Tarde o temprano todo padre tiene que sentarse a hablar con su hijo adolescente porque este se ha portado de forma incorrecta. No es que todos los jóvenes sean malos, pero el ansia por descubrir y la incertidumbre de esta edad hacen que los más pierdan el norte y acaben obrando mal. Por eso los mayores tienen que sentarse con ellos para explicarles cuál es el comportamiento más apropiado.
Pero, ¿cómo conseguir que estas palabras no acaben perdiéndose en el aire? ¿Cómo hacer para que los adolescentes no se lo tomen como un ataque persona? El primer paso es la paciencia y saber que el hijo ya no es un niño pequeño, sino que está más cercano a la edad adulta por lo que habrá que comenzarlo a tratar de otro modo. Aunque eso sí, nunca olvidar que la autoridad en casa la tienen los padres.
Dejar claras las normas
Siempre es mejor prevenir que curar, y en el caso de los sermones a los hijos también es así. Es mejor aclarar con los adolescentes una serie de normas y expresar que deben cumplirlas o si no habrá consecuencias. De esta forma se preparará el terreno para que en caso de infracción se le recuerde al joven que estaba avisado y que se le había prestado una confianza que ahora se ha roto.
También ayuda que el adolescente participe en la elaboración de este reglamento para que se sienta integrado. Aunque la última palabra siempre la han de tener los padres, nunca está de más saber qué opina el joven y si tiene algo interesante que proponer. Llegar a un acuerdo hará más probable el cumplimiento de las normas ya que existirá el sentimiento de pertenencia.
Nunca perder la calma
Lo primero que debe procurarse a la hora de sermonear a un adolescente es que impere la calma. No se puede hablar si el ambiente está tenso y por supuesto gritar no es la mejor forma de diálogo que se puede escoger. Con un tono de voz serio los padres deben hacer saber a sus hijos que han actuado mal e invitarles a reflexionar sobre lo que ha ocurrido para conocer su opinión.
En el caso de que el adolescente comience a ponerse a la defensiva y a caldear el ambiente del diálogo o a no escuchar, se le debe mandar a su cuarto a reflexionar sobre su actitud. La misión será que se calmen las cosas y esperar a otro momento para seguir con la conversación, dar tiempo al joven para replantear su situación y hacerle ver que la única opción que le queda es mantener una actitud correcta.
Una vez que el adolescente esté dispuesto a hablar habrá que hacerle entender que él ha incumplido una norma que aceptó con anterioridad. Que ahora vendrá una sanción automática relacionada con esta situación y que debe asimilar que para esta no se vuelva a producir, tiene que cumplir el reglamento que impera en la casa. De igual forma, el joven también tiene que saber que la última palabra en casa la tienen los padres puesto que ellos son la autoridad.
Damián Montero
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