva a estar dispuestos a decapitar todas sus normas morales antes que permitir ser acusados de ñoños, de faltos de «personalidad«, de anticuados o aniñados.

Para ellos no cuenta lo que piensan o sienten, sólo importa lo último que han oído o leído, lo que dice el grupo, la mayoría, lo que está de moda. Incluso en algunos casos hacen tremendos sacrificios para estar más delgados, conseguir el dinero necesario para adquirir ropa de marca, para lucir estómago cual «tableta de chocolate», para llevar el pelo más liso a pesar de estar quemándoselo con tanta plancha, etc. Sólo quieren ser aceptados por lo demás sin plantearse primero «quererse ellos mismos» como son y con lo que tienen.

Esta vida de cara a la galería les impide construir su verdadera vida y al estar tan preocupados por aparentar, las relaciones familiares o de amistad se hacen siempre difíciles, porque la falta de naturalidad acaba siendo mutua: ellos aparentan ser distintos a como en realidad son y los demás les pagan con la misma moneda. Son chicos y chicas que pueden finalmente encontrase muy solos, pues su tiempo lo han dedicarse a admirarse y ser admirados, en lugar de preocuparse por los demás, cuidar a los amigos y ayudar a quienes les rodean.

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El ‘qué dirán’: la preocupación de los adolescentes

La preocupación por el «qué dirán» está en la base de ir bien arreglados, por lo que puedan decir o pensar los demás, o por esa necesidad descontrolada de que todo el mundo se admire a su paso. Debemos explicarles que no se debe andar por la vida constantemente al vaivén de lo que los demás piensen o digan de nosotros, acabarían por volvernos locos, pues es imposible complacer a todos aquellos con quienes nos cruzamos.

El qué dirán constituye una agobiante preocupación que se abate sobre muchas personas. Puede ser como una especie de terror a hacer el ridículo, una obsesión por ser como todos o una excesiva preocupación por la propia imagen que puede llegar a ser realmente perjudicial. No se trata de ser un tipo raro, distinto a todos.

También aquí hay que buscar un equilibrio sensato, para seguir razonablemente las modas sin ser esclavo de ellas. Sobre todo de las modas de «los modistas de la mente», que son esa especie de papilla mental que algunos venden con tanto éxito a quienes son capaces de sacrificar su libertad de pensamiento, a cambio de lograr ser siempre igual a los demás y no llamar la atención.

Consejos para evitar vivir de cara a la galería

– Es bueno saber adaptarse a la realidad que nos rodea, pero sabiendo que hay ciertas cosas en las que no se debe ceder o que no se pueden tener. Hazle ver a tu hija, por ejemplo, que el estilo es más saberse poner el detalle oportuno -como un pañuelo al cuello- y combinar bien prendas y colores, que lucir la etiqueta de una marca conocida. Posiblemente esta elegancia «natural» le convierte en punto de referencia en el vestir de sus amigas.

– Si detectas que tu hijo cuida su aspecto personal sólo porque se siente superior a otros, puedes aconsejarle que abra un poco los ojos y descubra las cualidades de los demás, ya que es una excelente forma de aprender a ser más humilde. Aprovecha un día de compras y que vaya enumerando rasgos positivos del carácter de cada uno de sus amigos, sin necesidad de mencionar cómo visten.

– Puede que tu adolescente pase horas y horas delante del espejo y aún así no esté seguro de que le guste lo que refleja. Puedes proponerle ser menos puntilloso en cuanto a su aspecto físico, ser más condescendiente consigo mismo, hacerle pensar en lo bien que lo pasará esa tarde y no tanto en si sus amigos pensarán si va «guay» o no. A la vuelta que te cuente cómo se lo pasó y refuerzas de nuevo que ha sido «incluso sin estar del todo satisfecho de cómo íbas vestido».

– Hay temporadas que observamos que nuestro hijo o hija descuida demasiado su arreglo personal: desaliñado, pelo poco cuidado, ropa poco favorecedora, etc. Es bueno indagar, con tacto, si esconde algo más profundo, una preocupación que refleja externamente con su dejadez.

Los adolescentes se encuentran en una etapa ideal para acometer acciones solidarias. Organiza una visita al Cotolengo, a un asilo, a un orfanato, etc. Allí es fácil ver y comprender lo absurdo de la preocupación por lo que aparentamos, descubrir que tenemos mucho más que muchas personas y como agradecen estas visitas los que allí residen… sin necesidad de gastarnos ni un euro.

Ana Aznar
Asesoramiento: Alfonso Aguiló. Presidente de CECE

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