Es un hecho que los adolescentes desde siempre han querido salir en pandilla y que ésta (sea tribu, agrupación, coexistencia o grupo) tiene su personalidad constituida por sus deseos y sus metas, que van desde ser amigos, satisfacer unas necesidades psicológicas, compartir miedos y dificultades o no sentirse solos.
Nuestros hijos necesitan comentar, explicar, discutir, contraponer su mundo fantástico y sus ilusiones. El grupo les ofrece ventajas y posibilidades. Es necesario que los dos ambientes en los que el adolescente se desenvuelve (familia y amigos) no estén enfrentados. Para ello, debemos tener claras una serie de ideas de antemano: la edad y los horarios más adecuados para empezar a ir en pandilla, si les ayuda en su proceso de maduración social, si sabemos los intereses de nuestros hijos y de sus amigos, qué debemos o no decirles, etc.
¿A qué edad debemos dejarles salir en pandilla?
Entre los 12 y los 14 nuestros hijos luchan de una manera clara por ir con sus amigos (sin la familia) a ver alguna película, a alguna hamburguesería, a practicar algún deporte, a divertirse y a hacer planes con ellos. A la hora de decidir si les dejamos o no, tendremos que valorar la madurez del niño, con quién va y dónde. En general, no debemos ni forzar ni impedir por principio, sino ir midiendo y compaginando las normas de la familia y las tensiones que se generen. Es importante que los padres tengamos muy claros los criterios, por ejemplo, el permiso para salir hasta determinadas horas será progresivo y sabiendo muy bien qué plan van a hacer y exactamente con quién.
Siempre es una buena ayuda conocer a los padres de los amigos de nuestros hijos, para poder triangular con ellos y desactivar el famoso «A todos los demás les dejan».
Horarios apropiados con su edad
Es normal que los hijos intenten negociar el horario según cumplen años. Desde hace más de 30 años los jóvenes unen diversión y nocturnidad. El adolescente debe compaginar la familia y la pandilla, así como los horarios que impliquen que los padres descansen tranquilos y que la casa funcione.
También dependerá del grupo de amigos, de la seguridad de la zona por la que salen y del ambiente familiar. Por esto, es una medida de prudencia elemental asegurarnos que nuestros hijos están en casa habitualmente a horas razonables. Un chico de 2º ó 3º de la ESO, lógicamente entre semana durante el curso no debe salir y los fines de semana puede divertirse perfectamente por las tardes. También es cierto que de manera puntual podemos ser más flexibles, como cuando es invitado a una fiesta en casa de sus amigos, en las vacaciones de verano, etc.
Por otro lado, debemos hacerles ver que no deben acudir a aquellos lugares donde sus criterios les hagan sentirse mal y desplazados, donde las personas no se respeten y hayan perdido conciencia de sí mismos y donde reine la violencia.
Un paso en su madurez social
Conocemos la ilusión que tuvimos a su edad por salir en pandilla y lo magnífico que nos parecía. Pero debemos prepararles para que la socialización que se lleva a cabo en la pandilla sea la mejor. Así tendremos claro que:
– Socializarse no es aborregarse.
– Si se han dado bien los primeros pasos en la familia y saben que hay que dar y acoger, no irán en pandilla para sacar tajada.
– Si van luchando por obedecer inteligentemente no serán sumisos y, por lo tanto, no se someterán ciegamente al líder de turno.
– Si han aprendido a utilizar el tiempo libre y divertirse en movidas familiares, no se contentarán con cualquier modo de matar el tiempo.
– Si les hemos dado criterios y nos hemos esforzado para que aprendieran a tomar decisiones y a apechugar con las consecuencias, seguramente a los errores los llamaran por su nombre y no vendrán con el único criterio universal (no válido) de: «Todos lo hacen».
– Si siempre les decimos lo que deben hacer o les obligamos a ello (sin darles pie a la reflexión) estaremos impidiendo que hagan uso de su libertad, que aprendan a decidir y a experimentar las consecuencias de sus actos.
¿Nos interesamos por lo que a ellos les importa?
En esta etapa, más que nunca, nos debe interesar todo, absolutamente todo, sobre nuestros hijos. Naturalmente, a partir del inicio de la adolescencia los chicos son más opacos y sus planes pasan a ser un secreto bien guardado, aunque siempre podremos investigar a través de otros hermanos, de familias con hijos más locuaces, etc.
Para establecer un canal de comunicación fluida con los hijos, debemos primero contarles cosas «de adultos» para que sepan que confiamos en ellos. Es importante saber escucharles en las escasas ocasiones en las que tengan algo que contar y dar importancia a los temas que ellos se la dan. Sus preocupaciones no son «tonterías de críos», sino cosas que a su edad son realmente importantes y frente a las que debemos mostrar interés.
Ana Aznar
Asesor: Manuel Feria. Orientador familiar.
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