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4 pasos para fomentar la sinceridad en la adolescencia

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En nuestra sociedad no está de moda decir la verdad. En todo caso, se valora una forma de sinceridad, que no es lo mismo. La sinceridad cuando es espontaneidad irreflexiva, sacar lo que uno lleva dentro sin pensar, decir lo que sea sin tener en cuenta que puede afectar a otros, no es el mejor modo de decir la verdad. La veracidad supone un compromiso con la realidad, una cierta delicadeza en el decir, porque se respeta al otro.

La única razón para decir la verdad es moral: respeto a los demás y a uno mismo. Decir la verdad no nos hace más ricos, más guapos, más inteligentes… pero sí nos hace mejores personas. La mentira nos puede sacar de un apuro, incluso, nos puede hacer quedar bien y sacar provecho, pero nos va enredando y tiende a crecer como una bola de nieve. Las mentiras acaban pesando sobre nuestra conciencia, la verdad, en cambio, nos hace libres. Comprobamos que cuando nos sinceramos o desmentimos un engaño, nos quedamos descargados, liberados.

Adolescentes que engañan a amigos y a profesores

La mentira es incompatible con la amistad. Nuestros hijos tienen que comprobar que haciendo lo que está bien, se sienten mejores, se respetan a ellos mismos y a los demás. Convertirlos en personas con criterio propio y autoestima. Debemos ayudarles a ser asertivos (ni agresivos, ni pasivos), seguros de sí mismos y sin miedo al «qué dirán» (aunque sean sus amigos). No son «raros», sino diferentes, chicos y chicas que no se dejan llevar por la corriente* y no están solos. Se les puede hacer ver que el «todos lo hacen» son unos cuantos.

Engaño a los profesores

A los profesores les mienten por las mismas razones que a los padres: quedar bien, no defraudarlos, evitar castigos, evitar una reprimenda, obtener una recompensa, evitar la vergüenza ante los compañeros, «salvar» a un compañero, quedar bien ante la clase*

Habría que tener en cuenta que, a veces, las «mentiras» a los profesores cuentan con el consentimiento de los padres, es decir, que a veces, algunos padres, «justifican» a sus hijos, firman notas falsas, sacan excusas por ellos… Este es el peor ejemplo que les pueden dar a sus hijos. La verdad es también valorada por los profesores y se gana en confianza mutua. Una mentira, por pequeña que sea, fácilmente arrastra a otras. El mentiroso cada vez necesita mentir más.

La sinceridad a los 13 años

¿Por qué a esta edad? La mentira en la adolescencia se produce porque empiezan a demandar más salidas, más libertad, más planes a su aire… Se encuentran en plena diferenciación con sus padres y buscan sobre todo la complicidad de sus amigos, el no ser rechazados. Los padres por su parte, piensan que son demasiado pequeños para ir a disco-light, pintarse como adultas (ellas), vestir súper explosivas, empezar a fumar, beber, ir a locales de videojuegos etc… y como los padres ponen barreras, ellos engañan respecto a dónde van, con quién y cómo.

«Ya no soy una niña». Esta es un frase que expresa ese momento vital (los 13 años) cuando nuestros hijos comienzan a descubrir que están dejando de ser niños. Salir de la niñez, les lleva a una situación entre dos aguas: por una parte están los padres (que continúan pensando que son todavía niños) y por otra, los amigos (a los que tienen que  demostrar que ya son mayores). Tienen que quedar bien con ambos bandos y, para ello, hay que mentir si es necesario. La presión social les obliga a mentir para no quedar mal y las barreras que, con buen criterio, ponen los padres, también.

Si a los 13 años conseguimos asentar una buena base sobre  la confianza, la verdad y la mentira, habremos logrado,  muy probablemente, que sean personas veraces, con la verdad por delante.

4 pasos para conseguir que sean sinceros

1.   Analiza las razones para mentir. Nuestro hijo de 13 años puede mentir por varias razones: para conseguir algo, para eludir un problema o un castigo, para evitar una realidad que no le gusta, para quedar bien delante de los otros sobre todo de sus amigos, para agradar a sus padres, para llamar la atención, y sobre todo para usar su libertad a su antojo y saltarse las barreras de sus padres.

2.   Desmonta sus motivos para mentir. Debemos analizar cuál es el verdadero motivo por el que miente. Si lo hace para eludir un castigo, deberemos revisar cómo le castigamos; si descubrimos que no acepta la realidad, tendremos que enseñarle a aceptarla; si lo que pretende es quedar bien ante los demás o llamar la atención, nos comprometeremos a reforzar su autoestima; si busca agradar a sus padres, revisaremos nuestras relaciones familiares.

3.   Crea un ambiente para la sinceridad. Por eso, nunca debemos escandalizarnos de lo que nos demandan o de lo que piensan, crear un ambiente propicio en casa para la sinceridad, un ambiente de confianza y diálogo. Nuestros hijos deben tener la seguridad de que pase lo que pase, nos lo tienen que decir, porque no nos vamos a escandalizar ni vamos a reaccionar de forma violenta. El miedo hace decir muchas mentiras. Debemos expresar a nuestros hijos nuestros miedos y  temores ante tal plan que nos proponen o ante tal pensamiento que se les pasa por la cabeza, por muy diferente que sean al nuestro.

4.   Alimenta el clima de confianza. Así, debemos intentar que nuestros hijos piensen: «No sé lo que pensarán mis padres sobre este plan, pero no tengo miedo a comunicárselo», en lugar de: «Buff, este plan no se los digo a mis padres, no me van a dejar y me van a dar un grito huracanado, ya veré que les digo y cómo me lo monto».

Marta Santín
Asesores: Pilar Guembe y Carlos Goñi

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