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Seguidores y fans: el fenómeno ‘sígueme’

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Siempre, en mayor o medida, durante la adolescencia se siente la necesidad de buscar un ídolo al que admirar. Actores, cantantes, deportistas o modelos de pasarela han sido tradicionalmente las personas más «idolatradas» por las hordas juveniles. A día de hoy, el fenómeno «sígueme» se cuenta con el ranking de más seguidores en Twitter donde predominan los deportistas y los artistas.

Otra de las redes sociales con más influencia entre nuestros adolescentes es Instagram, creada y utilizada para compartir fotografías donde se ha creado todo un culto a la imagen en redes sociales y donde muchos jóvenes se han enganchado como si su vida dependiera de un like.

Del fenómeno ‘fan’ al fenómeno ‘sígueme’

A mediados de la década de los 70, el fenómeno «fan» se introdujo en España con gran fuerza. Nosotros, hoy padres de adolescentes, fuimos parte de esas generaciones que vivieron su adolescencia seducidos por los ídolos juveniles de ese momento.

En apariencia, los actuales ídolos de los adolescentes no difieren mucho de los de décadas anteriores. Siguen a la cabeza deportistas, cantantes y personajes del cine y la televisión. Mismas profesiones sí, pero ¿es la misma admiración que nosotros profesábamos a nuestros ídolos la que nuestr@s hij@s dispensan a los suyos?

Ya no se cuelgan pósters ni se forran carpetas, ahora se sigue a un famoso en Twitter o en instagram y ser fan significa tenerlo agregado en Facebook. Y esto es radicalmente diferente a lo que nosotros tuvimos en su momento. ¿Por qué? Por varias razones.

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Seguidores y fans

– Para ser digno de tener fans había que sobresalir en tu profesión. Ser bueno y demostrarlo en una disciplina concreta.

– Se admiraba a un cantante, deportista o actor fundamentalmente por su profesión y ser más o menos agraciado.

– Teníamos muy poca o ninguna información sobre su vida personal, gustos, compañías o entorno próximo.

– Todo prácticamente alrededor del «ídolo» se mantenía en la esfera de lo platónico.

Los seguidores, ¿qué ha cambiado?

Sin embargo, en el mundo de hoy algo muy importante ha cambiado. Nuestros hijos INTERACTÚAN prácticamente a diario con aquellos a los que «siguen» o de los que se han hecho fan. O al menos así lo creen ellos en muchas ocasiones.

Según publicaba la cadena americana Fox, menos de la mitad de los tweets provenientes de las cuentas con el nombre de algún famoso son escritos realmente por ellos, sino que son emitidos por profesionales que se encargan específicamente de manejar sus redes. En EEUU, dentro del mundillo del espectáculo ya es habitual oír hablar sobre los celebrity social media manager (un eufemismo más para designar a los que hasta ahora se llamaba «twitteros fantasma»), una posición casi tan institucionalizada como la de asistente personal, que sin embargo en España permanece aún en la sombra.

Así pues, será realmente difícil que haya una verdadera comunicación entre la celebrity y alguno de sus fans. Pero la realidad es que hay gente que les pregunta y esperan una respuesta.

Y pensemos que nuestros hijos tienen muy fácil acceso a través de su móvil o de cualquier ordenador. Ya no se trata sólo de vivir casi enganchados a la muestra continuada y la mayoría de veces impúdica de la vida personal y familiar de personas con las que casi con toda probabilidad nunca llegarán a interactuar; además para mantener viva su cuenta los personajes (o sus twitteros fantasmas) no dudan en dar su «acreditada» opinión sobre temas de actualidad o de colgar pensamientos profundísimos sobre la vida, el amor o lo que se tercie. Y como nuestr@s hij@s lo llevan en su bolsillo y «se comunican» diariamente con ellos, aunque sea en el terreno virtual, estos ídolos han salido del espacio platónico, donde les correspondía estar para ser incorporados a su rutina cotidiana.

Y esto no es un hecho baladí. Porque lo que en el espacio platónico el adolescente sabe en realidad que su ídolo no deja de ser una imagen inalcanzable, pero cuando esto desciende a su vida diaria pasa a ser un posible modelo real de vida y una referencia en cuanto a principios y valores.

En la adolescencia nuestr@s hij@s se lo cuestionan todo. Y ahí entramos también nosotros. Pero no tenemos por qué perder. Es más podríamos salir fortalecidos de esa evaluación a la que nos someten. Sería fantástico que al llegar a los 14, los 15 o los 16 años nuestros retoños se sintieran orgullosos de ser los más fervientes SEGUIDORES de sus padres.

Consejos para entender el fenómeno ‘sígueme’

1. ¿Cómo nos manejamos en las redes sociales de mayor difusión? ¿Tenemos perfil en ellas? Es una de nuestras obligaciones como padres informarnos y estar al día de su manejo y de sus contenidos. Para qué se utilizan y para qué están pensadas, perfiles más activos, la cantidad de propaganda que se difunde por estos medios y las grandes ventajas que representan al usarlas adecuadamente y a su debido tiempo.

2. Sería un buen momento para plantearse qué imagen tienen nuestros hijos de nosotros y si nuestro nivel de accesibilidad llega al nivel de Alejandro Sanz o Iniesta que van con ellos en su bolsillo a todas partes. También podríamos revisar si el volumen de fotos que han visto nuestras y de la familia es superior, igual o inferior a las que tienen en su galería de Justin Bieber, Sara Carbonero o Shakira,.

3. ¿Merecemos ser seguidos por nuestros hijos en nuestros principios, valores, acciones y opiniones? ¿Qué hacemos para ser autores de nuestra propia vida? El autor crea el guión. Hagamos el nuestro lo más interesante y atrayente posible, sobre todo pensando en los espectadores de lujo que son nuestros hijos.

4. Busquemos un momento para mostrar a nuestros hijos de donde vienen, su genealogía. Saquemos fotos antiguas, que nos vean de niños, de adolescentes, con granos y aparato, y poco a poco como hemos ido forjando nuestra historia personal y la de la familia. Que se sientan parte de algo grande e importante. Sería también un buen momento para que cada uno de ellos, si quiere, explique cómo le gustaría que fuese el guión de su propia vida. Puede ser una tarde de palomitas muy entrañable.

María Jesús Sancho

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