El pasotismo es la pretensión de vivir cómodamente, sin problemas, en un mundo separado de la realidad y fabricado a la medida de los propios deseos y apetencias. ¿Queremos nosotros un hijo así? Al contrario, pretendemos que sea un chico de personalidad fuerte. ¿Qué podemos hacer?
Los pasotas surgen en la adolescencia, pero se forjan unos años antes: entre los 7 y los 12 años transcurre un tiempo precioso para prevenir este tipo de actitudes indiferentes.
El pasotismo en la adolescencia está íntimamente relacionado con los hábitos adquiridos desde la infancia. En esta etapa previa a la adolescencia, hay que fomentar especialmente dos virtudes: la capacidad de esfuerzo y la responsabilidad. Si faltan ahora, nuestro hijo podrá caer mucho más fácilmente en la indiferencia y la vida cómoda.
Ideas para evitar que tus hijos adolescentes sean pasotas
Para prevenir y llegar antes fomentaremos todo lo que permita a nuestro hijo a esforzarse un poco más, todo lo que le ilusione a luchar y a darse…
Descubre sus habilidades. De lo que se trata es de que se ilusione, de que se esfuerce, de que le importe algo. Si el chaval cree que no hay nada por lo que luchar, tenderá hacia actitudes indiferentes. Por eso, es muy conveniente de que le motivemos para que cultive esa capacidad o habilidad especial que posee. Quizá él diga que no sabe hacer nada bien: eso no es cierto. Si él no es consciente, tendremos que ayudarle a descubrirla.
Seguro que sabe hacer algo mejor que sus amigos: capacidad para escribir, para dibujar, para la música… Tal vez se le dé mejor un tipo de deporte, algo más minoritario. Hemos de animarle a cultivar esa afición o capacidad, haciéndole ver que merece la pena esforzarse por mejorarla. Así, con algo tan concreto, se ilusionará con ello. Tendrá confianza en sí mismo e ilusión por hacer algo en la vida.
Y si a primera vista no parece que destaque en nada, podemos pararnos a pensar qué puede gustarle, o qué podría hacer nuestro hijo para que se dedique a ello. Por ejemplo, un chaval especialmente «patoso» (utilizando un eufemismo), que jamás pegará bien a una pelota de fútbol, quizá se ilusionaría por completo con los animales si tuviera la oportunidad de leer la «Enciclopedia visual de los animales», de salir al campo y de coger, alguna vez, un grillo. Y ahí cuenta mucho la observación de los padres.
Que se gane lo que quiere. La vida es a veces muy complicada y hay que sufrir bastante. Si ahora el chaval no tiene que mover un músculo para conseguir todo lo que quiere, en el futuro, cuando lo necesite, no sabrá como hacerlo y podría entonces desviarse hacia una vida lo más cómoda e indiferente posible. Hemos de apelar a su esfuerzo personal para conseguir lo que quiere, evitando allanarle totalmente el camino o resolverle los problemas.
Si quiere una bici, que se la gane. Cada familia deberá ver cuál es el esfuerzo necesario y proporcionado que deberá hacer el chico para conseguirla: ¿Todos sobresalientes? ¿Hacer algún trabajillo para ganar algo de dinero? ¿Dejar de comprarse ese abrigo más caro para ahorrar? Por otro lado, ha de afrontar por sí mismo las dificultades propias de su edad, como son las «inocentes» peleas en el colegio, por ejemplo, o las riñas con los demás hermanos.
Ayúdale a pensar. Cuando crezca nuestro hijo quizá se encuentre con amigos que «pasan» de todo, con visiones muy simplistas de la vida: para que luego no se deje arrastrar por esas posturas (tan atrayentes por auténticas, a los ojos de un adolescente) habrá que enseñarle ahora a decidir, invitándole a pensar y a informarse antes de la decisión. Así, no se dejará influenciar sin más, sino que tendrá espíritu crítico.
En una medida adecuada a su edad, hemos de procurar que no actúe irreflexivamente, dándole oportunidades para que aprenda a tomar decisiones por sí mismo. Podemos decirle en ocasiones: ¿Tú crees que debería dejarte? ¿Qué crees que debería hacer?
También habrá que exigirle que se responsabilice de las consecuencias de cada decisión. Si él mismo se da cuenta ahora de que tal acción lleva tal consecuencia, en el futuro le pasará igual y no responderá a todo «paso», «me da igual», «no me importa» o «que me dejen tranquilo».
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Gerardo Castillo. Doctor en Ciencias de la Educación y Subdirector del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Navarra
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