Es un mito que los adolescentes se consideren invulnerables. Los estudios muestran que los adolescentes de 12 o 13 años tienden más bien a sobreestimar que a infravalorar el auténtico peligro de sus posibles actos. No es que se crean invulnerables al peligro que perciben, sino que no tienen ajustados del todo los sistemas de recompensa-castigo.
Por eso, al tomar decisiones conceden más peso a los beneficios que a los riesgos. Esperan mucho más gozo y placer del que puede proporcionar una situación.
Las conductas de riesgo en los adolescentes
Entre los adolescentes con conductas de riesgo, los hay temerarios tras deliberación y temerarios reactivos.
1. Adolescentes temerarios tras la liberación. La inmensa mayoría de los adolescentes entre los 13 y los 19 años pertenecen al primer tipo. Sopesan racionalmente las ventajas y los inconvenientes, pero los beneficios que esperan conseguir compensan de sobra los inconvenientes.
2. Adolescentesl temerarios reactivos. Razonan de forma impulsiva provocada por la tentación de quedar bien ante los otros. Están atados a situaciones comprometidas, a menudo, en contra de su propio y buen juicio. Son capaces de enrolarse a apuestas hasta de la ruleta rusa, o conducir en dirección contraria, etc., por ganarse la estima o la supervaloración de los componentes de su grupo.
Equilibrar riesgos/beneficios: la temperatura emocional
Una información veraz sobre los beneficios reales que pueden obtenerse de las conductas imprudentes les permite reducir las expectativas de recompensa de forma racional y grabar en su memoria lo que verdaderamente conllevan de daño. Una buena alerta sobre el atractivo de esos beneficios que piensan que obtendrían reduce las ocasiones de tentación, ya que les permite un autocompromiso en los límites de su propio terreno de actuación para protegerse de las imprudencias. Más que confiar en que aprenderán en la escuela de la vida, hay que pactar sin ceder unas normas de conducta cuyos límites para cada edad sean infranqueables.
En el pack del compromiso consigo mismos no puede faltar ni el ingrediente esencial de fomento de aficiones deportivas, artísticas, de contacto con la naturaleza, etc. Y tampoco las metas ambiciosas que se incentivan con la admiración hacia quienes dan una imágen positiva de conductas generosas, que arriesgan por los demás. El atractivo de esas vidas enseña.
El cerebro: la recompensa procesa las sensaciones agradables
El cerebro alberga un sistema estratégico formado por varias áreas, múltiples conexiones entre diferentes neuronas que forman varias vías o circuitos, y mensajeros químicos, que contribuyen a dotar de vivencias felices. Tres de las vías usan la dopamina para la transmisión de señales.
1. Ante una situación placentera, como puede ser el riesgo de una situación, la estación central, el núcleo accumbens, recibe la dopamina, desde una de las fábricas de producción, el área ventral tegmental. Las neuronas de esta área tienen un enorme número de terminaciones, que permiten cientos de miles de sinapsis con las de la estación central, que poseen receptores para la dopamina.
2. Las neuronas de la estación central se activan, consultan con la central de evaluación, la amígdala, la recompensa previsible y envían el mensaje de grato a la corteza prefrontal donde se sopesa, se comparan opciones y se decide la respuesta al estimulo gratificante.
3. Se motiva así el aprendizaje y la memoria y se recompensan necesidades básicas, como la alimentación a través de los estímulos gustativos.
4. El sistema consta además de un control que permite mantener el equilibrio entre la apatía y la euforia. Consiste en regular las dosis de dopamina y el tiempo que permanece en el espacio de la sinapsis entre las neuronas en la estación central. Se sirve para ello inhibir su liberación de las neuronas de la fábrica productora y de recapturarla al interior después de haberla liberado.
¿Cómo se hace el cálculo coste/beneficio de una situación de riesgo?
La central de cálculo del cerebro -situada en la región prefrontal ventromedial y dorsolateral del hemisferio izquierdo- resta los costos de los beneficios esperados que le aporta el sistema de recompensa. El valor neto de la diferencia se acumula en el registro de datos- surco intraparietal de ambos hemisferios- en el tiempo hasta que la persona decide aceptar o rechazar una opción placentera.
Natalia López Moratalla. Catedrática de Bioquímica y Biología Molecular.
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