En los 20 últimos años, Sara Desirée Ruiz, diplomada en Educación social por la Universitat de Girona, ha orientado su labor profesional a la atención y acompañamiento socioeducativo de familias con adolescentes. Desde su comunidad de Instagram @adolescencia.sara.desiree.ruiz, que supera actualmente los 53.000 seguidores, trabaja por la sensibilización social sobre la adolescencia.
Al inicio de la pandemia, inauguró un grupo de ayuda mutua internacional para acompañar el día a día de familias con adolescentes. Su blog fue reconocido en 2021 como mejor blog en la categoría de adolescencia en los premios nacionales Madresfera (www.saradesireeruiz.com) y el proyecto de mentoría social que coordina actualmente en el barrio del Raval, en Barcelona, para adolescentes en situación de vulnerabilidad ha obtenido recientemente el premio nacional Educaweb. Su primer libro con pautas prácticas para el acompañamiento de la adolescencia está a punto de publicarse.
Acompañar a los adolescentes
¿Qué supuso recibir el Premio Madresfera al mejor blog de adolescentes?
Ganar el Premio Madresfera supuso un reconocimiento a mi labor, me dio esperanza, me animó a seguir con mi proyecto de sensibilización sobre la adolescencia en redes sociales y a seguir escribiendo. Que una organización tan estupenda como Madresfera ponga en valor mi trabajo es una pasada. La adolescencia merece que le prestemos atención y que empecemos a acompañarla teniendo en cuenta sus características.
Aseguras que acompañar a la adolescencia es una carrera de fondo, ¿qué les pasa a los adolescentes, por qué nos cuesta tanto entenderles?
La adolescencia es una etapa determinante en nuestro desarrollo. Lo que nos pasa en esta etapa puede tener un impacto enorme en cómo lleguemos y vivamos nuestra vida adulta. Por ese motivo debemos acompañar atentamente la etapa. El acompañamiento debe ser consciente y constante, de ahí lo de que es una carrera de fondo. Es una etapa que se extiende más allá de los veinte años y que nos prepara para nuestra vida adulta, y en ella nuestro cuerpo y nuestro cerebro experimentan una gran transformación que da como resultado las conductas típicas que reconocemos como adolescentes. A las personas adultas nos cuesta tanto entender esta etapa porque la miramos desde nuestra perspectiva de adultas experimentadas con un montón de aprendizajes a nuestras espaldas. Nuestro cerebro se encuentra en otro momento de su desarrollo y podemos creer que siempre vimos las cosas con tanta claridad o que siempre nos resultó fácil hacer lo que hacemos ahora, pero lo cierto es que no es así.
Si hacemos el esfuerzo de buscar en nuestra memoria y visualizar a nuestro yo adolescente podremos acercarnos a la realidad de la etapa y esquivar el filtro adulto que nos nubla la vista.
La adolescencia se caracteriza por la dificultad para controlar nuestra conducta, impulsada por emociones muy intensas; por la necesidad de experimentar sensaciones fuertes y gratificantes, lo que a menudo implica correr riesgos; por la construcción de la propia identidad, lo que nos hace experimentar con nuestro aspecto e intereses; por la exploración de la autonomía, con lo que buscamos separarnos de nuestra familia y hacer las cosas por nosotras mismas. Todo esto no es fácil para las familias, que normalmente sienten una gran necesidad de control, pero tampoco para las personas adolescentes, que habitualmente se sienten incomprendidas y controladas.
En ocasiones, los padres nos sentimos incomprendidos al preocuparnos por su futuro, por sus amistades…, ¿sirve de algo darles consejos?
En mi experiencia, no. Aconsejar sirve de poco cuando lo que necesitan es sentirse protagonistas de sus vidas y tomar sus propias decisiones lejos de la familia. Evidentemente, esto tiene riesgos porque esas decisiones se toman en un momento en el que no están preparadas para muchas de ellas y en el que no pueden imaginar qué les puede pasar o cómo se van a sentir, por ese motivo aconsejo un acompañamiento prudente de la etapa. Esta forma de acompañarlas durante su transición a la vida adulta implica estar muy atentas, aunque manteniendo una cierta distancia. Implica generar reflexión diariamente, en lugar de dar consejos. Implica crear oportunidades para que experimenten, pero a la vez facilitarles medidas de autoprotección. Para hacer todo eso es imprescindible aprender a comunicarnos con ellas como necesitan y, sobre todo, hacer un trabajo con nosotras mismas, porque muchas de las situaciones adolescentes nos ponen nerviosas, nos asustan, nos sorprenden* Es todo un reto acompañar la adolescencia cuando nosotras la dejamos atrás hace tanto tiempo y la época en la que la vivimos era tan diferente.
¿Por qué es frecuente tener la sensación de que ellos lo saben todo y nosotros estamos desfasados?
El pensamiento adolescente es egocéntrico. Las personas adolescentes tienen tendencia a creer que saben más de lo que saben, que a ellas no les va a pasar eso que les decimos que les puede pasar, que lo que les pasa a ellas no le pasa ni ha pasado a nadie antes, que nadie las entiende, que son especiales…
En esta etapa todo se vive de forma autocentrada, por esa necesidad de construir nuestra identidad, entre otras cosas.
Como su adolescencia nos pilla en un momento vital diferente, muy lejos de nuestra propia adolescencia, es importante que nos acerquemos a su mundo, que nos actualicemos lo máximo posible para estrechar la brecha generacional, que mostremos interés por sus cosas y les pidamos ayuda para aprender aquellas cosas que son propias de su tiempo. De esta forma, nos acercamos a ellas, mejoramos nuestra relación, les damos el protagonismo que necesitan, se sienten valoradas, útiles y empezamos a construir la relación que queremos tener con ellas cuando sean adultas. Si despreciamos su mundo y las cosas que les importan es imposible acompañarlas porque nos identifican como personas que no las entienden y en las que no pueden confiar. ¿Tú confiarías en alguien que no muestra interés por tus cosas, que menosprecia tus intereses y que te exige constantemente que hagas cosas que no te apetece hacer?
¿Qué debemos tener en cuenta para comunicarnos mejor con nuestros hijos adolescentes?
Para comunicarnos mejor con las adolescencias actuales es importante no juzgar sus preferencias, transmitir que sentimos un interés genuino por lo que nos cuentan, convertir toda la casa en un lugar seguro en el que se encuentren a gusto (no solo en su cuarto), mostrarnos accesibles cuando acuden a nosotras para explicarnos o pedirnos algo, reforzar en positivo sus esfuerzos y sus logros, validar sus emociones, llegar a acuerdos y respirar profundamente sin intervenir inmediatamente cuando lo que nos cuentan o lo que vemos no nos gusta o nos sorprende. Yo siempre invito a usar el mantra: «No es personal, es cerebral», para evitar intervenir empujadas por emociones que no nos ayudan a acompañarlas. Necesitamos darles progresivamente ese espacio que reclaman para que puedan convertirse en personas adultas sanas y para ello es imprescindible que evitemos colocarnos en situaciones autoritarias o iniciar luchas de poder. Deben identificarnos como personas que las respetan, las entienden, con las que pueden contar en momentos de duda o desorientación y que las ayudan a tomar mejores decisiones.
¿Cómo afrontar esos cambios de gustos en la ropa, en el pelo, en los tatuajes o piercing, e incluso en las amistades?
Los cambios son importantes, habituales y tienen que ver con la exploración y construcción de la identidad. Por lo tanto, prohibirles que exploren no es recomendable. Siempre recomiendo llegar a acuerdos y negociar cuando se trata de cambios cuya condición es permanente. Ante aquellos cambios que proponen que no implican algo irreversible, aconsejo buscar información con ellas conjuntamente de lo que implica el cambio en el que están pensando. Recordemos que suelen hacerse expectativas que no se basan en el criterio de realidad. El tema de las amistades es más complejo. Ahí se mueven otros hilos y nos llevaría mucho explicarlos todos, pero es importante quedarse con la idea de no criticar a las amistades. Es mucho mejor acercarlas y generar reflexión sobre las conductas que no nos parezcan adecuadas más que dar nuestra opinión o etiquetarlas.
¿Por qué los adolescentes se creen invulnerables y adoptan, en algunos casos, conductas de riesgo?
Esto es a causa del momento de desarrollo cerebral por el que pasan. De ahí el mantra que comentaba antes: «No es personal, es cerebral». Las personas adolescentes se ven atraídas por actividades en las que creen que van a experimentar una gran sensación de recompensa, necesitan experimentar cosas nuevas y estimulantes casi constantemente. Como no pueden todavía anticipar las consecuencias de las conductas arriesgadas, se arriesgan sin entender lo que suponen esas conductas que les resultan tan atractivas. En otras palabras, sienten que se sentirán genial, valga la redundancia, haciendo algo que implica un riesgo, pero priorizan lo que sentirán haciéndolo al riesgo que tiene hacerlo, y no pueden evitar hacerlo porque las funciones responsables del control de la conducta no están operativas aún y no pueden controlar no hacerlo.
Un estudio ha revelado que el 84% usa el móvil para no aburrirse, ¿por qué no pueden despegarse de él, es como si todo su mundo estuviera ahí dentro?
En ese «no aburrirse» entran muchas otras cosas.
El aburrimiento puede esconder un querer sentirse mejor, un querer evadirse, un explorar su identidad, un inspirarse.
En mi experiencia, las personas adolescentes utilizan mucho el móvil para calmar su malestar emocional, para relacionarse con sus iguales, para descubrir sus intereses, para aprender sobre un tema que les motiva* Han cambiado mucho las cosas desde que nosotras éramos adolescentes. Las formas de ocio son una de ellas y los móviles juegan un importante papel en su tiempo libre, pero no siempre que usan el móvil lo hacen para algo que es arriesgado o contraproducente, aunque está claro que en internet y en las redes sociales existen muchos peligros de los cuales deben protegerse. Si ya sabemos que les cuesta anticipar los riesgos y controlar no hacer aquello que les genera sensación de recompensa, tenemos el campo abonado para que puedan pasar cosas desagradables con el uso de los dispositivos. Por eso es importante que las acompañemos para entender su uso. El móvil es un elemento que ya forma parte de la vida de las adolescencias actuales y es una herramienta muy útil para muchas cosas, pero es imprescindible que las ayudemos a desarrollar hábitos para un uso seguro.
De la pandemia a la guerra, ¿cómo va a afectar a los adolescentes todos estos acontecimientos tan seguidos que estamos viviendo en los últimos años?
Si tenemos en cuenta que las personas adolescentes se encuentran en un momento de desarrollo cerebral muy complejo y que el entorno tiene un papel esencial en nuestro desarrollo e impacta en él de forma determinante, la pandemia y la situación actual que estamos viviendo con la guerra pueden afectarles mucho. Ambas situaciones son potenciales generadoras de estrés y el estrés es fatal para nuestro desarrollo. Durante períodos de estrés como estos pueden aparecer conductas de riesgo que no se habían producido hasta el momento, pueden agravarse otras que ya existían o pueden volverse insostenibles aquellas que ya eran graves. En estos momentos debemos concentrarnos en cuidar de la salud emocional de las personas adolescentes que nos rodean y proteger aquellos aspectos clave para su desarrollo: las relaciones sociales, la experimentación creativa, la búsqueda de experiencias nuevas y la exploración de su identidad.
¿Qué drogas están consumiendo más ahora los adolescentes y por qué?
Las drogas más populares son el alcohol, el tabaco y el cannabis. Según datos del Ministerio de Sanidad del último informe de 2021, el 51,3% de los jóvenes de 14 a 18 años afirma haber realizado botellón en el último año. En mi experiencia, el vapeo también está muy de moda desde hace unos años. Según datos de 2022 del Ministerio de Sanidad, casi la mitad de las adolescentes de 14 a 18 años ha vapeado alguna vez. Esto supone que el 48% de la adolescencia ha probado los cigarrillos electrónicos. La edad media de inicio en el consumo de sustancias estaba a 2021 entre los 14 y los 16 años, lo cual es tremendamente preocupante, pero totalmente comprensible por la necesidad de experimentar sensaciones gratificantes, de buscar novedades y de calmar el malestar emocional, entre otras cosas.
En mi experiencia muchas adolescentes prueban alguna sustancia, pero eso no quiere decir que desarrollen una adicción.
Para muchas de ellas se queda en un consumo experimental que no se extiende más allá de la adolescencia, aunque es importante destacar que ni siquiera el nivel de consumo experimental es seguro. No se sabe de dónde provienen las sustancias que consumen, con lo que no se puede determinar el nivel de calidad de las mismas ni qué efectos tendrán en su cerebro y en su cuerpo, con lo que cada vez que consumen el resultado es una lotería. Es muy importante trabajar para la prevención. Recomiendo que las familias aprendan sobre estos temas y puedan entrenarse en la observación de las señales y conductas que indican consumo.
Marisol Nuevo Espín
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