Los adolescentes tienden a mantener su pensamiento, su afecto, su amor y su conducta en torno a sí mismos. Además, el ponerse a pensar supone esfuerzo, tiempo y compromiso. Por esta razón, en ocasiones prefieren «dejarse llevar», y no reflexionan sobre lo que ocurre, la realidad, lo que quieren, los demás, su futuro etc…
Para sentirse bien y felices hay que aprovechar esta etapa crucial para «pensar» en quienes son y qué quieren ser, qué quieren hacer con su vida y reflejarse en los demás.
Tu hijo adolescente debe saber que es un ser original, singular, único e irrepetible entre los millones de seres humanos existentes. A su vida corresponde un papel específico que desempeñar en el gran teatro del mundo.
Sin embargo, es una persona autónoma pero no independiente, porque depende de los demás para subsistir, para ser feliz. Por eso, nos debemos a los nuestros, a nuestra familia, a nuestros amigos, compañeros, a la sociedad, y no podemos perjudicarles con nuestra ausencia ni individualismo. El «portazo» no es razonable ni ético, ni va con la naturaleza del hombre.
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Debemos saber que somos seres bio-psico-socio-espirituales: con un componente bioquímico o genético que recibimos al ser concebidos; otro ambiental, capaz de modificar al anterior para bien o para mal; y un tercer ámbito, el espiritual, que conlleva la capacidad de ser libres, de aceptar o de elegir. Somos, decían los griegos, lo que hemos hecho, lo que hacemos y lo que dejamos de hacer.
Por lo tanto, debemos aprender a pensar, aprender a vivir, esta es la meta. Aprender que no somos seres individuales, que lo nuestro no es lo único importante, que los demás (padres, hermanos, amigos, profesores) también tienen necesidades. Que hay que ponerse en el lugar de los demás.
Obstáculos para madurar en la adolescencia
El pesimismo. Resta fuerza al pensamiento. Es el defecto y vicio de sobrevalorar lo negativo e infravalorar lo positivo. El pensamiento positivo pone ruedas a la maleta de la vida.
La nostalgia o la melancolía. De lo que fue o de lo que «pudo haber sido y no fue» como canta el bolero. Resulta paralizante y estéril además de dolorosa y amarga. No podemos pasarnos la vida conjugando «ojalás» con sabor a pasado.
La desesperanza. Desmotiva y anula el pensamiento activo, que ensombrece el horizonte de ilusiones posibles.
La falta de atención. Empobrece y ahoga el pensamiento.
La óptica reduccionista. El pensar en uno mismo que impide comunicarnos con los otros.
Pensamientos obsesivos. Eliminan o reducen nuestra libertad de pensar.
El temor a equivocarnos. Es otro enemigo del pensar que impide nuestro desarrollo. La naturalidad, que tanta paz puede infundir, nos hace sentirnos cómodos al saber que siempre cabe rectificar.
La hiperactividad y búsqueda del placer a toda costa. Buscar la armonía y el bienestar es bueno, pero que nuestra vida esté ausente de sacrificio y esfuerzo, no nos hará mejores personas ni más felices.
Para pensar bien, sentir adecuadamente y actuar con prudencia, es preciso un continuado ejercicio de reflexión y sinceridad, ejercicio que requiere atención personal y ayuda, estar atento y saber rectificar.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Dr. Manuel Álvarez Romero. Director del Centro Médico Psicosomático de Sevilla y autor del libro ¿Sabes pensar?
Más información. Los Estudios y el Desarrollo Intelectual. Autor Carlos Ros Amador. Ediciones Palabra.
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