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El peligro de la pornografía: atraídos por un mundo de imágenes en la adolescencia

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Con la llegada de la adolescencia la curiosidad de nuestros hijos sobre temas sexuales es muy grande y la resuelven, ellos y ellas, intercambiándose dudas y experiencias, desentrañando significados en los Diccionarios y Enciclopedias y riéndose nerviosamente con las situaciones chocantes que se cuentan. Una situación que aprovechan otras personas para hacer negocio, la pornografía, a costa de una etapa tan inestable como la adolescencia.

No podemos olvidar la presión del ambiente que impera en la sociedad: nuestros hijos adolescentes van a verse atraídos por un mundo de imágenes con un gran poder de sugestión. Son especialmente vulnerables para aceptar los modelos de sexualidad que les ofrecen los medios de comunicación precisamente porque están comenzando a buscar esa información. 

Realidad probada

Hablar hoy de pornografía no es ya una cuestión que pueda debatirse únicamente desde un punto de vista ideológico-moral o religioso, como podía ocurrir hace tan solo unos años. Del estudio formal de tales publicaciones, se llega a la confirmación de su constante tendencia a inducir e incitar a la práctica de conductas contra la libertad sexual, consideradas delictivas por nuestro Código Penal.

La pornografía puede crear hábito, puede cambiar a las personas, puede animar a muchos a llevar al campo de la realidad sus fantasías más brutales. Y en los adolescentes, además, es una peligrosa fuente de desinformación sobre un aspecto tan importante de su vida.

Es una máxima de la educación que no se debe dar a los hijos más información de la que pueden manejar. Igual que no se enseña álgebra en Primaria porque los niños no han desarrollado todavía lo suficiente su facultad de pensamiento abstracto. Como escribe un experto: «Cuando un chico experimenta una realidad más allá de sus posibilidades, no tiene medios de procesarla intelectual o emocionalmente. Entonces, entierra la experiencia en su inconsciente, donde permanece en las sombras, asustándole, posiblemente durante el resto de su vida».

Una oferta generalizada

No podemos desentendernos del mundo que nos rodea y todos podemos comprobar cómo existe una oferta generalizada de estos productos. Los quioscos de prensa, los sex-shop, las salas X, las cadenas de televisión e Internet no se andan con miramientos a la hora de ofrecer sexo. El aparato de distribución de pornografía en España es muy grande. Todos los años se editan cientos de revistas, vídeos, cómics, etc. En todas las grandes ciudades existen zonas de quioscos donde la principal oferta es la pornografía.

La oferta es muy variada y el control imposible. Cualquiera puede adquirir toda clase de productos de este tipo, sea cual sea su contenido y la situación del comprador. Solo resulta complicado el acceso, que no imposible, para los menores de 16 años, y todo en función de la buena vista o los escrúpulos del vendedor. Porque, además, el poder adquisitivo de los adolescentes ha crecido tremendamente.

Público influenciable

Los adolescentes, por su sexualidad en pleno inicio y formación, se convierten en un sector de la población muy vulnerable y fácilmente influeciable. Se encuentran en plena etapa de formación y no deben tener acceso a toda clase de películas y revistas. Quizá pensemos que nuestros hijos no «consumen» material clasificado como X, pero muchas películas, series de televisión y revistas ofrecen imágenes claramente pornográficas con envoltorios atractivos.

En Internet, por ejemplo, un estudio sobre las compras hechas con tarjetas de crédito revelaba que la mayoría se realizaban para adquirir «contenidos para adultos», es decir, un eufemismo por pornografía. No hay que olvidar que las páginas más visitadas de Internet tienen contenido de este tipo y que, además, usan nombres y direcciones inocentes o atractivas por lo que no es difícil caer en una de ellas, incluso por casualidad.

¡Atentos!

Un liberalismo mal entendido hace que todos estos productos se encuentren al alcance de chicos y chicas que pueden quedar «marcados» por unas imágenes o una visión de la sexualidad humana desprovista de sus características más importantes como el respeto, el compromiso, la donación, etc. Los hijos buscan información ante sus dudas y al llegar a la adolescencia ya deberían haber tenido una buena explicación. De hecho, es muy aconsejable tenerla antes de los 12 años, dejando los cauces abiertos para posteriores charlas.

A consecuencia de sus cambios físicos, especialmente de sus órganos sexuales, se encuentran especialmente sensibles a los estímulos sensibles; y la pornografía no tiene otro sentido que la excitación. No hemos de tener miedo a entrar a temas como la masturbación a estas edades, desechando el temor a la vergüenza ya que, por ejemplo, es algo que muy seguramente comentarán con sus compañeros de clase y amigos. Y, ¿de quién queremos que reciban esa información?

Consejos para frenar la búsqueda de pornografía en Intenet

– En casa, puede ser interesante que los ordenadores con Internet se encuentren en el salón o en una habitación que usen todos.

– A muchos padres les funcionan los filtros de Internet para que sus hijos no puedan acceder a páginas pornográficas. A otros el que sus hijos sepan que consultarán el historial de las páginas visitadas. No son soluciones definitivas, pero es una manea de plantar cara a los problemas.

– Hemos de tener en cuenta que los videos pornográficos es un material más peligroso que las revistas: porque supone una mayor premeditación y porque su influencia se multiplica.

No obstante, que sorprendamos a un hijo con una publicación pornográfica no es el fin del mundo. Cierto que ha recibido un daño, pero aún estamos a tiempo de remediarlo mediante una conversación con él en el momento oportuno, mejor que en caliente. Muy probablemente se sienta avergonzado porque sabe que está mal y a partir de ahí se puede construir una buena educación sexual.

Ricardo Regidor
Asesoramiento: Guillermo Cánovas. Director de EducaLIKE

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