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Cómo tratar a mi hijo adolescente

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Cuando tenemos un hijo/a en la adolescencia nuestro hogar se puede convertir en un escenario de batalla. Nos vemos desbordados, cansados de tanta pelea y frustrados porque por mucho que lo intentamos la declaración de paz nunca llega.

«Mi hijo/a se encierra en su habitación y no sale en todo el día» «Antes me contaba qué le pasaba, ahora no me habla» «Está todo el día de mal humor» «Las peleas con él son diarias y cada vez van a peor»…

¿Cómo tratar a mi hijo adolescente? Es importante como padres, que podamos adaptarnos nosotros también a esta nueva etapa del ciclo familiar, para así ayudar a nuestro hijo/a en la difícil, pero también emocionante tarea del crecimiento.

Cómplices de nuestros hijos adolescentes 

Ideas para poder acercarnos más a nuestros hijos y así poder evitar muchos de los conflictos que surgen a estas edades.

1. Nuestro niño crece… y nosotros nos hacemos mayores

El niño/a que hasta hace nada vimos como daba ilusionado sus primeros pasos, nos cogía con su manita cuando quería enseñarnos algo o salía corriendo entusiasmado cuando escuchaba el timbre de la puerta, de repente, y casi sin darnos cuenta, es ya es casi un hombre o una mujer. Nos va a seguir necesitando, pero de otra manera. Y es en ese mismo proceso en que asimilamos que nuestro niño ya no va a volver, cuando nos tenemos que enfrentar a otra pérdida, y es nuestro paso a una edad madura.

El momento en que nuestro hijo empieza a abrirse al mundo y empezar a experimentar, a descubrir y buscar su camino en la vida coincide muchas veces con nuestro decaimiento. Tanto a nivel profesional como físicamente, nos vemos menos atractivos, con menos curva de evolución en el terreno laboral y en general, con menos vitalidad que antes. Es un duelo que debemos atravesar, ellos crecen pero nosotros también.

2. Quiero más libertad, pero te necesito muy cerca

En esta edad están en la eterna ambivalencia, por eso nos cuesta tanto entenderles. Se está formando su identidad y ahora su autoestima no se basa en la mirada que le devolvemos nosotros como padres, sino en su grupo de iguales. Necesitan sentirse independientes de nosotros, valerse por sí mismos para poder construirse diferentes a nosotros, pero esto a su vez les produce mucha inseguridad. Ya no tienen el calor y apoyo que tenían de niños y se ven en tierra de nadie. Por eso aunque nos reclamen libertad y nos griten sus deseos de irse de casa, en realidad nos están queriendo decir que sigamos ahí, que nos necesitan.

3. Los límites… esos grandes enemigos de la sociedad

En relación al punto anterior, los adolescentes necesitan límites. Son una forma de cuidado y protección. Deberemos adaptarlos a su etapa evolutiva e irles dejando más espacio, negociando y pactando con ellos para que se sientan partícipes y responsables. Necesitan saber que alguien va a frenar su impulsividad y agresividad y que no les tenemos miedo. Se sentirán contenidos y tranquilos.

Negociaremos, por ejemplo, la hora de llegada a casa, pero con el tiempo dedicado al móvil, televisión o juegos en red es importante establecer límites claros, restringiendo su uso a partir de una hora por la noche para garantizar su descanso.

Es importante ceder ante pequeñas transgresiones (que de repente aparezca con un corte de pelo como de un futbolista, que se vista de negro, etc.), y elegir las batallas a las que nos vamos a enfrentar. No debemos olvidar las verdaderamente importantes, como el consumo de alcohol, drogas u otro tipo de conductas dañinas para ellos.

4. Responsabilizar y dejar hacer

Es recomendable dejarles que vayan experimentando sus errores, es lo que hará que se sientan más capaces y confíen en sus posibilidades. Si no es probable que por miedo a que les pase algo les enviemos un mensaje de fragilidad «no creo que puedas hacerlo solo, por eso lo hago yo por ti» a la larga pagarán esa deuda viéndose un mundo sin recursos propios al cual enfrentarse.

En ese dejar hacer también hay que tener en cuenta que es su camino, podemos servirles de bastón pero no indicarles por donde ir. Muchas veces depositamos en ellos expectativas, deseos nuestros no cumplidos, o que no tienen que ver con ellos sino con nuestra historia… Tenemos que ser conscientes de ello y no limitarlos con nuestros anhelos. Son ellos los que deben encontrar sus metas y luchar por sus objetivos.

5. ¿Mala comunicación? ¿Cuánto les escuchamos?

Debemos facilitar espacios de diálogo con nuestros hijos, en los que se sientan validados y escuchados y evitar caer en un pulso continuo con ellos que no nos lleva a ningún lado. Si fomentamos con ellos una escucha activa, podrán sentirse más libres para hablar con nosotros ya que no les llevaremos a interrogatorios interminables de los que tengan la necesidad de escapar.

Cuando el clima de la conversación se torna agresivo, es importante que transmitamos serenidad. No hay que permitir las faltas de respeto, pero debemos mantener la calma y no aumentar la tensión con más gritos o ansiedad. Nuestra tarea es ayudarles a que puedan hacerse cargo de sus emociones, y para ello debemos contenerles cuando se sientan desbordados y ayudarles a identificar el motivo de su malestar.

Para ello, es importante no tomarnos como algo personal lo que nos digan e interpretarlo como parte de su proceso de separación. Se sienten a veces muy independientes y con energía para comerse el mundo y otras se ven como niños que necesitan el calor y apoyo de sus padres, lo que a su vez les puede generar rabia por esa dependencia.

Nos ayudará también a entenderles si pensamos en nuestra propia adolescencia, la relación que teníamos con nuestros padres, las dudas que no asaltaban, la incertidumbre, las preocupaciones, las emociones de montaña rusa, a veces de alegría infinita y otras pensar que es el peor día de nuestra vida… Todos fuimos adolescentes y aunque es una época complicada, la vida está por descubrir.. ayudémosles a ello.

Cristina Zárate. Psicoterapeuta Infantojuvenil de Psicólogos Pozuelo

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