Si hay algo que tienen claro los padres es la dificultad de la educación de hijos adolescentes. Les han avisado de mil maneras que esta etapa suele ser traumática, tanto para los padres como para los hijos. Y, quizá por eso, sienten un cierto temor cuando los hijos cumplen los quince años. Pero, para ser justos, no siempre ocurre así: muchas familias han salido victoriosas de la prueba.
La adolescencia no tiene por qué ser una época traumática. No podemos darnos por vencidos pensando en la imposibilidad de educar a los adolescentes. Al contrario, los padres que son responsables y tenaces consiguen salir adelante victoriosos, a pesar de los cambios que sufre el hijo, a pesar de su inmadurez e inseguridad. La familia es básica para la solidez de la educación.
Todos conocemos a algunas familias en las que los hijos no son un problema continuo. ¿Cuál es el secreto de estos padres que aprovechan la adolescencia como una oportunidad inmejorable para conectar más con los hijos?
¿Existe algún secreto para educar a los adolescentes?
No existen las fórmulas mágicas, pero, en principio, las familias que han logrado educar a sus hijos durante la adolescencia tan bien como en las etapas anteriores comparten unas características.
Todos los padres tienen sus peculiaridades: por su temperamento, por su historia familiar, por sus puntos de vista, por las normas que hacen vivir en casa, por el modo de llevar la disciplina, etc. Pero, independientemente de estas diferencias, todos parecen tener en común ocho elementos fundamentales:
1. Una visión clara del porvenir que desean para sus hijos.
2. Con este objetivo claro, les enseñan a vivir con fortaleza y coherencia la responsabilidad a lo largo de la infancia y de la adolescencia.
3. Estos padres son personas con convicciones definidas y que viven de acuerdo con ellas: hay coherencia entre sus principios y sus obras. Enseñan, sobre todo, con el ejemplo.
4. Son conscientes de los peligros del ambiente, pero quieren que sus hijos sean fuertes, no que estén protegidos.
5. No confían exclusivamente en las fuerzas de uno mismo para vivir de acuerdo con las responsabilidades que implica esta entrega. Preguntan a amigos, leen libros, asisten a cursos…
6. Al encauzar la vida de sus hijos, no permiten lo que les parece incorrecto. Saben decir que no a lo que no pueden admitir, mostrando la autoridad necesaria.
7. Mantienen una constante comunicación con sus hijos, los comprenden bien y los hijos les comprenden a ellos. Existe un vínculo entre padres y adolescentes.
8. El padre adopta un papel destacado, trabajando en coordinación con su mujer.
Objetivos claros para evitar problemas en la adolescencia
Para que la adolescencia no se convierta en un problema, estos padres que tienen éxito mantienen, como punto de referencia constante, un ideal claro de cómo desean que sean sus hijos en la madurez: hombres y mujeres competentes, responsables, generosos, etc. Se trata de pensar más en la personalidad que tendrán los hijos y no tanto en sus futuras carreras o en el dinero que ganen.
Con unos objetivos así de claros, lo único que tendrán que hacer es intentar no desviarse en lo esencial, aunque transijan en lo accidental. Se trata de enseñarles a vivir la responsabilidad a lo largo de la infancia y la adolescencia: La educación a partir de los doce años continua y desarrolla esmeradamente todo lo que les enseñaron antes. Sabrán cambiar de marcha, vamos a decirlo así, y apretar el acelerador, pero en lo esencial no se desvían del camino.
Convicciones profundas
Para crear un buen estilo de vida en el hogar, hay que vivir de acuerdo a unas convicciones profundas y definidas. Así, cuando los padres tienen que dar una lección a sus hijos explicarán sencillamente de palabra lo que los chicos pueden ver por sí mismos. En otras palabras: hay coherencia entre sus principios y sus obras; enseñan, sobre todo, con el ejemplo.
Todos somos conscientes de los muchos peligros que amenazan el bien de sus hijos, y por tanto su felicidad, pero a los hijos adolescentes no hay que sobreprotegerlos, ni hacerlos hostiles a la sociedad. Esas convicciones profundas de los padres las aceptarán por sí mismos, no se pueden imponer creyendo que no van a saber sustraerse a la mala influencia de la calle. Los chicos y chicas han de ser fuertes para enfrentarse ellos mismos a los desafíos, no unos «protegidos».
Que unos padres tengan claro lo que quieren de sus hijos no significa que puedan confiar en sus propias fuerzas. ¿Por qué no preguntar a familias amigas que han pasado por la misma situación? Y también pueden ayudarnos algunos buenos libros, o algunos cursos de orientación familiar. Nos ayudarán a ser objetivos y a reforzar esas convicciones.
Autoridad y confianza entre padres e hijos
En la adolescencia, unos padres que deseen tener éxito no pueden desentenderse de lo que les pasa a los hijos. Al encauzar su vida, no permiten lo que les parece incorrecto. Tienen suficiente seguridad en sí mismos para oponerse a los desplantes y encontronazos con los chicos. Sienten que a los hijos hay que decirles que «no», si se espera que lleguen a ser señores de sí mismos.
Saben que los muchachos necesitan ayuda, en medio de todos sus embrollos sentimentales, para aprender a trazar la línea de separación entre el bien y el mal. Algunas veces, los padres tienen que pisar fuerte para marcar con claridad donde está esa línea. Eso es complicarse la vida, claro, pero hay que tener la determinación de sacrificarse por los hijos lo que haga falta. Este ejemplo de entrega les removerá.
Para ello, mantienen una constante comunicación con sus hijos, algo que ya se preocupaban por conseguir cuando los niños eran pequeños. Los comprenden bien y, lo que es tal vez más importante, los hijos les comprenden a ellos. Conocen todo sobre la historia personal de sus padres, sus juicios y convicciones, sus errores y éxitos, sus esperanzadas expectativas sobre la familia. Los chicos saben que sus padres tienen confianza en su integridad y en la entereza de su carácter.
El padre, en concreto, tiene un papel destacado como mentor de sus hijos durante la adolescencia. Trabaja en coordinación con su mujer; no delega en ella «las cosas de los chicos». Ahora ejerce mayor influencia que la que tenía cuando eran más pequeños.
Distinguir entre los adolescentes y sus acciones
Tanto en la adolescencia como en la infancia, los hijos necesitan ver que sus padres distinguen entre lo que es su comportamiento y lo que son ellos mismos. Los padres los quieren sin condiciones, pase lo que pase. Los quieren tanto que se proponen corregir sus faltas y así forjar su carácter.
Por esta razón, decir a los hijos que uno se siente defraudado es mucho más efectivo que la explosión de violencia. «Estamos dolidos porque nos has fallado otra vez, pero confiamos en que no cometerás el mismo error dos veces»: este modo de hablar recalca el amor por ellos y su gran deseo de que tengan más madurez. Muestra que el sentido de la disciplina deriva de su amor.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: James B. Stenson. Fundador y director de Northridge Preparatory School de Chicago (EE.UU.) y Consultor de la Comisión Nacional para el apoyo de las Humanidades de Washington, DC
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