Mónica tiene catorce años. La edad ideal para disfrutar del deporte con los amigos, de las primeras salidas… Pero en su caso esto no es así. Sus aficiones son muy distintas: la tablet, los libros y su música son sus mejores compañeros. Sus padres no paran de preguntarse si esta actitud es realmente positiva.
Existen numerosos casos similares a este. No es que los hijos «molesten» en casa… pero las horas que pasan encerrados en su habitación, tumbados en el sofá o, simplemente, mirando a las musarañas deben tener un límite.
Los chicos y chicas de esta edad necesitan tener amigos aunque esto les obligue a realizar pequeños esfuerzos. Y es que, la verdadera amistad es ante todo renuncia: Por los amigos hay que perdonar, disculpar, esperar, amoldarse… Pero para bien o para mal, el hombre depende de los demás y una personalidad que no se complementa con otras queda fofa y sin matices. Y además, con quien mejor que con los verdaderos amigos para compartir aficiones y salidas. Lo que está claro es que, por mucho que queramos, los padres no podemos ocupar ese lugar.
¿Cómo son nuestros hijos?
Cada chico es un mundo pero la mayoría de los adolescentes excesivamente «hogareños» suelen responder a uno de los siguientes perfiles:
· El solitario, que feliz con su propia compañía y aficiones, no se plantea ampliar nuevos horizontes. Según su propio juicio, con sus libros, juegos y ordenador tiene más que suficiente.
· El chico acomplejado e inseguro de sí que se siente inferior por sus complejos frente a su grupo de conocidos: amigos, compañeros de colegio…
· El tímido que no se atreve a relacionarse con otras personas por pura inseguridad y prefiere refugiarse en su casa donde tiene asegurada la aceptación total.
· El comodón, que por ser incapaz de realizar un pequeño esfuerzo prefiere atrincherarse en el sillón de casa viendo la tele, dormitando o comiendo.
Ninguno estos cuatro tipos característicos pueden confundirse con los jóvenes que se sienten realmente a gusto en casa y que, a pesar de tener amigos, deciden pasar de forma voluntaria bastante tiempo con los suyos o que, simplemente, prefieren invitar de vez en cuando a algún amigo a ver la tele o escuchar música en casa en vez de salir por ahí.
El llanero solitario
Si nuestro hijo es un adolescente solitario debemos procurar hacerle ver, cuanto antes, que las aficiones (música, juegos…) enriquecen mucho más cuantas más personas participan y se ven implicadas en ellas.
No se trata tanto de que le hagamos renunciar por completo a esos hobbies que tanto le gustan sino que aprenda a dosificarlos y a compartirlos. Y más aún cuando existen problemas de relación con los amigos. Esos video-juegos que tanto le gustan y «alejan» de los chicos y chicas de su edad podrían llegar a ser la mejor excusa para realizar nuevas amistades o consolidar la que ya existían.
Frente a los complejos… refuerza su autoestima
Es posible, también, que nuestro hijo tenga dificultades a la hora de hacer amigos por algún tipo de complejo. Aunque parezca mentira este suele ser uno de los frenos más habituales entre los adolescentes en lo que a las relaciones sociales se refiere. A veces, un simple acné o unas gafas poco atractivas pueden ser el detonante que les lleve a aislarse en su propio mundo.
Luchar contra este tipo de actitudes no es fácil, pero siempre podemos poner de nuestra parte para no alentarlas y, por supuesto, no agrandarlas.También es importante que le hagamos comprender a nuestro hijo su valía como persona: Si conseguimos reforzar su autoestima le será mucho más sencillo afrontar esos pequeños complejos que tanto le retraen en sus relaciones con los demás.
Un inseguro en casa
Si, por el contrario, lo que tenemos en casa es un tímido redomado, debemos tratar por todos los medios que ese carácter introvertido e inseguro no se convierta en un muro que le impida abrirse a los demás.
Será fundamental, por tanto, reforzar su seguridad. Muchos adolescentes no se atreven a relacionarse con otras personas porque la convivencia desvela sus puntos débiles. Tal inseguridad no suele responder a carencias o limitaciones reales sino más bien a una ligera tendencia a conceder demasiada importancia a las opiniones a los demás sobre uno mismo.
Una vez más tendremos que procurar potenciar la autoestima de nuestro hijo alabando y reforzando sus cualidades más sobresalientes. Asimismo, intentaremos provocar situaciones en las que el chico se vea obligado a relacionarse con jóvenes de su edad para que se vaya soltando: Una salida con amigos que tengan hijos e hijas de similares edades puede ser un buen punto de partida, por ejemplo.
Atrincherado en el sillón
El principal problema del «comodón» suele ser precisamente lo bien que se siente en casa. Y es que, cuando los chicos se encuentran tan a gusto que les cuesta abrirse a los demás, los padres suelen ser en gran medida responsables de la situación. Es a nosotros a quien nos corresponde abandonar las posturas excesivamente proteccionistas.
Nuestro hijo debe esforzarse no solo en relacionarse con los demás sino en colaborar en el día a día de casa. Su vida no puede ser un ir y venir de la video-consola al sillón, ni mucho menos. Y nosotros somos, precisamente, los que tenemos que exigirle ciertos compromisos: Si le acostumbramos a tenerlo todo hecho, no será raro que cuando tenga que convivir con otros chicos éstos no deseen ser sus criados.
Tres ámbitos: la familia, el colegio y la calle
A lo largo de la adolescencia son tres los ámbitos en los que se suele desarrollar, fundamentalmente, la vida de los chicos y las chicas: la familia, el colegio, y la calle. Unas relaciones sociales adecuadamente encauzadas implica saber integrarse adecuadamente en cada uno de estos ámbitos.
Cuando se produzca alguna carencia en alguno de ellos tendremos que ser los padres los que tratemos de reforzar aquello en lo que el chico flaquea. Si no tiene amigos en la escuela procuraremos animarle a invitar a alguno a casa para estudiar. Si es en la calle en donde no se desenvuelve bien siempre podremos recurrir a algún vecino o conocido de la familia para superar esta dificultad. Lo importante, en cualquier caso, es que nuestro hijo comprenda que la amistad es un paso más que debe dar si desea madurar. Seguro, que con mucho cariño y paciencia, nuestro hijo lo comprende.
Marisol Nuevo Espín
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